4:44 a.m. es la hora exacta en que la existencia, tal como la conocemos, acabará. El día, mañana. El hecho de saber el momento exacto del fin del mundo podría considerarse como algo práctico y provechoso para que cada cual se organice y pueda elegir con quien y cómo pasar esos últimos instantes, pero también podría ocurrir que ante esta noticia el caos inundase el planeta y el fin llegase antes de que los presagios se cumplan.
La visión de Abel Ferrara sobre el Apocalipsis se encuentra en las antípodas de las versiones más grandilocuentes, donde el cataclismo se representa con inmejorables efectos visuales. Aquí no vemos a la multitud huir en masa de la ciudad en busca de un refugio, no aparecen edificios envueltos en llamas que salen del cielo ni terremotos y maremotos que arrasan todo a su paso. La propuesta que nos presenta Ferrara es minimalista, tanto en su puesta en escena como en la perspectiva que aplica al modo en que sus personajes deciden afrontar este último día en la Tierra, todo tan dentro de una rutina que pudiera ser un domingo cualquiera. El escenario de la película es un loft neoyorquino donde vive la pareja protagonista (Williem Dafoe y Shanyn Leigh), y en contadas ocasiones la inquietud de él nos lleva a través de una ciudad que da mínimas muestras de lo que en pocas horas va a acontecer. Ella, artista plástica, no busca indicios fuera de esas cuatro paredes y prefiere pasar el tiempo creando una nueva pintura y meditando. Ninguna de sus acciones sobrepasan lo que podemos suponer como cotidiano para esta pareja, desde el afeitado de él a primera hora de la mañana, los momentos de romanticismo y sexo, el murmullo de la tele de fondo con la opinión de los expertos sobre lo que se debe esperar que ocurra a las 4.44 a.m. o la decisión de pedir comida china a domicilio para cenar.
Existe un revestimiento de misticismo que está presente durante toda la cinta. Ferrara imagina un final sin lágrimas ni dramatismo alguno, donde la paz interior de la pareja tiene mucho que ver con la creencia en una transición a otro modo de existencia espiritual. En reiteradas ocasiones se sirve de una serie de planos recurso que hacen referencia a la humanidad como comunidad contemplativa que redundan en la filosofía ascética y que dan forma a un parche innecesario que ensucia la propuesta sin artificios que ha compuesto.