Muestras, Festivales y Premios
Festival de Cine Queer 2019
Surgido en La Plata (Argentina), en 2009, el Festival de Cine Queer se ha centrado hasta 2018 en cortometrajes y largometrajes que exponían una perspectiva queer, “donde la identidad se piensa como una construcción constante, sin parámetros establecidos, entendiendo que la sexualidad se practica y se expresa en todo lo que pensamos, sentimos y hacemos”.
Del 25 al 30 de junio se llevó adelante esta nueva edición que tuvo la particularidad de sumar, por primera vez, la Competencia Internacional, en la que se presentaron seis largometrajes de origen latinoamericano. Durante los cinco días compitieron también cortometrajes nacionales, extranjeros, largometrajes nacionales. Por fuera de concurso se presentaron además films como el de la apertura del festival: Una banda de chicas (Marilina Giménez, 2018).
Se abordaron, también, tres temáticas que habilitaron la proyección de otros films que no entraron en competición: La gran ciudad, Nuestros derechos y En primera persona. A esto se sumaron recitales musicales de los cuales uno de ellos fue el de apertura, integrado por las protagonistas del film en su mini Recital Joyaz.
El jurado para la Competencia Internacional estuvo compuesto por la directora argentina Ana Katz, la chilena Marialy Rivas, y la artista argentina Juana Molina. Al igual que en sus ediciones anteriores, el festival contó con dos Competencias de Cortometrajes, en las cuales la directora Anahí Berneri, el programador y director Leandro Listorti y el activista y periodista Lucas Fauno Gutiérrez eligieron las producciones ganadoras.
Antonio Zucherino, integrante del espacio autogestivo Queer, sostuvo en uno de los medios radiales (FM 106.3) locales que las temáticas abordadas en el festival habilitan “la oportunidad de distintas miradas en torno al cuerpo y al encuentro plurinacional de mujeres, lesbianas, no binaries, transexuales, y no patriarcales que se llevará a cabo en nuestra ciudad”.
Pocas críticas se pueden hacer, más se trata de observaciones sobre algunas cuestiones de desorganización durante la etapa previa a la edición. Año a año se consolida a fuerza del empeño la tarea de jóvenes que, como artífices, avanzan de manera sólida sobre la tarea de instalar y desandar conceptos, prejuicios y visiones vinculadas al campo Queer.
La información completa del Festival -películas, actividades, horarios y novedades- se encuentran en www.espacioqueer.com.ar
Cassandro, el exótico, Marie Losier. Francia-México, 2018. Mejor Película (Competencia Internacional)
La directora francesa Marie Losier sigue a su protagonista a través de los últimos años de actividad profesional, poco antes de que un mal golpe en el escenario le impidiera continuar con sus actividades como luchador. A modo de collage de imágenes, rodadas en 8mm y 16mm, la cámara sigue a Cassandro (una estrella transformista de lucha libre en México), quien, tras 26 años en los cuadriláteros, toma la decisión de retirarse. Lo seguimos en el detrás de escena de las peleas, en la intimidad de su hogar, en alguna fiesta familiar, al recorrer las calles y edificios que marcaron los inicios de su actividad y al confesar las huellas de un pasado algo oscuro. El resultado es un retrato que va perdiendo sus cualidades extravagantes, a medida que la humanidad comienza a hacerse más evidente y cercana, sin dejar nunca de lado, desde luego, los placeres de la lucha, sus coreografías, su arte y su magia.
Si bien ha tenido el reconocimiento en otros festivales (fue furor en el año 2018 en el marco del festival de cine de Mar del Plata), el film se consagra, en esta ocasión, como el mejor largometraje internacional en competencia. Sin embargo, tiene ciertas debilidades relacionadas con el personaje, que termina dominando el relato, al manipular, por momentos, el recorrido de la narración. Ha sido objeto de críticas sobre este aspecto, dado que Cassandro, el exótico domina la escena y devora el mensaje deseado por su directora.
Enigma, Ignacio Juricic. Chile, 2018
Desde una escena inicial muy peculiar, narra el drama de Nancy, una mujer que recibe la oferta de participar en un programa de televisión sobre misterios sin resolver. Uno de sus episodios contará la historia de su hija, una chica asesinada a golpes en un ataque homofóbico, que no ha tenido resolución hasta la fecha. A partir de aquí, la madre debe padecer las distintas versiones que circulan sobre lo que sucedió el día del crimen. Así, encontrará a una familia que silencia la situación y a una sociedad que espera el morbo del espectáculo televisivo.
Inspirada en hechos reales, su director, interpela el uso de la televisión chilena, que desde los años 90, hace del relato un espacio para el regodeo del dolor y la frivolización del crimen. Toma como caso el asesinato de Briones, así como el de otros homosexuales, para denunciar que la no resolución de estos crímenes, relacionados con sectores marginados, se debe a la desidia de un Estado que no asume el derecho y la defensa de estos grupos.
Película particular que recurre a actrices de diversas generaciones en ámbitos cotidianos que le dan un gran realismo y naturalidad al guion. La peluquería; el baño como punto de encuentro, de silencios, de sospechas. La puesta en escena se logra de manera acabada, con una buena dirección de fotografía, que opta por los planos fijos y largos que otorgan realce a sus personajes.
La complicidad femenina se destaca como una constante y el rol del hombre, representado solo por el padre de la joven asesinada, ocupa un lugar en el que el silencio y el refugio de la soledad desdibuja, casi de manera explícita, su lugar en la historia. Hay que mencionar a la televisión y su espectáculo como amenaza latente de exposición brutal sobre temas dolorosos y silenciados.
Nancy sobrevive ante el enigma de la muerte de su hija, llevando al espectador a transitar un proceso en el que lo buscado no es la resolución de una historia, sino el padecimiento por transitarla. Si bien el film adolece de una cuota de mayor dinamismo, el objetivo de la denuncia se cumple con rigor.
Por último, se ha de mencionar que Enigma ha recibido importantes reconocimientos, entre ellos el apoyo del Latin American Fund del Tribeca Film Institute de Nueva York. Además fue seleccionado para los festivales de Cine de Valdivia (Chile) y Filmar en América Latina (Ginebra, Suiza).
Fabiana, Brunna Laboissiere. Brasil, 2018
En formato de documental, Fabiana trata la vida de una camionera lesbiana transgénero que narra su historia, atravesada por la soledad, los desencuentros y el reconocimiento de su identidad. El mostrar a una mujer trans ejerciendo su profesión, siendo respetada y reconocida en este entorno, es uno de los aspectos más destacados de la película.
El personaje protagónico marca una clara posición, que busca construir a la representatividad del género, poniendo esta construcción identitaria en espacios de trabajo enraizados en la tradición viril.
Ahora bien, el film entra por la ventana (tal como se expresa en la sección que compite) pues no estaba prevista para concursar. No obstante, atento a la valoración de la directora (comprometida con los embates contra el avance de la Derecha en Brasil), el comité organizador decide darle lugar. En este aspecto, por momentos, Fabiana desentona y esto se hace sentir, pues quita cierta esencia sobre lo esperado en este rubro de la competición.
Fin de Siglo, Lucio Castro. Argentina, 2019
Historia de dos hombres amantes en un tiempo (fin de la década del 90) y espacio (Barcelona) determinados. Hombres en una búsqueda, ante el deterioro de un pasado y la posibilidad de la construcción de un nuevo futuro. Si bien no profundizaremos en el análisis, porque ya lo ha abordado Marcela Barbaro en EL ESPECTADOR IMAGINARIO, haremos mención de algunos elementos que complemente la propuesta. La narrativa, que parece sencilla, se va complejizando. Lucio Castro, en su ópera prima, galardonada en Bafici 2019, “se reconoce admirador del cine de Eric Rohmer, su influencia se percibe en la elegancia de la cámara cuando registra a sus personajes deambulando por la ciudad, sin descuidar el aspecto pictórico de la composición y la fotografía” (expresa Bárbaro).
La historia de las posibilidades que ese romance tuvo o hubiera podido tener con solo alterar de forma mínima el movimiento de alguna de sus piezas, juega un sutil efecto mariposa. Con esta supuesta premisa, Castro recurre al juego de efectos temporales superpuestos para contar la historia de amor que trascurre en el lapso de veinte años.
Al director, estas estrategias sobre los cuales decide a cada momento, no le incomodan. El objetivo no está puesto en comprender la linealidad del relato; las líneas cronológicas del relato son manipuladas a medida que este avanza, de modo tal que la narración se reformula en forma permanente. He aquí tal vez el desafío.
En relación a los otros films en competencia, Fin de Siglo, no recupera en sí elementos propios de los países de referencia. Por ello, los trasciende desde una estética que resulta más universal y empática con un mayor espectro de público.
José, Li Cheng. Guatemala, 2019
La historia de José (Enrique Salanic), un joven de 19 años, que vive solo con su madre en un apartamento pobre y lúgubre, expresa la vida cotidiana en la que el trabajo es el eje de sus vidas y en las cuales no hay posibilidad de redención. En este contexto, cuya tarea es la de dirigir el tránsito a los automovilistas que luego pasan a una tienda de “comidas baratas”, José observa, aparentemente con envidia, el dulce juego de sus compañeros de trabajo heterosexuales. El joven realiza encuentros en un flophouse que se alquila por horas con otros jóvenes casuales de su mismo sexo.
Al conocer a Luis (Manolo Herrera), un trabajador de la construcción, se enciende suavemente una chispa que modifica a su protagonista. Ahí se anclará la narración para acompañar la relación clandestina entre ambos jóvenes.
Se destacan bellas y frescas escenas de ambos, como la delicada escena postcoital, en la que Luis le muestra a su compañero las marcas de una golpiza o cuando viajan en moto a un lugar remoto.
Li Cheng invita a un drama reflexivo, intimista, ambientado en una Guatemala pobre, sufriente, en la que hay un recurrente escenario visual despojado de toda belleza; al mismo tiempo, invita a reencontrarnos con la belleza de la historia de sus protagonistas. La particularidad del film son sus actores no profesionales que encajan con un estilo acorde con la tradición neorrealista.
El uso de la cámara, cuando lo sigue de cerca a través de la densa expansión urbana o en un entorno rural, fortalece el realismo buscado para dar cuenta de un manejo más intimista del film, fuertemente cargado de sentimientos profundos, en el que se percibe la frustración y la tristeza de sus protagonistas, cuyo retrato de la homosexualidad en una sociedad conservadora los trasforma en grandes/pequeños héroes clandestinos.
Si bien José no obtuvo premiación en esta competencia, la propuesta de su director es considerada como un abordaje de gran calidad en el marco de las temáticas del cine Queer.
Retablo, Álvaro Delgado- Aparicio. Perú, 2018. Mención Especial del Público
Historia ambientada en un pueblo de Ayacucho (Perú), en la que un padre, Noé, se dedica a replicar con alta belleza retablos en cerámica miniaturizada, los cuales son vendidos a los turistas que transitan a diario. Con él va su hijo, que de muy niño acompaña con devoción la tarea de su padre y aprende el oficio. Hasta aquí, la estructura de una familia pequeña, sin grandes desvelos, con una madre potente en la dinámica familiar. En ese transitar se sucederá, sin embargo, una serie de sucesos, que comprometerá la conducta paterna y pondrá en crisis tanto la relación del padre con su esposa e hijo, como la permanencia de todos ellos en el pueblo.
En este film multipremiado en Europa y América, el director construye un relato de admirable belleza, en la que no desperdicia recursos para hacer de esta historia pequeña, pero profundamente dramática, una obra de exquisito arte. En el primer tramo, se enfatiza, a través del niño, la mirada sobre el retablo, como recurso artístico, en el que su padre esculpe, mientras él absorbe todo lo posible para que nada quede sin aprender. Es claro que el aprendizaje del oficio es el mayor legado de su padre.
El núcleo del conflicto pondrá la mirada en el lazo que padre e hijo han tenido en un principio y que se ve alterado, pasando de lo entrañable a la angustia, a través del distanciamiento y el rechazo. El padre porta un secreto que su hijo conoce y que poco tardará en salir a la luz. Los prejuicios culturales, basados en el machismo, serán implacables y, en ese sentido, con maravillosa belleza, después volverán a enlazar el aparente vinculado corroído. Algo está claro, si bien el joven sufre, con notable lealtad también ama, y a través de este amor, en medio de la humillación y el martirio, se sobrepondrá para enlazar nuevamente con maravillosa belleza este vínculo filial.
Algo que resulta sublime es el planteo de la cámara, que registra con total delicadeza prácticas y rituales de la cultura: trabajos diarios, fiestas, el pastoreo, la cosecha, entre otras. La riqueza de los planos expresa la excelente fotografía, muchas veces construida desde la mirada del hijo.
En crítica de algunos medios, se expresa que “Delgado Aparicio ha hecho un filme dulce y, a la vez, muy cruel, sobre una realidad (la nuestra) que rara vez se mira sin complacencia”. Si bien el film no ganó el primer lugar de la competencia, obtuvo un notable reconocimiento del público como mejor film.