Críticas
Adrenalina de alto octanaje
Fast & Furious 7 (A todo gas 7)
Furious 7. James Wan. EUA, 2015.
La séptima entrega de la saga Fast & Furious llega consagrada completamente al exceso, tanto dentro como fuera de la pantalla. Dos semanas después de su estreno en cines, ya ha alcanzado la desorbitante cifra de los 800 millones de dólares de recaudación en taquilla, y contando. Promete convertirse en la primera producción de la Universal en sobrepasar los mil millones, y de momento es el mejor estreno de la franquicia. Esta vez, Justin Lin le cede el asiento del piloto a James Wan para mantener la saga por lo menos a la altura de sus últimas dos entregas. Este relevo de talentos asiáticos demuestra el buen conocimiento que tiene Hollywood de la procedencia de la fuente del buen cine de acción, y de hecho, Lin abandona el universo del motor superpropulsado para encargarse de la continuación de otra saga igual de frenética e intensa: Star Trek.
Esta vez, junto a Wan, se incorporan nuevos fichajes como Jason Statham, Djimon Honsou, la judoka Ronda Rousey y el tailandés Tony Jaa, quien salta al mundo hollywoodiense. Como broche de oro bien pulido y enlucido, Kurt Russell completa este elenco high-class.
Lo que en 2001 empezó como una revisión motorizada de Le Llaman Bodhi (Point Break, Kathryn Bigelow, 1991), y bautizó a los tuneros como protagónicos del cine de acción, fue desgastándose en secuelas que no cuajaban hasta que en Fast Five (2011), Justin Lin se decidió, después de dos entregas a su cargo, a poner quinta marcha y pisar el acelerador a tope para transportar al clan Toretto a las calles de Brasil e insuflar una buena dosis de aire fresco a la saga. En ese quinto capítulo, la franquicia utilizó un recurso descaradamente ingenioso que constituye la base de una fórmula que da vía libre a la futura acumulación de entregas sin riesgo de agotamiento: a saber, apropiarse de la estructura temática de un género del universo del entretetinimiento, meterle gasolina de alto octanaje, colocarle dos bombonas de óxido nitroso y ponerla a tropecientasmil revoluciones a quemar rueda.
En Fast Five, el género fue una heist movie (de hecho reciclaba el guion de la secuela de The Italian Job, F. Gary Gray, 2003: The Brazilian Job), y con la incorporación de Dwayne Johnson como genial y carismático alter-ego de Dom Toretto, cuales montañas andantes, se recuperó la confianza y el respeto de los fans. Dos años después, Fast & Furious 6 (Justin Lin, 2013) logró meter a sus protagonistas en una aventura propia de James Bond. Hasta se incorporó un villano británico (fantástico Luke Evans) y se tomó Londres como escenario en el que descargar la trepidante acción.
En esta séptima entrega, pues, con el director de Saw (2003) al volante, el género que se fagocita es una asombrosa mezcla entre Mission: Impossible y el cine de superhéroes. Así, esta vez, Dom, Bryan, Letty y Co. han de enfrentarse con el “hermanito” (Statham) de Owen Shaw, el villano de la anterior película. Un arma humana dispuesto a vengarse y tan ducho con el cambio de marchas como rompiendo huesos. Al mismo tiempo, el equipo de la “familia” Toretto es reclutado por una unidad secreta del gobierno para rescatar de las manos de un terrorista (Djimon Honsou) a un “hacker” que ha creado un chip capaz de controlar todos los dispositivos electrónicos del mundo, “El Ojo de Dios” (referencia sutil a Person of Interest, Johnatan Nolan, 2011-2015), antes de que caiga en malas manos.
De este modo, de corredores en carreras ilegales el elenco de protagonistas ha ido evolucionando, moldeándose y redefiniéndose hasta cristalizar, en el título que nos ocupa, en escuadrón secreto al servicio del gobierno con facultades sobrehumanas para conducir, correr, golpear, saltar… y volar.
Lo que viene a ser una versión tuneada de Los Vengadores, que han substituido los trajes de superhéroes por bólidos (el hecho de que cada uno lleve un coche propio de un color diferente al resto no es gratuito) y dirigidos por una suerte de Nick Furia incorporado por un maravilloso Kurt Russell que parece apadrinar, como “perro viejo” en el cine de acción, el nuevo estilo del actioner anabolizado (ahí está la metáfora del gusto por la cerveza belga de su personaje y el gusto por la “Coronita” por Dom Toretto).
Pero si hay algo por lo que destaca esta nueva versión de la saga, y que subyace en su esencia desde la primera entrega, es por su nada disimulado compromiso con la acción por la acción, por el entretenimiento cargado de adrenalina, autoconsciente de sí mismo y sin miedo a esconderse, puro disfrute. El propio James Wan (quien ya demostró su audacia para encargarse de un título de acción con la genial Sentencia de Muerte (Death Sentence, 2008)) hace su declaración de intenciones en los mismos créditos iniciales, con un plano secuencia que acompaña al monólogo de un entregadísimo Jason Statham y que compensa él sólo el precio pagado por la entrada; una exhibición formal que concentra toda la intensidad y desfase que acompañará al espectador durante todo el metraje.
Como rasgo distintivo de su estilo, el director malayo utiliza el recurso de la cámara pegada literalmente al cuerpo de los actores en las luchas cuerpo a cuerpo, los planos detalle de décimas de segundo de los pedales y el cambio de marchas, el giro de 360º que recorre visualmente los movimientos de las volteretas y giros acrobáticos, los travellings in que terminan en primer plano, y la habilidad para dotar de una textura única a las secuencias de acción, preparadas para enmarcar en el Salón de la Fama de las set pieces más trepidantes y megatónicas de todos los tiempos (inolvidable el triple salto mortal con coche atravesando las Etihad Towers de Abu Dhabi).
El eje vertebrador de la filosofía sobre la familia predicada por el pandillero/patriarca Toretto se hace más patente aún en esta entrega a través de varias frases lapidarias que habitan el guion creado por el habitual Chris Morgan en un libreto, aún sin renunciar al ingenio, entregado a la autoconsciencia de que las palabras estarán subordinadas al efectismo visual.
Las secuencias de acción, por otra parte, no serían lo mismo sin las partituras del asiduo de la franquicia Brian Tyler. El joven compositor crea piezas que reproducen el golpeteo de los pistones y el rugir del motor junto con partes de cuerda que ayudan a enfatizar los momentos de clímax más intensos.
Pero después de tanta velocidad y sensaciones trepidantes, una larga sombra se cierne sobre el espectador y le recuerda que la “familia” que se formó catorce años atrás en las calles de Los Ángeles ha perdido a un miembro irremplazable. El malogrado Paul Walker, ha tenido que ser recreado en parte del metraje por la tecnología de CGI (Computer Generated Image) del mismo modo que se hizo con otra gran pérdida, Philip Seymour Hoffman, en Los Juegos del Hambre: Sinsajo parte I (The Hunger Games: Mockingjay part I, Francis Lawrence, 2014).
En su última aparición como Bryan O’Conner, es doblemente homenajeado por James Wan con un respeto y una sutileza dignas de admiración: por una parte, se recupera a Walker como auténtico héroe de acción capaz de confundirse en algunas escenas con el mismísimo Ethan Hunt; y por otra, los minutos finales del filme están dedicados por entero a una emotiva, y muy ingeniosa formalmente, despedida rendida al desaparecido actor que hace cuasi inevitable la entrada a escena de las lágrimas.
Fast & Furious 7 ha conseguido entregarse por completo al entretenimiento de proporciones titánicas, como titanes son también sus protagonistas. La lectura mitológica se hace evidente no únicamente en la aventura de estos jasones motorizados, sino en la lucha entre Statham y Vin Diesel cuales dioses nórdicos con espadas de acero en la azotea del parking, y en la colosal musculatura de Dwayne Johnson (atentos al guiño a Hulk). Lo que el público recibe es precisamente lo que espera, una sobredosis de adrenalina y espectacularidad bajo la batuta maestra de un James Wan que afronta con ingenio el reto de mantener fresca y viva una saga en la que la definición compleja de los personajes y un guión profundo no caben en el maletero. Pero es que, cuando vas a saltar desde un avión en tu coche para frenar los pies a un terrorista que quiere controlar el mundo, los libros de texto y las reflexiones filosóficas y existenciales mejor dejarlos en casa. El espectador lo sabe y la película es más que honesta ofreciendo lo que se le reclama: simple y puro disfrute. Diagnóstico: misión cumplida.
Tráiler:
Ficha técnica:
Fast & Furious 7 (A todo gas 7) (Furious 7), EUA, 2015.Dirección: James Wan
Guion: Chris Morgan
Producción: Universal Pictures/Relativity Media/China Film Co.
Fotografía: Stephen F. Windon, Marc Spicer
Música: Brian Tyler
Reparto: Paul Walker, Vin Diesel, Michelle Rodriguez, Dwayne Johnson, Jordana Brewster, Jason Statham, Kurt Russell, Tony Jaa, Chris “Ludacris” Bridges, Tyrese Gibson, Ronda Rousey
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