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Enfrentando los demonios de las limitaciones del espacio en Cadena perpetua
He escogido la excelente película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994) basada en el libro Rita Hayworth y la redención de Shawshank de Stephen King para hacer diversas reflexiones sobre el tema del espacio a través del cine. El filme fue distribuido como Cadena perpetua; Sueños de libertad; Escape a la libertad y Sueño de fuga en los países de habla hispana.
Siempre he pensado que la vida en una prisión presenta enormes desafíos para las personas recluidas, quienes tiene que acostumbrarse a extraordinarias limitaciones y severas normas que restringen sus espacios, so pena de caer en la locura, la depresión y la angustia. Recuerdo una anécdota que escuché hace años, sobre el mito (o realidad) de un sacerdote que cayó presa en el Gulag soviético por 22 años, siendo encerrado en una estrecha celda durante todo ese tiempo, bajo aislamiento e incomunicación total. Dicen que el hombre salió ileso, física y mentalmente de esa tragedia y cuando le preguntaron cómo lo logró, relataba que diariamente corría una maratón dando vueltas, paso a paso, en su celda, en los límites de su estrechez; jugaba simultáneas varias partidas de ajedrez, en su mente contra sí mismo; desarrollaba trucos de comunicación al estilo morse en las paredes de su celda, hablando con vecinos que no se comunicaban, al menos en los inicios. Advierto en esta fabula la idea de que los seres humanos son capaces de crear espacios en sus mentes, tan reales como lo amplios horizontes de las llanuras o de los mares; como los inmensos e infinitos cielos; como los que abren a la vista desde la cima de una montaña.
El cine tiene la capacidad para que los espectadores tengamos esas vivencias a modo de vivas representaciones, y así como el sacerdote del Gulag mítico, ello puede contribuir a la salud mental en la medida en que captemos y aceptemos el desafío de las redefiniciones de los espacios.
Ese desafío es la respuesta que damos a las preguntas ¿Cuál es mi espacio? ¿Cómo defino mis espacios’ ¿Hasta dónde llega mi espacio? ¿Puedo expandirme y ampliarlo hasta cualquier límite? ¿Cómo me voy redefiniendo a mí mismo a medida que la magia, sea la del cine o de la cotidianidad, nos permita hacer estos recorridos y estos juegos mentales? En el caso que nos ocupa tenemos a Stephen King, un maestro del suspenso y de las situaciones inesperadas, definiendo los espacios de una prisión y liberando los espacios mentales de dos inteligentes prisioneros que se van definiendo a sí mismos como amigos para toda la vida, poco a poco, aprovechando indicios y claves sutiles, recovecos de esperanza que se insinúan iluminados por una imposible creatividad.
Los dos protagonistas son Tim Robbins, en el papel de Andrew Dufresne, apodado Andy, un banquero que paga cadena perpetua por el crimen de su esposa y de su amante durante una noche de amor infiel; el otro es Morgan Freeman, en el rol de Ellis Boyd, apodado Red. Andy es un genio de las finanzas, un ser introspectivo y reservado, excelente persona. Sabe él y sabemos nosotros que es inocente, pero lo han traicionado las circunstancias y está lejos de cualquier redención, bajo un sistema carcelario estrecho, lleno de imitaciones y de arbitrariedades. Red es un experto recluso contrabandista, capaz de conseguir casi cualquier artilugio o necesidad que tengan sus compañeros de prisión, a cabio de algún objeto de trueque, un comerciante nato, que además aconseja al que quiera oír, con sus frecuentes frases de sabiduría. Al contrario de Andy, sabe él y sabemos nosotros que Red sí está pagando un error, algún grave desliz o imprudencia que traicionó su equilibrio y sus truculentas habilidades comerciales y relacionales, pero nada se nos dice al respecto.
Están los dos atrapados sin salida. Para Red el mayor estrés es recibir el rechazo sistemático del comité de libertad condicional del sistema carcelario, que después de ciertos años de buen comportamiento podría darle libertado condicional. Pero el comité carece de sentido de la observación y ninguna atención presta a sus alegatos de reforma y de hombre nuevo.
Vale la pena examinar algunos de los conflictos espaciales que nos presenta el filme y cómo se van resolviendo, al menos en las mentes de los protagonistas. Uno muy significativo es la imposibilidad de contemplar el infinito inmenso de las noches estrelladas. Los patios de la prisión están vacíos en las noches, cada prisionero encerrado en su celda. Entonces aparece la magia del cine como una iluminación para Andy, que decide cubrir una de las paredes de su celda con un afiche grande y luminoso de alguna famosa y hermosa estrella del cine, sea ella Rita Hayworth, Raquel Welch o Úrsula Andrews. Afiches naturalmente suministrados por el contrabandista Red. Puede así contemplar en sus noches solitarias el infinito cielo de las mujeres y ampliar esas paredes que lo encierran hasta encontrar, literalmente, el escape a su situación, como podrán ustedes apreciarlo al visionar la película.
Un gran conflicto espacial en las cárceles, que con seguridad no es apenas tema del cine, es el de sentirse amenazado por los voraces prisioneros que alivian sus apetitos sexuales violando a sus compañeros, especialmente a los más jóvenes y bien parecidos, como Andy. Este es un espacio de tormentos y de miedos, adornado con amenazas, burlas, humillaciones e incertidumbres, del cual es muy difícil escapar físicamente. Las duchas, las zonas de trabajo se convierten en tristes escenarios de la tragedia humana. Pero no solamente en las cárceles, sino también en ciudades, puede ocurrir que parques, calles y callejuelas, apartamentos o lugares de trabajo, se conviertan en infiernos para más de una víctima. Andy resuelve al menos parcialmente estos encerramientos a base de dignidad, y eventualmente con estrategia e inteligencia táctica, dejando insinuado un modelo que podría aplicarse en otras realidades de la vida.
Cuentan las prisiones con algunos espacios esperanzadores, notablemente las bibliotecas, ricas o pobres en libros. Se convierten los libros en espacios ampliados, prácticamente ilimitados, zonas de libertad para la mente y para la conciencia, que de estas formas crece y evoluciona. Pero solo unos pocos son capaces de advertir estos resquicios de luz y de esperanza. La genialidad de Andy capta el poder de la biblioteca, de la literatura y de los libros, para transformar los ambientes depresivos de una cárcel, en zonas de convivencia, de diálogos, de amistad y de transformación personal. Emprende una campaña persistente, solitaria, terca y eventualmente efectiva, para que las autoridades del estado de Maine permitan que haya una verdadera biblioteca en la prisión y cuando eso finalmente se logra y los prisioneros caen bajo el encanto de la lectura, nosotros como espectadores sentimos también esperanzas y alegrías, cayendo en cuenta del poder de la palabra escrita para elevar el alma, aun cuando esté empantanada en zonas cenagosas y miserables. Se me ocurre reflexionar en la importancia de leer en estas épocas facilistas de la modernidad, donde las bibliotecas se van convirtiendo en lugares poco concurridos, visitados en buena parte por estudiantes para hacer tareas a base de las respuestas de los robots de la inteligencia artificial o por personas que consultan noticias y ven videos en internet.
Y fuera de los muros de las prisiones de todo tipo, las personales, o las de centros de reclusión, existen paraísos y mundos soñados, utopías desafiantes. Pueden ser físicas, mentales, espirituales o corporales. Todo ser humano tiene derecho a contar sus utopías, a repasarlas en su mente, a recorrerlas con su imaginación, a pintarlas, describirlas o esculpirlas, a vivirlas con cantos o con danzas; a modelarlas; a ponerlas en poemas. Entran en estas representaciones espaciales el arte, el diseño, la intuición, la imaginación. Es rica esta cinta en instantes de esta naturaleza, que van dando lugar a realidades inesperadas. Andy es escultor de piedras, tallador continuo de vías de libertad, escritor de cartas y contador de historias. Red es un filósofo de los momentos, para que estos se vuelvan valiosos. Creo que un filme como este, excelso en diseños sugestivos, nos ayuda a enriquecer nuestras miradas y a platear paraísos, redenciones y utopías personales.
Finalmente quiero detenerme en el espacio vocacional que todos tenemos. Creo que de alguna manera tenemos un llamado especial a desempeñarnos, a servir, a profundizar, a sentir felicidad y logros en ciertas áreas de las muchas que tiene la vida. Sin embargo, quizás sintamos limitaciones e imposibilidades, llenándonos de creencias limitantes y de estrechas realidades que nos atrapan y que apagan nuestra llama vocacional. No hay duda de que una prisión, bajo cadena perpetua, es un espacio tentador para renunciar y rendirse, bajo el hechizo de los demonios de la desesperanza, del realismo apabullante, de la humillación y de la culpa, abandonando el oficio, la profesión, el sueño vocacional y el servicio. Andy, experto en finanzas y Red, notable negociante, deciden enfrentarse a estos demonios. Y es valiosa la actuación que nos exhiben y notable la forma en que van expandiendo sus espacios y sus vidas. Todo un aprendizaje.
Trailer
No me gustó esta película por su final tan «dulce», si me gustó » La Colina» de Sean Connery. Me parece mucho más real a la vida misma, sobre todo cuando en tu vida has hecho algo obligado como la mili.