Críticas
Cuidado con lo que deseas
Fantasy Island
Jeff Wadlow. Estados Unidos, 2020.
Pues me encuentro en otra de esas ocasiones en las que estoy deseando finiquitar esta crítica con un par de adjetivos que den buena cuenta del despropósito. Nos ahorraríamos tiempo, yo, de devaneo de sesos con explicaciones varias y usted, de tiempo de lectura. Pero qué demonios, metamos la cabeza en esta pintoresca isla.
Fantasy Island (Jeff Wadlow, 2020) es el nuevo producto de Jeff Wadlow, voluntarioso director de irregular carrera que ha probado con diferentes palos a ver si da la campanada. Muestra cierta querencia por lo fantástico y, la verdad, es que muestra hechuras y algo de mundo propio, pero, de momento parece que no acierta con esa película que marque un antes y después en su carrera. Efectivamente, pueden deducir, queridos lectores, que Fantasy Island tampoco es ese despegue. Más bien, todo lo contrario. Aburrido viaje a ninguna parte, no hay ni un solo detalle que sobresalga en la colección de tópicos y giros de guion absurdos que reducen un puñado de ideas ya de por sí bastante escasas a algo que bordea peligrosamente el insulto.
El engendro que perpetra Wadlow juega a película de terror, aunque bien es cierto que lo realmente horroroso es saber que has perdido casi dos horas de tu vida cuando termina el visionado. Los misterios de la isla se desinflan a cada segundo, lo cual sería perdonable si los primeros compases de película fuesen lo bastante intensos como para enganchar al espectador. Eso no sucede, y los irritantes personajes extraídos del manual del guionista perezoso merecen cada punzada de dolor. Cualquier atisbo de complicidad con las víctimas de las maquinaciones del mágico lugar se desvanece por su estupidez o falta de interés. O se pasan de caricatura o de intensidad. No hay equilibrio alguno, lo cual resquebraja el ya de por sí confuso tono de la propuesta.
De acuerdo, los personajes idiotas o carne de cañón son un lugar común en el género, pero para que la cosa sea más o menos interesante, se necesita a cambio buena construcción de ambientes o dosis de horror físico que impacte. En Fantasy Island no tenemos ninguna de las dos cosas. El resultado se encuentra en un incómodo lugar, en tierra de nadie, demasiado suave en las soluciones como para esconder sus debilidades. Incluso parece coquetear de manera peligrosa con la comedia, no sé si de manera pretendida o por accidente. Evidentemente, el escarceo cuesta caro y empuja con fuerza hacia el abismo.
Los derroteros de la película acaban por arrastrarse sobre secundarios incrustados a martillazos, explicaciones que resultan inverosímiles (sí, incluso en el entorno fantástico en el que se ofrecen) y los giros de guion ya no es que sean predecibles, es que no tienen pies ni cabeza. Da la sensación de que no hay nadie al volante, de que cada decisión se tomó cinco minutos antes de rodar la escena.
Todo falla en el conjunto, porque las piezas individuales son insostenibles. La idea de fondo, cuidado con lo que deseas, rebota en subtextos de moralidad cuestionable que, me temo, no pretendían ser la broma que se muestra en pantalla. Fantasy Island comete el peor de los pecados: tratar al público como si fuese idiota, capaz de tragarse cualquier cosa, simplemente, porque viene disfrazado de un género al que se exige poco.
Detesto esa actitud. Amo el cine de horror, el fantástico en cualquiera de sus facetas, y duele que en pleno siglo XXI todavía tengamos que lidiar con películas como Fantasy Island. Incluso puedo aplaudir el enésimo ejemplo de autoparodia o incompetencia que acaba transformando la producción en comedia involuntaria. Pero en Fantasy Island encontramos dejadez, complacencia, fe en la fórmula sin ningún tipo de cariño por el producto final.
Blumhouse se ha convertido en refugio para el horror. La productora centra la mayoría de sus lanzamientos en estas lides, apostando por la cantidad más que por la calidad. Es de justicia decir que en el catálogo encontramos grandes aciertos, e incluso algún clásico moderno, como Sinister (Scott Derrickson, 2012) y ha servido de plataforma de despegue a directores que son la tabla de salvación del fantástico, como Mike Flanagan. Tampoco podemos lanzar piedras contra el propio tejado en este aspecto, al tener esta empresa que, por lo menos, apuesta de manera más o menos seria por el terror.
El caso es que Fantasy Island no será de las películas que den lustre al sello. Todo lo contrario: es olvidable hasta la tristeza. Porque lo mínimo sería un rato de entretenimiento, en el que, por muy estúpido que sea lo que ocurre en pantalla, el espectador disfrute de la desconexión ligera del producto teledirigido. El problema es que la seguridad en las posibilidades deriva en torpeza imperdonable. Al parecer, está inspirada en una serie de televisión de culto. Por mi parte, desconozco el material original, pero aseguro que su versión en la gran pantalla no me ha invitado a la exploración de su punto de partida.
Quizá tenga suerte y sea capaz de esquivar todas esas piedras del camino. Es posible que goce de ese rato de diversión con un placer culpable que yo he sido incapaz de atisbar. En todo caso, mi recomendación es que no se acerque a este engendro fílmico ni por accidente.
No digan que no les avisé.
Tráiler:
Ficha técnica:
Fantasy Island , Estados Unidos, 2020.Dirección: Jeff Wadlow
Duración: 110 minutos
Guion: Jillian Jacobs, Christopher Roach, Jeff Wadlow
Producción: Blumhouse Productions
Fotografía: Toby Oliver
Música: Bear McCreary
Reparto: Michael Peña, Maggie Q, Michael Rooker, Lucy Hale, Kim Coates, Portia Doubleday, Ryan Hansen, Charlotte McKinney, Jimmy O. Yang, Parisa Fitz-Henley, Robbie Jones, Austin Stowell, Goran D. Kleut, Nick Slater, Evan Evagora, Joshua Diaz, Renee Murden, Jeriya Benn, Mark Weinhandl, Ian Roberts, Tim Wong