Errante, la conquista del hogar

Todo viaje implica un crecimiento interior. Si esa dinámica se vuelca al cine, será compartido con el espectador. Es lo que hace la fotógrafa y ahora también cineasta Adriana Lestido en Errante, resultado de sus reiterados traslados al Ártico para retratar un paisaje enigmático. Se abre ante nuestros ojos, literalmente, una gran exposición de su experiencia, recorrida a través de fotos fijas o largos planos en los que el movimiento apenas se expresa con las primeras nevadas o a través de la luz lejana de un faro perdido en la niebla. Hasta avanzado el relato –comentado por unas pocas frases que ha elegido para transmitirnos lo que le ha generado su vivencia en esa geografía inhóspita– no vemos rastros de vida. El mar, la piedra y el hielo recrean imágenes sugerentes talladas por el viento. Constatamos, durante el invierno, que la nieve nunca es blanca, ofrece muchos matices que van del marrón o el gris al crema. La arena tampoco es clara. El agua del mar que se retira deja una playa negra aterciopelada, a veces, veteada por algunas piedras que se resisten a ser arrastradas.

Galardonada en Mar del Plata 2022 con el premio a la Innovación Artística al Mejor Largometraje Argentino por el Proyecto de Cine Independiente, Lestido tiene una larga trayectoria como fotógrafa formada en la Escuela de Cine de Avellaneda. Con grandes premios en su haber, ha exhibido sus trabajos en prestigiosos museos de la Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Francia, Suecia y España.

Filmada en soledad, Errante es “una meditación visual sobre el retorno al origen”, como reza la sinopsis oficial, o “la conquista del hogar” como nos dice el primer intertítulo que leemos. Las cuatro estaciones son los capítulos de este libro cinematográfico rodado en una locación que parece extraterrestre. Sin embargo, es la Tierra que se descubre una vez que la nieve y el hielo se han derretido. Apenas algún pájaro, dos o tres cabras y un grupo pequeño de caballos ofrecen los escasos latidos a esa geografía tan inhóspita.

La cámara de Lestido se embelesa con los cráteres que se forman en la superficie terrestre, con el vapor que se eleva en forma de columnas desde los géiseres hasta el cielo con un sonido profundo, visceral, que proviene del centro de la Tierra.  Su mirada, que es la nuestra también, observa cómo se forma una aurora boreal, serpenteando en la oscuridad de la noche, un halo verde que en su transformación sugiere rostros extraños para luego convertirse en una cortina celestial que se recuesta sobre la negritud de esa montaña que ya conocemos en muchas de sus configuraciones de sombras y luces.

Las primeras hierbas aparecen bajo el agua, algunos tallos se elevan de la superficie dando la sensación de cabellos erizados de un gigante sumergido. Los glaciares, tallados por el viento, son como colosos descansando y el cielo, oscuro, es una especie de cíclope, cuya pupila, la luna, todo lo vigila. Una lectura… las imágenes sugieren muchas más, están ahí, detenidas en el tiempo para la interpretación o la contemplación. Todo es válido, porque no hay mas diálogos que los que establece la naturaleza con nuestra mirada. Apenas unas líneas de Doris Dörrie, Liliana Bodoc o Luis Alberto Spinetta… y mínimos fragmentos de tres canciones denotan la presencia de la autora.

Errante invita al viaje, a la introspección y a maravillarse ante una naturaleza que nos es ajena, pero que pertenece a este planeta. ¿Son fotos expuestas en sucesión en la pantalla de cine? Los colores, las formas, los sonidos, el tiempo de exposición de cada imagen, el único plano en movimiento… Es más, mucho más que eso… Es “volver al hogar” , siendo atraídos hacia el Norte, donde señalan todas las brújulas, como dice el pasaje elegido y atribuido a Frigyes Karinthy. Es desaparecer para integrarse a un paisaje propuesto como el origen de todo.