Guiones
Flujos temporales
El tiempo fluye. Se mueve del punto A al punto B, y no nos permite agarrarlo; es algo en el que vivimos, y sin el cual vivir sería imposible. Einstein nos dice que el tiempo es también un factor que depende de fuerzas diferentes, que puede variar en relación a los juegos de las masas (se supone que la cuestión es un poco más complicada, hoy en día). Teóricamente no hay un tiempo, sino muchos, los cuales se mueven siguiendo diferentes maneras de moverse (o de no moverse, si tenemos en cuenta los agujeros negros), creando así algo que además de fluido es también inesperadamente (para nuestro cerebro) más complejo, más variado. No sería entonces correcto hablar de tiempo, sino de tiempos, añadiendo la ese de un plural que se extiende por todo el cosmos, y, quizás, hasta fuera de él, llegando a hacernos soñar con una miríada de posibilidades, hasta destrozando completamente nuestra visión original del tiempo mismo. Sin embargo, el tiempo es plural, así como no es el sol que se levanta, sino nosotros que, imperceptiblemente, nos movemos.
En el caso del guión de City on the Edge of Forever, la cuestión del tiempo para Harlan Ellison se une al concepto de moralidad. Los dos elementos, de por sí diferentes el uno del otro, forman parte de una estructura global sobre la que se desarrolla una historia que pone de manifiesto el problema del concepto de amor. Una mezcla, esta, que podría parecer demasiado amorfa, como si no tuviera ningún elemento real sobre el que sostenerse, pero que, en las manos del novelista americano, nos permite acercarnos a la – sin duda alguna – mejor historia basada en el mundo de Star Trek. Ganador de un premio prestigioso (el Writers Guild of America Award), este guión nunca tuvo la oportunidad de llegar a la pantalla en su forma real (hablar de “original” no sería correcto), lo cual añade cierta visión casi mística a su lectura actual, como si el pasado y el presente hubieran logrado chocar en el campo de lo que pudo ser pero que no fue. El tiempo, fulcro de la historia imaginada, vuelve a ser una presencia constante en la relación que se instaura entre el guión y quienes lo leen hoy en día (este hoy, nótese, es eterno, y no se refiere solo al momento de escritura de este artículo – será posible leer a Ellison en cualquier momento, hasta el día en que todo elemento humano desaparezca, como tiene que pasar).
El tiempo de Ellison es un tiempo que quiere volver a ser lo que es, después de un cambio en su rumbo. Es un tiempo que ha sido manipulado y, por esta razón, tiene que verse arreglado por las manos de un dúo heroico, el de Kirk y Spock. Pero es también un tiempo en el cual es posible perderse, y llegar a pensar que salvar a una persona y cambiar el trayecto de la historia podría sí merecer la pena si la base sobre la que se construye esta decisión está formada por el amor. Se dibuja así ante nuestros ojos una serie de problemas que no tienen una solución simple y que nos atrapan por ser profundamente humanos. ¿Qué haríamos,nosotros, si estuviéramos en aquella misma situación? ¿Qué significa el tiempo y la historia – aquí en una condición de tipo hegeliana – ante la presencia de los seres humanos, pequeños personajes que no tienen casi ninguna importancia de por sí o que, si la tienen, no pueden darse cuenta de ella, en tanto piezas de un juego amoral?
El de Ellison es entonces un guión maduro, con una profundidad intelectual que muy pocas otras obras televisivas logran alcanzar, sobre todo en el campo de la ciencia ficción. La imposibilidad de hablar de bien y de mal, sean estos en relación a lo universal como también a lo microscópico (la raza humana), nos empuja a tener una visión menos clara de lo que sería un simple juego entre dos bandas, la de los héroes y la de los antagonistas. Es, The City on the Edge of Forever, una obra que nos permite acercarnos a una madurez artística e intelectual que nos abre una serie de posibilidades de lecturas y análisis que van más allá del simple mundo de la pantalla (la pequeña, en este caso). Quedamos así, al final, con aquella sensación no solo de haber experimentado algo nuevo, sino que lo mismo les pasaría a los personajes del episodio, ahora más adultos o, mejor dicho, más profundos, ya que la aventura los ha puesto ante unas elecciones difíciles, una elecciones que les han permitido conocer algo nuevo sobre ellos mismos. Y, todo esto, más allá de la simple dicotomía de bien y mal.