Críticas
Los vacíos del pero
Estaba en casa, pero…
Ich war zuhause, aber . Angela Schanelec. Alemania, 2019.
Un conejo estaba en la sierra, pero fue perseguido por un perro; un burro estaba en una casa abandonada, pero fue invadido por el perro y su presa; y una mujer estaba en casa, pero su hijo desapareció sin dejar rastro alguno. Y volvió a aparecer algunos días después. Estaba en casa, pero…, de Angela Schanelec, indaga en las disrupciones que se producen tras la ruptura de lo cotidiano, cuando ese “pero” interrumpe la oración y en su cadencia expresiva, marcada por la coma y los consecuentes puntos suspensivos, se asoman las grietas que produce este cambio.
El regreso impensado de Philip, el hijo adolescente de Ingrid, funge de pretexto para abrir un relato que se orienta sobre la sensación de extrañamiento que produce su reaparición en el ámbito familiar y escolar. Pero dicha impresión no es tan obvia. Los días que estuvo fuera de la casa y las cosas que le sucedieron durante ese lapso son desconocidas, y seguirán siéndolo, pues la película rechaza la simple contemplación e invita a formar parte de esa minuciosa indagación que traza Schanelec. Al no contar con las respuestas, que tanto nos hemos acostumbrado a exigirle al cine narrativo, el anhelo por comprender nos absorbe en la vorágine del día a día, donde buscamos resoluciones en lugares inexistentes; comprar una bicicleta o recorrer una muestra de arte entrañan una afección mayor, que supera el actuar físico impulsado por la fuerza de la inercia: la vida sigue su curso.
Una narración elíptica salta entre escenas que enmarcan a sus personajes en diversos momentos casi inconexos y más casuales que causales. Es posible percibir ciertas líneas narrativas, como la reincorporación de Phillip al colegio o los conflictos entre uno de sus profesores y su pareja, pero tal como la suspensión del título lo evoca, Estaba en casa, pero… habla entre estos huecos que omite y la angustia que invade esos vacíos. En este gesto, de silenciar para acercarse, de obviar para arrimar, yace la contradicción que rechaza el concepto de una verdad personal y absoluta tanto para Ingrid, como personaje de la historia, como para la directora misma. No es necesario explicarlo todo, y cuando esta es la premisa, la introspección adquiere otra forma.
Además de la omisión, en Estaba en casa, pero… se perciben otras discordancias que armónicamente dialogan entre sí. En el trasfondo de la historia, como el escenario tras el telón, los compañeros de Philip ensayan Hamlet y recitan los diálogos trágicos de Shakespeare sin expresión alguna. En el mismo tono, los niños se despojan de su ser y se comportan como adultos. Son los hijos de Ingrid los que cocinan para su madre y le ofrecen contención, mientras que Ingrid es la que sufre ataques de histeria que raya en la violencia doméstica, y en su duelo busca refugio en los brazos de sus hijos, así como los profesores son los que juegan con las espadas de madera y la utilería del teatro. El particular registro actoral se sustenta en la serenidad estática que discurre entre los ensayos de las escenas de la obra y en las secuencias más largas como el arrebato colérico de la protagonista hacia el director de cine que recibe impasible las críticas de la mujer. Los actores parecieran ser cuerpos que recitan palabras casi sin moverse, limitados únicamente por el encuadre de la imagen, como si en la aparente frialdad se asumiera el engaño de la interpretación con tremenda honestidad e intimidad.
Estaba en casa, pero… detiene la mirada en la quietud de la rutina y, así como se entrega a un ritmo sosegado, no teme fragmentar los cuerpos o esconderlos de la cámara en un afán por encontrar lo imperceptible en cada escena, ese momento en que se suelta una taza, esa caricia que se evade. En la fotografía, Schanelec remite a Bresson y relata a través de las manos de sus personajes. Por momentos, los rostros pasan a un segundo plano de importancia, que cede ante los dedos mugrosos que desatan los cordones, o manos que se desplazan buscando calor, porque en en la sutileza de estos movimientos se revela más de lo que las palabras pudieran explicar. Al detalle minúsculo de estos gestos y a la predilección de la cámara por escenas en interiores se le contraponen cuadros bien abiertos en exteriores, que comprimen a sus personajes tras la magnitud de una ciudad que abruma con sus edificios y vehículos, y evidencia la presencia casi ínfima de las personas frente la imponente capital. No resulta para nada difícil percibir rastros de News from Home (1977), de Chantal Akerman, en un viaje en taxi al que le acompaña una voz en off melancólica que manifiesta la ausencia del otro.
Además de las referencias ya citadas, Estaba en casa, pero… pareciera dialogar también (al menos en el nombre) con la película de Yasujirō Ozu, He nacido, pero… (1932). Al igual que el director japonés, Schanelec se interesa en observar las secuelas del cambio, como si quisiera escuchar el murmullo que emana de las ondas propagadas, tras dejar caer una piedra al agua. En este proceso de reconciliación, quizás, nada vuelva a ser igual para nadie. La presencia del burro y el perro en la casa abandonada, al final de la película, sugiere que algo ha cambiado, a pesar de lo invariable que puede implicar la coexistencia de ambos animales. Cuando la pérdida no resulta tan visible como la inevitable amputación de un dedo del pie o la muerte de una persona, encontrar la paz en el “pero” completa la pregunta que Estaba en casa, pero… nos interpela. El después lo llenamos nosotros.
Tráiler:
Ficha técnica:
Estaba en casa, pero… (Ich war zuhause, aber ), Alemania, 2019.Dirección: Angela Schanelec
Duración: 105 minutos
Guion: Angela Schanelec
Producción: Coproducción Alemania-Serbia; Dart Film / Nachmittagfilm
Fotografía: Ivan Markovic
Reparto: Maren Eggert, Jakob Lassalle, Clara Möller, Franz Rogowski, Lilith Stangenberg, Alan Williams, Jirka Zett, Dane Komljen, Devid Striesow, Wolfgang Michael, Thorbjörn Björnsson, Ann-Kristin Reyels, Ursula Renecke, Nicolas Wackerbarth