Reseñas de festivales
Farewell to Yuanmingyuan
Existen documentales cuya valía cinematográfica queda en un plano soterrado cuando lo que se nos muestra es de tal contundencia e importancia que trasciende a cualquier tipo de contemplación artística. Esto me viene a la cabeza con tan solo pronunciar el nombre de Zhao Liang, artista chino multidisciplinar, cuya filmografía está dedicada a un propósito bien definido, que significa una lucha personal por dar a conocer la gama de realidades que sufre su país. Su principal objetivo radica en el intento por dar a conocer y mejorar la problemática de aquellos que ven sus obras.
Con Adiós Yuanmingyuan vivimos los últimos momentos de una colonia en Pekín donde se reunieron artistas de diversas disciplinas, en su mayoría pintores, entre los años 1989 y 1995. Esta comuna artística, que llegó a reunir a más de cuatrocientas personas, surgió de forma inesperada y creció como la espuma cuando los ecos de aquel lugar empezaron a resonar como el espacio perfecto donde crear e interaccionar con otros creativos y, a la vez, vender con más facilidad las obras. Sin embargo, pronto se encontraron con la oposición del gobierno, que veía esta congregación como una amenaza de seguridad nacional. La presión no se hizo esperar, a través de numerosas detenciones y contundentes amenazas.
El miedo y la imposibilidad de mantener una rutina normalizada llevaron a que la colonia se deshiciera. Este proceso de desorganización está retratado de manera fluida y espontánea en esta cinta. Zhao Liang, con tan solo una cámara de video, se suma a esos pintores, mientras se reúnen para charlar sobre las detenciones acaecidas durante el día, planificar las pocas opciones de mantener su vida en la colonia o, simplemente, hablar de sus experiencias mientras fueron arrestados y lo que encontraron en las cárceles, donde el corporativismo de algunos reclusos con el sistema, roza lo inexplicable.
A lo largo del documental, son abundantes los planos sostenidos que encuadran al objeto primordial, que es la persona que ofrece su testimonio. No existen artificios de ningún tipo y, aun así, sus imágenes rebosan una carga y fuerza visual que pocos films, incluso de ficción, pueden igualar.