Críticas
Con las llamas del descrédito a flor de piel
Fireworks Wednesday
Chaharshanbe-soori . Asghar Farhadi. Irán, 2006.
Drama emocional que da en el tono justo. Las explosiones de Mozhde y Morteza dosificadas al estilo Farhadi; un contrapunto, cargado de excusas e inculpaciones, nos conduce a momentos de duda, el guion permite sacar conclusiones a su debido tiempo. Al final, accedemos a las comprobaciones de una dinámica relacional que involucra a propios y ajenos. Roohi será la espectadora, oficiará de bisagra que articula la movilidad de los vínculos. El rol que la convierte en pieza clave dentro de un mundo de secretos, chismes y acusaciones, propios de una cultura excesivamente moralista.
Crítica que se entromete en el abuso por la diferencia social desde la perspectiva de lo naturalizado. La empleada doméstica, más allá de intereses propios, es para todo servicio. Un egocentrismo familiar que nunca mira en función del otro, obsesión ilimitada que no observa consecuencias, rasgos de carácter que nos hacen dudar de la diferencia entre ilusión y realidad.
Mozhde y Morteza constituyen un matrimonio que vive con su pequeño hijo. El conflicto se desata cuando ella comienza a dudar de la fidelidad de su esposo. Acusa a Morteza de tener una relación con Simin, vecina que habita el apartamento de enfrente. En medio de esta situación, Roohi es contratada como empleada doméstica, se verá envuelta en problemas que no imaginaba; tendrá que tomar decisiones en momentos álgidos del conflicto.
Sin duda, estamos frente a un gran guionista, con una clara impronta de autor, sus trabajos son identificables desde el despliegue de elementos que, sin alterar el avance de la historia, nos colocan y reubican en posiciones de permanente duda y expectativa. Siempre aparece alguna aclaración, que genera una vuelta de tuerca, para redireccionar el conjunto de ideas hacia una lógica alterantiva. Farhadi suele componer conflictos que no parecen esclarecerse, ni en su resolución ni en sus verdades determinantes. Luego de barajarse con maestría, las piezas finalmente se acomodan, no en sentido de mezcla azarosa, sino de configuración hacia posibles conclusiones, incluso contradictorias a lo sugerido por la evidencia.
Lo social aparece sumido en un orden conceptual, a su vez subsumido en el despliegue de escenas de contraste sutil. El filme abre desde un trayecto precario: moto destartalada en medio del árido paisaje, agencia de trabajo, espera por una oportunidad laboral. El picado, entre las ramas vacías, señala la presencia del otoño, momento en el que, quizá, los bolsillos estén “pelados” como esas ramas. No obstante, la gente es optimista con poco. Más adelante, tendremos el conflicto central en una clase media de buen pasar económico, con empleo y transporte decente, en un accionar egoísta, obsesivo, negligente y abusivo.
Un planteo posicionado en condiciones morales, la contraposición es llevada al extremo en la presencia de Roohi. Más allá de falsedades y enredos, es articuladora de distinciones en la justificación del buen obrar. Lo político no emerge en la diferencia. Sin generalizaciones desmedidas, las razones apuestan a rasgos morales de clase. Simin ofrece la excepción imperfecta como opción alternativa ante el feroz embate de un contexto receloso y suspicaz. La moral general es puesta en entredicho, para ser exhibida en términos relativistas, ante la complejidad de un ser social atado a la defensa del propio interés en circunstancias particulares. Morteza será el ejemplo de un vaivén operativo acorde a conveniencia, un discurso móvil que contrasta con la alternancia en las explicaciones de Roohi y la intención de salvar la situación sin pensar en sí misma. Momentos donde la timidez no pesa, solo lo hará ante los propios reclamos. La doméstica se retira del servicio a cualquier hora, y ni siquiera es capaz de reclamar su chador, su intento se extingue en un tímido pedido acallado por promesas incumplidas. Tiempo y existencia son subordinados a los demás.
Un cine con poco movimiento de cámara, solo algunos pequeños travellings con paneos muy cortos, siempre aprovechando el espacio entre los protagonistas para asegurar la continuidad en momentos cruciales. Una edición con muchos planos que buscan el detalle de la experiencia desde diferentes ángulos, y muy encima, tanto de objetos como de personajes. La posición de la cámara no se agota en recetas repetidas, sino que busca la perspectiva exacta para que el espectador pueda escudriñar, tanto en las emociones del momento, como en la sensibilidad que el ambiente pretende trasmitir.
La conversación en el auto, entre Simin y Morteza, denota diversos conceptos. El vehículo, detenido en la solitaria callejuela, vale para indicar, tanto lo furtivo del encuentro, como las soledades de los protagonistas. Los planos, dentro del auto, informan acerca de un conflicto alternativo, de tratamiento acorde al tenor de una relación diferente a la del matrimonio, fluye la confesión con planos y contraplanos asfixiantes. Retrato de una dependencia emocional que choca con la realidad de la experiencia. Simin es la esperanza para un altruismo redentor que, ante el privilegiado acceso a la verdad, asoma desde la identificación con la experiencia del otro. Es reconocimiento de acciones asociadas a momentos, nadie está a salvo de reiteraciones indeseadas, todos podemos ser, en algún momento, abandonados o engañados, el presente no es un seguro que ofrezca inmunidad; es, simplemente, una oportunidad para entender y decidir.
Las calles plagadas de fogatas, festejos de año nuevo, un volver a empezar; en medio de emociones sin resolver, el camino aun no despejado. Contrasta el matrimonio futuro con sus expectativas desde la precariedad de un comienzo material: Raoohi se encontrará con su novio en medio de la noche.
La profundidad de campo, el trayecto, en medio de un porvenir oscuro, informa acerca de lo incierto de los acontecimientos futuros. Morteza y Raoohi rebelan realidades diferentes enfrentadas a un porvenir incierto. El hurgar en auto ajeno señala la inquietud en la persistencia de Morteza. Algunos asuntos quedan pendientes.
Para terminar, especial mención a la dirección de actores, imposible separar ficción de realidad, la compenetración en los roles luce exquisita. El triángulo, compuesto por Mozdhe, Morteza y Roohi, consigue una credibilidad a prueba de objeciones. La tensión se traslada al espectador de manera natural; más allá del talento del elenco, advertimos un alto nivel de exigencia en la preparación previa.
Tercer largometraje de un cineasta que nos tiene acostumbrados a realizaciones de excelencia, una mirada aguda e incisiva que expone los vínculos familiares en el Irán del presente.
Ficha técnica:
Fireworks Wednesday (Chaharshanbe-soori ), Irán, 2006.Dirección: Asghar Farhadi
Duración: 104 minutos
Guion: Asghar Farhadi, Mani Haghighi
Producción: Boshra Film
Fotografía: Hossein Jafarian
Música: Peyman Yazdanian
Reparto: Hediyeh Tehrani, Taraneh Alidoosti, Hamid Farokhnezhad, Pantea Bahram, Matin Heydarnia, Houman Seyyedi, Sahar Dolatshahi, Mehran Mahram, Behshad Sharifian