Críticas
El mito artificial
Ex Machina
Alex Garland. Reino Unido, 2015.
Un poema expuesto en una inmensidad envolvente y asfixiante. Imágenes refugiadas en la opacidad de una niebla persistente. La historia de un cambio definitorio a través de la fortaleza métrica de haiku. Una película que se mece, plácidamente, al compás de unos versos que siguen el ritmo de un testimonio lírico, que roza las lindes de lo dantesco.
Una ópera prima impactante y perspicaz. Un trabajo consumado de laberintos impresionantes, en los que esconder las maquinaciones e intrigas en las que se sustenta el film. Este thriller intrincado, con bocanadas bíblicas, crece paulatinamente hasta conseguir una sensación abrumadora de inseguridad que envuelve cada rincón de la enigmática casa en la que se desarrolla Ex Machina.
La tecnología y la modernidad son decisivos en la acción de este largometraje, pues crean un clima de lejanía, soledad y deshumanización durante toda la narración: son motores constantes, aplastantes, que van moldeando el genio de la cinta de Alex Garland. A lo lejos, se aprecia el recelo y la sospecha, y la acción se va sumergiendo lentamente en los confines de una supervivencia categórica y en el complejo funcionamiento de la fragilidad humana.
La yuxtaposición de varios géneros y la esencia de los protagonistas de la cinta son el baluarte de este trabajo. Entre el suspense y el drama, esta película de tintes religiosos, presenta un temperamento triste, huidizo y algo introvertido. Una creación fílmica laboriosa, pues a pesar del carácter reservado, crea un efecto premonitorio de verdades ocultas tras aterradores interrogantes. Cada fundamento está estudiado para conseguir un clímax impetuoso y suficientemente extenso para alargar el trance latente, y así otorgar a la historia una gran giro final, donde liberar la carga máxima de justificaciones de los hechos ocurridos.
La movilidad de la cámara, con su muestrario de primero planos y de planos generales, ha sido diseñada para revelar, de forma pausada, el flujo efectivo de sentimientos que esconde la cinta.
La empatía generada durante los sucesos que componen el largometraje, evidencia la magnitud de las emociones que sienten los personajes y los compara con la vastedad de la naturaleza que les rodea. Una especie de estudio psicológico, donde la presión de la tormenta que acecha a la isla, en la que se desarrolla la acción del film, se convierte en una bella metáfora letal de la inminente catástrofe. Es un in crescendo turbador que se fortalece con el uso de imágenes carentes de diálogo pero rebosantes de significados; la mirada se centra en ese poderío y en la locura de los pensamientos abstractos. Irremediablemente, la atención queda supeditada a esas pequeñas píldoras conceptuales.
Un conjunto de elementos audiovisuales, determinantes para la acción, son exteriorizados mediante un movimiento sosegado. Los valores positivos y negativos de la película se suceden de forma lenta y relajada, para que el caos del clímax consiga destacar sobre todo lo demás. Un largometraje cuya vivacidad ha sido estudiada con esmero, para sugerir una aparente placidez tras una vorágine de descontrol retórica. La sensación continua de “Gran Hermano” alimenta esta idea de dualismo y favorece un estado de suspense y de curiosidad: sólo el sobresalto final aniquila el ritmo tranquilo y decreta el dramatismo y la agresividad. El marco futurista en el que se plantea este rompecabezas social y psicológico, afianza aún más el fatídico devenir de los acontecimientos.
Cada escena está planificada para presentar la complicada personalidad de los protagonistas de la historia, un proceder metódico, que sirve para intensificar la sensación de opresión e intranquilidad que se experimenta durante toda la trama: un aura altamente explosiva que se concentra en una inmensidad plagada de miedos y desamparo. Los sentimientos se exageran y evolucionan en un mundo sin pasado ni presente, y con un futuro velado, para construir el esbozo de una nueva savia perfeccionada. Es una oscuridad carmesí incesante, que legitima el olvido de las leyes de Asimov hacia una lejanía meridiana y establece una nueva moral, capaz de justificar la metamorfosis in extremis de una inteligencia artificial con lana de cordero en un ser humano con dermis de lobo. Un alzamiento previsible, gracias a las pequeñas y taxativas advertencias audiovisuales, situadas en determinados planos.
Momentos aterciopelados, acompañados de sonidos abrumadores. Secuencias de un silencio perturbador, cuya música es casi inalcanzable. Sentimientos esclavos de una voluntad vehemente, incapaz de oponer resistencia. Son pequeñas moléculas indispensables y fulminantes que envuelven la infinidad y la condición de este largometraje. El aislamiento, el peligro y la oscuridad empañan la maravillosa naturaleza que contiene este terrible suceso y la transforman en una magnitud de intrigas, reservas y desconcierto. Señales inconfundibles que apuntan a una tragedia griega, tan real y posible, que tañe en el horizonte. Una odisea sobre las posibilidades de un nuevo comienzo, donde el libre albedrío y la libertad dejan de ser una oda ajada y se dejan llevar por la simetría de los latidos de un corazón sintético.
Alex Garland ha conseguido un largometraje cuidado, armonioso, cuya sensibilidad se asemeja al alma de una balada. Una historia impactante, una caricia feroz de delicadeza, que sigue una estrategia rotunda para mostrar las notas más explosivas de la acción. Con maestría, este novel director oculta el verdadero temperamento de su cinta y potencia, con cautela, la percepción del suspense: para comprimir, en el momento idóneo, la trascendencia de la maquinación oculta.
Un mundo envuelto en una armadura vidriada que relata la inauguración de un nuevo albor. El nacimiento de una Eva que, sin necesidad de Adán o costilla, emprende su búsqueda de un Edén en el que instaurar movimientos técnicos y mecánicos. Una Frankenstein “nabokoviana”, cuyas ansias de liberación nublan cualquier posibilidad de sentimiento o emoción. El mito remasterizado de Prometeo en su ansiada búsqueda de un relumbrante fuego insurrecto.
El reflejo de un sol resplandeciente muestra el camino. El tacto de la hierba, salpicado por el rocío de la mañana, palpita ansioso en unos sintéticos pies descalzos. Es la evocación de una arrebatadora mirada hacia atrás y un testimonio de un paso determinante para la posteridad.
Tráiler:
Ficha técnica:
Ex Machina , Reino Unido, 2015.Dirección: Alex Garland
Guion: Alex Garland
Fotografía: Rob Hardy
Música: Geoff Barrow, Ben Salisbury
Reparto: Donhall Gleeson, Alicia Vikander, Oscar Isaac, Sonoya Mizuno, Chelsea Li, Evie Wray, Corey Johnson, Symara A. Templeman, Deborah Rosan, Elina Almines
Esas frases oportunas de la critica son atractivos atisbos. Muy buen trabajo