Festivales
Festival de Sevilla 2022
19 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA
Retorno a las salas
El Festival de Cine de Sevilla en el 2022 ha vuelto a la normalidad, del 4 al 12 de noviembre, tras los dos años de pandemia. Ha sido un placer detenernos con sus propuestas, en pantalla grande y con las salas abarrotadas de espectadores. Además, en esta edición hemos tenido la suerte de disfrutar de una selección de películas tan completa que hacía difícil elegir entre ellas cuando sus horarios de proyección eran incompatibles. Las últimas obras de maestros como los hermanos Dardenne, Lav Díaz, Paolo Taviani o Alexandr Sokurov se han tenido la ocasión de visionar en la capital andaluza. Igualmente, se ha contado con las películas más recientes de directores tan prometedores como Lukas Dhont, Ali Abbasi o Ruben Östlund. Y Tampoco han faltado realizadores ya encumbrados con sus nuevos largometrajes. Así, podemos citar al español Rodrigo Sorogoyen con As Bestas, el francés Eugène Green con Le mur des morts o el documentalista ucraniano Sergei Loznitsa con The Kiev Trial. No ficción, ficción, animación o filmes repletos de fantasía y vanguardia nos han acompañado a lo largo de todos estos días. Miradas al presente, al mundo de los jóvenes o de los más mayores, conflictos sociales, revisiones del pasado o dramas profundos contemporáneos se han exhibido en el certamen, mientras se reflexionaba sobre la condición humana desde la mirada de los autores. Una semana intensa que nos ha cautivado plenamente.
En la Sección Oficial se ha reunido una colección heterogénea de obras perteneciente a cineastas de generaciones muy distintas. Así, se han presentado largometrajes de realizadores o realizadoras que acaban de pisar la treintena, como la iraquí Kurdwin Ayub, junto a otros que superan los noventa, como el director de origen estadounidense Frederick Wiseman. Se han buscado, por tanto, diversos intereses y preocupaciones capaces de abarcar a un amplio espectro de espectadores. Entre dichos asuntos, hemos entrado al abordaje con miradas hacia el pasado desde nuevos enfoques. Citaríamos Fairytale de Sokurov, A Couple de Wiseman o Leonora Addio de Taviani. También sería merecedora de incluir en este apartado la vuelta a su juventud, en los ochenta, de la italiana Valeria Bruni Tedeschi en Forever Young. Con ellos y ellas hemos viajado desde puntos de vista audaces con los líderes de la Segunda Guerra Mundial, con ficciones sobre literatos del pasado o con el seguimiento de los restos de Luigi Pirandello, fallecido en 1936.
El director de El arca rusa (Russkiy kovcheg, 2002) nos ha desconcertado, sin abandonar su cine cuasidocumental y de arte y ensayo, con una reunión en las puertas del cielo de personajes como Hitler, Stalin Churchill, Mussolini e incluso Napoleón o Jesucristo. En Fairytale, recurriendo al digital, consigue destacar el ambiente de incomunicación que se establece entre los diferentes líderes mundiales. Los protagonistas son presentados en distintas edades de su existencia y con vestimentas variadas, recurriendo a imágenes de archivo. Con un formato 4:3 y en un blanco y negro granulado, transitamos entre silencios, monólogos, algarabías, marchas militares o piezas de música clásica. Con estética expresionista, contamos con una eternidad para seguir golpeando en las puertas del cielo, como en la canción de Bob Dylan. Desde una perspectiva onírica y tenebrosa, el principal problema que vemos en el filme es su ausencia de narrativa, su falta de profundidad sobre alguna idea en particular o su carácter reiterativo en una letanía de muerte.
El documentalista Wiseman recurre en esta ocasión a la ficción, con A Couple, para escuchar a Sophia, la mujer de León Tolstoy, basándose en los diarios de ambos. En esta obra, de solo 64 minutos, asistiremos a un profundo monólogo de la fémina, interpretada por Nathalie Boutefeu, sobre el amor que profesa o ha profesado a su marido y el trato indigno y humillante que ha recibido. Rodada en los maravillosos paisajes de la Boulaye de Belle-lle en Bretaña, no se trata de un filme para todos los púbicos. Formalmente, la película se nutre de planos fijos que combinan el soliloquio de Sophia con bellas imágenes de la naturaleza, mientras nos acompañan sus sonidos. La mujer vuelca emociones mirando en su interior, a la distancia e incluso rompiendo la cuarta pared. De carácter muy teatral, nosotros la hemos disfrutado dejándonos acariciar entre reflexiones sobre la vida, el paso del tiempo, las oportunidades perdidas o los deseos consumidos.
Paolo, el autor de Padre padrone (1977), junto con su hermano Vittorio, fallecido hace cuatro años, presenta su primera obra en solitario, dedicándosela con afecto. Resuena como un testamento final, al igual que Siete mujeres de John Ford (7 Women, 1966), Ese oscuro objeto del deseo de Luis Buñuel (Cet obscur objet du désir, 1977), Dublineses -Los muertos- de John Houston (The Dead, 1987) o París-Tombuctú de Luis García Berlanga (1999). La película Leonora Addio del italiano consta de dos partes. En la primera, asistiremos desde la recogida del Nobel por Pirandello en imágenes de archivo, hasta su sepultura definitiva en su tierra natal, en Sicilia, quince años después del fallecimiento. Nos deleitamos en un viaje de carretera muy particular (más bien de avión frustrado o ferrocarril), cargado de supersticiones, humor absurdo y poética neorrealista, con una fotografía en blanco y negro acaparadora. La segunda parte, en una imagen que va adquiriendo color desde el sepia, consiste en una adaptación de uno de los últimos relatos cortos de Pirandello, basado en un artículo periodístico sobre un chico italiano que acabó con la vida de una niña en Brooklyn. Las dos partes resultan exquisitas, clarividentes y conmovedoras, mientras no se pierde la ocasión de homenajear a clásicos del cine italiano como Rossellini o Antonioni. Una gozada.
Bruni Tedeschi, en Forever Young (Les Amandiers) rememora su experiencia de aprendizaje en en el Teatro del título original, cuna de la revolución teatral gala, de la mano de Patrice Chéreau, en la Francia de los ochenta. Desde París a Nueva York y viceversa, el alter ego de la directora está magníficamente interpretado por Nadia Tereszkiewicz, exhibiendo con brillantez su carácter excesivo, nervioso y hasta histriónico. En realidad, nos internamos en una especie de “Operación Triunfo” engolada y con egos disparatados. Recorremos una época vital de pasiones, desenfrenos, aprendizajes, inseguridades y pérdidas. Con una reconstrucción histórica muy atinada, el filme pretende abrir demasiados frentes y, por ello, se aleja de la profundidad. Ciertamente, al igual que otros autores como Woody Allen y Pedro Almodóvar en sus comienzos, preferimos a la artista italiana más cercana a la comedia que al drama. Una película repleta de irregularidades que se quiere en exceso a sí misma.
Tampoco han faltado en la Sección Oficial miradas sobre la juventud actual. Así, podemos citar la enérgica película Rodeo de la directora parisina Lola Quivoron. Seguimos muy de cerca a Julia, una joven inadaptada que vive para las motos y su mundo, un universo machista en el que el papel de las mujeres se circunscribe a seres débiles o meros acompañantes, incluso a objetos de propiedad exclusiva de los hombres. La protagonista, Julia, es un ser agresivo, desubicado y desconfiado; un “bicho raro” que se apodera de todas las escenas impulsado por la magnífica interpretación de Julie Ledru. El papel le ha valido la obtención de la mejor interpretación, ex aequo, en el Festival. Y viajamos en primeros planos o primerísimos, también con atrayentes trávelins y recurriendo a un montaje acelerado con cámara nerviosa. Para que se sitúen en el filme, nos gustaría resaltar una frase de Julia en unos momentos en que dispone de cierto capital: “No sé que hacer con el dinero; todo lo consigo robando”. Un recorrido violento verbal y físicamente que así mismo contiene escenas magnéticas. Entendemos que este largometraje no persigue buscar la denuncia sino exhibir un submundo marginal con futuros demasiado oscuros.
Siguiendo con la juventud, Sonne, ópera prima de la autora austriaca de origen kurdo Kurrwin Ayub, está producida por el polémico Ulrich Seidl, “un pornógrafo social”, según su propia definición. El filme mantiene un tono atrayente al principio, que va decayendo conforme la trama avanza. La interesante contemplación sobre escrúpulos ante símbolos religiosos va deshinchándose, al igual que la canción de R.E.M., Losing my Religion. Yesmin es una adolescente de nacionalidad y orígenes como la directora, que ha decidido no prescindir del hiyab. Junto con sus dos amigas, revolucionan su entorno y las redes sociales con una versión muy particular de la canción citada; parangonando, así mismo, la apariencia de un vídeo de YouTube , Instagram y/o grabaciones de móviles. Lo que podría ser una buena disección sobre el choque de culturas y religiones, un repaso en la frontera de la modernidad y de las tradiciones, deriva en un juego alocado en el que lo importante ya no es ni siquiera divertirse sino difundir todo aquello que nos ocurre o se nos pasa por la mente. En realidad, la película funciona como valiente exhibición de aquellas y aquellos que pretenden salirse del rebaño. Otra mirada por la obsesión de publicar antes que experimentar.
En la Sección Oficial también se ha incluido el filme Close del belga Lukas Dhont, ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes y Sevilla, además, aquí, del de Mejor actor al chiquillo Eden Dambrine. El director de Girl (2018) nos acerca a Léo y Rémi, dos preadolescentes de trece años. Amigos inseparables, deben enfrentarse al regresar a la escuela a estereotipos de género y al juicio de los otros. Y lo que podría ser un retrato bien fotografiado, rodado e interpretado sobre el despertar sexual y la búsqueda de la propia identidad, se transforma en un espiral de dolor y culpa. Nos preguntamos si era necesario ese registro minucioso del duelo provocando el llanto de muchos espectadores. Si bien es cierto que el realizador afronta la empresa con sensibilidad y delicadeza, les dejo a su elección si consideran traspasada la barrera entre lirismo y melodrama. Una obra de silencios en la que las miradas se imponen para dejar salir u ocultar lo que se lleva dentro. Aunque es una película que creemos agradará al público en general, nos interrogamos si el mensaje que se desprende es que alejarse del camino normativo de la masculinidad crea demasiados problemas que es mejor evitar.
Merece especial atención el filme del portugués Joāo Pedro Rodrigues, Fogo-Fátuo. Una deliciosa comedia de fantasía con números musicales que se convierte en un manjar exquisito, sensual y muy divertido. Nos encontramos en Portugal, año 2069. Su alteza real está a punto de fallecer y en sus últimos pensamientos rememora su pasado junto al único amigo verdadero que ha tenido. Así, retrocedemos al 2011 y nos sumergimos en una obra satírica en torno al aspirante al trono, que pretende ser bombero. Entre preocupaciones medioambientales, bosques calcinados, tintes festivos y artísticos o sexo explícito, nos deleitaremos con coreografías pictóricas inspiradas en Caravaggio o Francis Bacon y canciones infantiles que incitan al respeto de la naturaleza. Sin abandonar coronas, nos trae a la memoria el filme Stella Candente (Estrella fugaz) de Lluís Miñarro sobre Amadeo de Saboya (Stella Candente -Estel fugaç-, 2014). La obra del luso se convierte en una exhibición mágica que consigue iluminar la pantalla y despertar hasta la sonrisa más escondida.
Las propuestas del Festival han resultado tan jugosas que nos resulta difícil la selección para exhibir un somero panorama. En la sección en la que estamos centrados ha participado el director filipino Lav Díaz con When The Waves are Gone (Kapag Wala Na Ang Mga Alon), por aquello de la coproducción europea. Autor que despierta las más encendidas pasiones y rechazos vehementes, durante algo más de tres horas asistimos a una venganza masticada a fuego lento. Los protagonistas son Hermes, un inspector de policía brillante, violento, con problemas de psoriasis por estrés y tensiones familiares. Su mentor, Primo Macabantay, sale de la cárcel tras muchos años de encierro por corrupción debido a las investigaciones que efectuó el primero. El enfrentamiento se sirve con la tradicional técnica del director de exprimir escenas sin importarle su duración. El filipino tiene su propio tiempo cinematográfico, con cámara fija, largos planos secuencia y con sus criaturas moviéndose dentro de campo; mientras tanto, dialogan, reflexionan, se pelean o intentan reconciliarse. Nos hemos introducido con pasión en el universo en blanco y negro granulado de Díaz. El resultado es una obra grande e inmensa con momentos memorables y un final extraordinario.
Tizza Covi y Rainer Frimmer nos seducen con Vera, una mujer de edad incierta, usuaria de cualquier operación estética y famosa en Italia por ser “la hija de”. En este caso, de Guliano Gemma, mítica estrella del Spaghetti western. La película se desarrolla en Roma y alrededores. Vera se interpreta a sí misma con asombrosa naturalidad para conformar un personaje entrañable, con carácter, de enorme corazón, generoso, confiado y con cintura suficiente para aceptar estoicamente los reveses del destino. El impulso en la trama viene por un accidente automovilístico, con implicación de un menor. El filme contiene escenas memorables, como la que se desarrolla en el cementerio a cuenta del hijo de Goethe. Almas caritativas y seres rastreros nos hipnotizan en esta obra. A veces, meterse en territorios ajenos como hace Vera o Jong-Du en el largometraje Oasis de Lee Chang-Dong (Oasiseu, 2002), puede llevar a terrenos muy movedizos.
Holy Spider es la nueva película de Ali Abbasi, director danés de origen iraní que despertó atención con Border (Gräns, 2018). Se ubica en una ciudad del país árabe en la que empiezan a cometerse asesinatos de prostitutas en serie. Estamos en el año 2001 y parece que las autoridades no tiene demasiado interés en esclarecer los delitos. En este trhiller perturbador y nocturno seguimos los pasos del criminal, cuya identidad conocemos casi desde el principio, y la de una periodista que investiga los crímenes. Es una obra de denuncia sobre el espeluznante machismo existente en Irán. No sorprende que haya sido condenada allí y comparada con los versos satánicos de Salman Rushdie. Las muertes se firman sin elipsis, crudamente, mientras meditamos sobre una sociedad enferma. Basada en hechos reales, el largometraje va tejiendo su tela de araña hasta transformar a las víctimas en culpables. Es “la voluntad divina”.
El Giraldillo de Oro se ha otorgado a la francesa Saint Omer de Alice Diop. Debuta en el largometraje con un drama de tribunales en el que una mujer es juzgada por haber matado a su bebé de quince meses. Un juicio que es seguido por otra fémina, también de origen africano, que pretende documentarse para escribir un libro sobre el mito de Medea. El transcurso del proceso se convierte en el eje central del filme, con unos hechos que ocurrieron en Francia en 2016. Resulta cuestionable el enorme protagonismo otorgado al desarrollo de las sesiones en la sala, que son seguidas minuciosamente. Jurídicamente, produce cierto rechazo la gran atención dedicada a circunstancias ajenas a los hechos enjuiciados que poco importan en un tribunal de justicia. Por otra parte, cuenta con unas sobresalientes interpretaciones. Asistimos a un oscuro y ambiguo largometraje sobre un infanticidio para ahondar en los eternos vínculos que se establecen entre madres e hijos. En planos largos y fijos, arrancamos con las manifestaciones de la procesada, que alega ignorar las razones de sus actos. Película de diálogos e incertidumbres que se dejan suspendidas en el aire.
En otras secciones como Las Nuevas Olas hemos tenido el placer de acercarnos al último documental de Sergei Loznitsa, The Kiev Triel, ya aludido anteriormente. Con material de archivo, se nos ofrece un testimonio grandioso sobre el juicio, en 1946 y en Ucrania, a 15 nazis acusados de atrocidades diversas en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. El autor de Donbass (2018) consigue plasmar el horror centrándose únicamente en el desarrollo del proceso, sin imágenes adicionales. También, en Revoluciones Permanentes, nos gustaría destacar la obra ya aludida Le mur des morts, de apenas 51 minutos, del cineasta francés Eugène Green, un valioso viaje entre el presente y el pasado para homenajear y recordar a todos y a cada uno de los muertos a consecuencia de la Gran Guerra. Y por supuesto, de la Selección European Film Academy, no podemos acabar esta crónica sin al menos aplaudir, aunque sea escuetamente Tori y Lokita, de los hermanos Dardenne. Una conmovedora y durísima historia sobre una adolescente y un niño africanos que emigran a Europa. Odisea bárbara que está sucediendo junto a nuestros domicilios, mientras preferimos mirar a otro lado. La crítica completa del filme se acompaña en este mismo número de la revista.
Mientras esperamos anhelantes próximas ediciones del certamen, acabamos con un enlace en el que pueden consultar el palmarés de este año.