Críticas

Aluniza como puedas

Fly Me to the Moon

Greg Berlanti. EUA, 2024.

Tienen chispa e ingenio los burlones títulos de crédito iniciales de la simpática película sobre trileros titulada Fly Me to the Moon (EUA, 2024), de Greg Berlanti, que se estrenó ayer en la cartelera comercial de España. Un divertido y mordaz prólogo, caricaturesco, con cierto poso socarrón de dibujo animado, que establece en apenas unos minutos la rivalidad por la carrera espacial que en la década de los sesenta mantuvieron los dos poderosos bloques antagonistas, la Unión Soviética y los Estados Unidos. Este comienzo dinámico y didáctico me recuerda, y bastante, a los compases iniciales de una de las películas que abordó desde la parodia el miedo a un conflicto nuclear. Me refiero a la desabrida, irónica y devastadora ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelow or: How I Learned to Stop Warrying and Love the Bomb, EUA, 1964), de Stanley Kubrick. El responsable de Atraco perfecto (The Killing, EUA, 1956) antes de desarrollar su historia adelantó en su cabecera, durante los primeros minutos de metraje, un aviso más que elocuente y simbólico sobre los acontecimientos belicosos que se iban a desarrollar a continuación: dos misiles, uno ruso y el otro norteamericano, que pugnaban por alcanzar su funesta meta, la destrucción del rival. Una forma audiovisual sutil, inteligente y perversa de matizar con mala baba en el arranque el grado de locura y delirio que vendría a continuación.

Algo parecido, con sorna similar y aire de comedia chunga, observo en esos ‘graciosos’ y excitados apuntes de comienzo que una vez desvanecidos y ya con la ficción en marcha no mitigan su eco de cachondeo con la irrupción del personaje estelar (nunca mejor dicho) y arrollador de Kelly Jones (Scarlett Johansson), una mujer de cuño actual y perfil dominador que constituye un ser tunante, timador, ventajista, oportunista y desafiante gracias a un físico capaz de tumbar cualquier oposición masculina. Una persona con una confianza y autoestima contagiosa que vende, sobre todo, imagen arrolladora y cualquier producto asociado a su aplastante imagen. Mujer que ha superado obstáculos varios, que se ha hecho así misma (muy americana) tras conocer un pasado de supervivencia junto a su madre. Las amargas experiencias y en el camino de buscar su sitio en el mundo ha esculpido una fe tenaz y pícara, encaja a la perfección en un picajoso relato donde una de las subtramas plantea una triquiñuela asombrosa. Y para llevarla a cabo hace falta un personaje despierto pero también contradictorio, tan repleto de sabiduría de urgencia para encarar los giros inesperados como para afrontar los retos más sagaces.

Su primera aparición es en una secuencia made in USA, es decir, típicamente americana. Desde aquí hasta el final pauta su cometido y estrategia. De tal manera que fija su ambición, que alcanzará su cima en el engaño histórico que vendrá más adelante. Impone su jerarquía no solo de mujer avispada sino de una fémina empoderada que sabe lo que quiere y cómo conquistarlo. Su resolución es demoledora y el guion le favorece en todo momento. Para eso la protagonista es también productora.

En esa misma línea de truhanes y sinvergüenzas se sitúa Moe Burkes, un sensacional Woody Harrelson, gamberro y que da la sensación de haberse divertido en la función. Su oscuro y maleante personaje, bajo la nómina y esfera de la administración Nixon, guarda turbiedad y cierta tenebrosidad con su encarnación de la figura real de Howard Hunt, espía de la CIA, ex asesor de Nixon, escritor de novelas de intriga, que participó en el asalto a las oficinas del Partido Demócrata instaladas en el edificio Watergate, reflejada en la miniserie televisiva Los fontaneros de la Casa Blanca (White House Plumbers). Moe es un bribón vestido de negro, campechano de aspecto, que esconde, sin embargo, un poso de maleante y criminal del que no logra despegarse a pesar de su actuación bufonesca. Es un tipo de armas tomar, sabe lo que quiere y sabe decidir si es necesario eliminar a alguien para salvaguardar la seguridad del país. Su cometido no es otro que derrotar como sea al comunismo.

Katty y Moe se alían para que la primera se introduzca en la NASA como jefa de prensa con el fin de mostrar la cara más exitosa de un organismo gubernamental que no atravesaba su mejor momento debido a sus continuos fracasos en la carrera espacial y puesta en entredicho por la delantera que habían tomado los soviéticos con sus satélites orbitales. En esa tesitura llega una mujer dispuesta a lo que sea con tal de transformar una imagen alicaída, torpe y depresiva en la viva representación del orgullo patriótico norteamericano. Y todo ello bajo el proyecto de alcanzar el alunizaje del Apolo 11 en suelo lunar.

Katty entra en las dependencias de la NASA como un elefante en una cacharrería. Dispuesta a triunfar, como ha sido toda su vida, sin temor a nada. Conoce al jefe de lanzamiento de cohetes, Cole Davis (Channing Tatum) y comienza a remover casi hasta los cimientos y convertir un estado de desfallecimiento en momentos de satisfacción y honra. Para acometer esta misión, Katty se las ingenia muy bien. Y Scarlett Johansson impone su escultural belleza y sus poses más insinuantes con una pomposidad inasequible al desaliento. Habrá un momento para la flaccidez, en su aspecto humano y moral, pero durará poco.

Lo mejor del relato es la farsa que muñe Moe Berkus para organizar una triquiñuela alternativa por si la misión del Apolo 11 fracasa. Para emitir un triunfal paseo por la superficie de la Luna y rebajarle los humos a los rusos, Berkus le impone a Katty el órdago de rodar una falsa llegada de los tres astronautas a la Luna para no quedar en mal lugar.

Un tema abordado con gran talento, perspicacia y cierta dosis de veracidad, como una teoría con planteamiento factible no exento de ironía por Peter Hyams en la poco conocida película Capricornio Uno (Capricorn One, EUA, 1977), que pasó bastante inadvertida y no acaparó la atención que su argumento poseía. Este filme se ocupa de explicar de forma controvertida los preparativos, preproducción y rodaje de una simulación lo más exacta posible de lo que sería el triunfo espacial de los Estados Unidos. La película era inquietante, resuelta en clave de thriller, y apuntaba sobre la desconfianza y desazón del programa espacial de la NASA.

A rebufo de esta línea, en 2015 se rodó una disparatada e hilarante pantomima muy divertida titulada Moonwalkers, de Antoine Bardou Jacquett, que contaba una alucinante peripecia relacionada con este asunto. La propuesta narraba las tribulaciones de un experimentado agente de la CIA que viaja a Londres con la intención de encontrar y convencer al prestigioso director de cine Stanley Kubrick para que rodara, con su habitual puntillismo y rigor, el alunizaje del módulo lunar enviado por la NASA. Mientras el fulano busca el retirado paradero del autor de 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, EUA, 1969), dos pillastres de medio pelo pero muy avispados y despiertos, enterados de la maniobra del agente secreto por indagar sobre el domicilio de Kubrick, se arman de valor y buena dosis de tenacidad y pululan por la ciudad, presumiendo ser Stanley Kubrick y su ayudante, buscando financiación para un proyecto secreto. Las andanzas de los tres tipos y sus estrategias son su verdadero valor añadido y funcionan como una comedia de enredo y estafa que logra su objetivo de manera solvente.

De otro calibre es Operación Avalancha (Operation Avalanche, 2016) de Matt Johnson, un thriller en formato de falso documental que indaga, no sin cierto cuajo de verosimilitud que te hace dudar, sobre los subterfugios y destreza casi mafiosa empleada por el Departamento de Estado para prevenir, en modo de filmación alternativa, un estrepitoso fracaso de la NASA en su firme tesón de poner los pies de sus astronautas sobre la superficie lunar.

Fly Me to the Moon es una tontería orquestada con la suficiente habilidad para que una boutade de estas características funcione con esa precisión, un tanto banal, que los amos del espectáculo y entretenimiento son capaces de lanzar al mercado como un producto comercial. La función resulta entretenida por su talante de aventura que alterna una crónica de un evento colosal por la que los ciudadanos americanos contuvieron el aliento y, por otro, un sainete de auténtico desbarajuste sobre las argucias de unos lunáticos por escribir una página de la historia con seudónimo. Scarlett Johansson, dando aplomo a una mujer resuelta de los años sesenta, con mimbres y talante actuales es una baza que aporta vértigo, y Woody Harrelson, como esbirro del sistema gubernamental, conforman una pareja de listos y perspicaces que solo por su actuación merece la pena ver este cachondo dislate.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Fly Me to the Moon ,  EUA, 2024.

Dirección: Greg Berlanti
Duración: 132 minutos
Guion: Rose Gilroy
Producción: Berlanti Productions, Apple Studios, Apple Original Films, These Pictures, Scott Free Productions. Distribuidora: Sony Pictures, Apple TV+
Fotografía: Dariusz Wolski
Música: Daniel Pemberton
Reparto: Scarlett Johansson, Channing Tatum, Woody Harrelson, Jim Rash, Ray Romano, Colin Woodell y Noah Robbins

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