Exodus: Dioses y reyes

Cuando vi la película Exodus: Dioses y reyes no puede dejar de compararla con las épicas historias narradas en el filme Los diez mandamientos de mi niñez (1956, dirigido Cecil B. DeMille, con Charlton Heston, Yul Brynner, Anne Baxter, Edward G. Robinson, Yvonne De Carlo, Debra Paget), cinta que dejó imborrables recuerdos, tanto de los artistas como de la historia misma. Y debo decir que a pesar de los espectaculares efectos visuales de esta última versión de la historia de Moisés y del éxodo de los hebreos desde Egipto, me temo que no va a permanecer en la memoria visual de los espectadores por mucho tiempo. Pienso que ello tiene que ver con varias cosas.

Una de ellas es que los realizadores de la película se tomaron demasiadas libertades y se alejaron excesivamente de los relatos bíblicos de las hazañas de Moisés y de las intervenciones divinas que casi todos los públicos occidentales tienen en su mente. Esto parece extraño, ya que la narración bíblica es absolutamente espectacular, llena de rasgos humanos y de eventos únicos, que han marcado buena parte del lenguaje occidental y que dan todo tipo de elementos para tejer una trama atractiva. Conceptos como el de las siete plagas y su secuencia progresiva; la presencia de Dios, sus palabras y la zarza ardiente; el monte Sinaí y las tablas de la ley; los diez mandamientos; la pascua; el aporte de los judíos a Egipto; las jornadas por el desierto de los hebreos errantes; el maná y las aguas que brotan de las rocas; la rebeldía y el desánimo constante de los hebreos; la tartamudez de Moisés y la ayuda de su hermano Aarón para argumentar ante el faraón y ante el pueblo; los prodigios de Moisés con su vara y la incapacidad de los magos egipcios para superarlos.

Otro asunto es que se trató de dar un contexto guerrero, lógico y táctico a la historia, donde Moisés, más que un profeta reluctante torturado por las dudas, pero de todas formas, hechizado por la revelación divina, es un gran guerrero, hábil con las armas, que confía ante todo en la estrategia y en la táctica militar. Incluso, se presenta la imagen de Dios como la de alguien que da ánimos militares, matizados por la figura de un niño. Esta extraña combinación de niño-guerrero no resulta muy afortunada.

Dicho esto, nos podemos enfocar en lo que la película aporta y construye, que es también novedoso e interesante. Se trata, de partida, de una amplia apuesta por el cine de gran formato, con centenares de extras y a altos costos, que se ha filmado en buena parte en la región de Almería en España y que ha dejado en la economía de la región más de cuarenta millones de Euros. No hay que menospreciar el trabajo del cine como industria que genera prosperidad para muchas personas y la complejidad de rodar las espectaculares escenas que la película ofrece. Son de destacar las del paso de los carros y el ejército del faraón por los caminos montañosos, a toda velocidad, en su persecución de los hebreos. Me ha causado muy buen impacto la forma en que se han desarrollado las escenas de apertura del Mar Rojo, al paso de los hebreos, filmadas con gran detalle y atención a los movimientos marinos y su relación con las playas, con el vuelo de las aves y con los efectos del viento, de tal manera que asemejan el fenómeno extraordinario más bien a un gran evento natural, no exento de belleza y de espectacularidad.

De hecho, cabe apreciar el arriesgado esfuerzo que se ha hecho para rebajar el tono demasiado milagroso de la historia bíblica, con la presentación de los distintos eventos y plagas como asociados con fenómenos que tienen cierta explicación natural, como incluso tratan de señalar los sacerdotes y consejeros del faraón cuando son consultados al respecto. Se ha intentado humanizar y naturalizar la influencia divina, algo que no deja de ser más afín con las ideas modernas, que los grandes fenómenos milagrosos del Éxodo bíblico.

Hay que resaltar los cuadros en los aposentos faraónicos y las vestimentas y los decorados y la especial presentación que se hace del viejo faraón Seti y de su agonía y enfermedad. Las jornadas y la permanencia de Moisés en el desierto, luego de que escapa solitario de la ira del faraón, permiten apreciar a Christian Bale en su plenitud, ya que nos dejan ver los aspectos humanos del personaje, dando espacios para que apreciemos todo el rango de su personalidad, tanto que el espectador se anima y presiente que vendrán grandes momentos a medida que se desarrolle la trama, lo cual no acaba de ocurrir, si bien los momentos que Moisés ha compartido con Séfora, su esposa del desierto, dejan en él su huella en el resto del filme, aún más de lo que se puede deducir de la narración bíblica, siendo este un buen ejemplo de aporte novedoso a la historia.

Independientemente de las expectativas y condicionamientos que tenga el espectador, ver a Exodus: Dioses y reyes es una experiencia entretenida e interesante, que atrapa la atención durante todo el tiempo. Es cuestión de no compararla con otras versiones, sino de vivirla, tal como es, y de apreciar la riqueza de interpretaciones que se esconden en los grandes relatos de la humanidad. Así se enriquece la visión. Así se desarrollan las perspectivas novedosas y los rompimientos de esquemas, lo cual es, también, una de las tareas del cine.

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