Festivales
Festival Cine de Rotterdam 2015
Rotterdam es a Europa lo que Sundance a Estados Unidos. El paraíso del cine en cuanto a producciones independientes, atrevidas, llenas de riesgo y nada conformistas, todas las cuales dan forma a un festival en el que también existe un elevado grado experimental entre las propuestas seleccionadas.
Si adoptásemos el criterio de medir la calidad de un festival en relación a las premieres que es capaz de atraer hacia sí mismo, podemos aportar como dato que durante la 45° edición del Festival de Rotterdam se han proyectado 53 estrenos mundiales, 23 estrenos internacionales y 21 estrenos europeos.
No obstante, el verdadero elemento diferenciador del festival es dar cabida en su competición a aquellas obras que supongan la primera o, como mucho, la segunda película de un autor. A través de esta estrategia de selección, el evento se convierte en una apuesta por los cineastas del futuro y en una fuente de descubrimiento de jóvenes talentos.
Rotterdam hace entrega de tres premios de 15.000 euros (Hivos Tiger Awards), a los cuales este año optaba un total de trece películas, cuatro de las cuales habladas en castellano. Dos de los tres premios fueron concedidos a cintas de habla hispana. El primer premio fue para la cubana La obra del siglo, de Carlos M. Quintela, y el segundo premio fue a parar a manos de la tailandesa Vanishing point (Punto de fuga), de Jakrwal Nilthamrong. Por último, el tercer premio reconoció a la extraordinaria película peruana Videofilia (y otros síndromes virales), dirigida por Juan Daniel Fernández Molero.
En esta sección, han destacado otras dos películas argentinas que habrá que tener muy en cuenta a lo largo de este año. Se trata de la bella La mujer de los perros, de Laura Citarella y Verónica Llinás, y Parabellum , de Lukas Valenta Rinner, coproducida con Alemania.
La primera aborda el tema de la incomunicación, de un modo existencial, a través de una mujer que se rodea únicamente de perros, y la segunda trata de un experimento consistente en encerrar a ciudadanos de Buenos Aires en medio de la selva, con el fin de que aprendan a sobrevivir, haciéndoles suponer que ha llegado el fin del mundo. El resultado será un retrato del ser humano deshumanizado, y las consecuencias del experimento, desastrosas.
El jurado en esta sección estuvo compuesto por el director de la Filmoteca Española, José María Prado García, el director de cine australiano Rolf de Heer, el productor japonés Shozo Ichiyama, la actriz Johanna Ter Steege y la que ya ganara uno de los premios, Maja Milos.
Es de destacar, por último, antes de hablar de los Hivos Tiger Awards, la película colombiana, coproducida con Argentina y Francia, Los Hongos, de Óscar Ruiz Navia, que después de cosechar diferentes premios entre Locarno y Sevilla, obtuvo además aquí en Rotterdam el premio Dioraphte, cuya dotación económica es de 10.000 euros e intenta apoyar financieramente a películas realizadas en África, Medio Oriente y América Latina, fundamentalmente.
En cuanto a los Hivos Tiger Awards, trataremos en primer lugar La obra del siglo, de Carlos M. Quintela, que ha sido rodada en blanco y negro y alterna imágenes de archivo en color, obtenidas del momento en que se empezó a construir una central nuclear en la localidad de Juraguá con la ayuda de la Unión Soviética, proyecto que se detuvo tras la dimisión de Gorvachov.
La película muestra a tres generaciones diferentes y enfrentadas entre sí, por tener un modo distinto de entender la vida, a raíz del parón de la construcción de la central nuclear. Los tres, además, se ven obligados a vivir bajo el mismo techo. El hijo, llamado Leo, que ha vuelto a casa porque su novia le dejó, el padre de éste, Rafael (en paro tras el cese de la construcción de la central) y el abuelo, Otto. La situación que cada uno de ellos atraviesa es diferente y la película será un retrato de la opresión y la angustia que vivirán para tener que hacer frente a la situación en la que se encuentran. El edificio en el que viven se encuentra justo enfrente del sitio en que se estaba construyendo la central.
Se trata de un tipo de cine comprometido, hecho con ángulos de cámara en algunos casos casi imposibles, cuya narración se encuentra fragmentada por la inserción de imágenes de archivo. Como momento cumbre, que representa la punta del iceberg de las tensiones existentes, es destacable el que muestra a Rafael en su habitación con su novia, mientras que en ese mismo momento su hijo (Leo) se masturba en el cuarto de baño, y el abuelo (Otto) se pone a escuchar a través de la puerta lo que hace la pareja.
Simbólico también es el plano que recoge la puesta de sol, una forma de mostrar la luz que se oculta al final del día y la imposibilidad de encontrar puntos de unión entre los tres protagonistas.
Por otra parte, en la magnífica Videofilia (y otros síndormes virales) nos encontramos ante una película, en la que el montaje dota de un enorme sentido y coherencia a la obra, en relación al tema que aborda (la comunicación a través de Internet), acercando el cine a la informática. La forma, en este caso, genera y moldea el contenido, es el auténtico motor de acción de la película, que la hace avanzar, transmitiendo claramente el mensaje por el que apuesta su director, con independencia de la trama.
Así, el film se encuentra articulado en torno a un montaje original, basado en pantallas pixeladas, imágenes que se desdoblan, como si fuera la pantalla de un ordenador, las cuales terminan convirtiéndose en encadenados entre planos diferentes.
Vivimos momentos en los que se pueden mantener relaciones de forma virtual, como muestra el film, mediante una simple webcam. Este hecho será el desencadenante para que la pareja protagonista, Luz y Junior, que todavía no se conocen, lo hagan. Fernández Molero nos mostrará entonces las consecuencias de un mundo en el que priman las redes sociales, pero hueco y vacío, en realidad, y en cuyo seno la gente que no sabe adaptarse busca y encuentra otros fines.
El film arroja otras reflexiones, como la naturaleza de las imágenes de las que se ha inundado la red. El propio desembarco del digital en el cine valida el planteamiento realizado en torno a la analogía de cine-informática. Otros temas abordados son la piratería, la pornografía, las snuff-movies. Sin embargo, el peso específico del relato, al final, recae sobre el modo en que cada uno hace uso de estas tecnologías, ya que termina surgiendo una doble moral, para cuestionar hasta qué punto cada uno está dispuesto a manipular la realidad, en un mundo realmente vacío de sentimientos.
Por último, la tailandesa Vanishing point, de Jakrwal Nilthamrong, muestra un accidente de coche que sirve de pretexto para indagar en las consecuencias que nuestros actos tienen sobre las personas que nos rodean y en la necesidad de tomar conciencia de la importancia de esta circunstancia.
El enlace completo al palmarés de la 44ª edición del Festival de Cine de Rotterdam, aquí.