Críticas
El peso de la culpa
Frantz
François Ozon. Francia, 2016.
La filmografía de François Ozon es ya una de las más interesantes y variadas del cine europeo. Mantiene un nivel de coherencia incuestionable al mismo tiempo que ofrece variedad estilística y temática. Cada una de sus películas es una demostración de mundo visual y elegancia, y, por supuesto, Frantz es buena muestra de ambas cosas.
Para esta película, Ozon ha puesto el ojo en una historia que el legendario Ernst Lubitsch ya llevó a la gran pantalla en 1932, con el nombre de Remordimiento. El director francés, a la hora de hablar de Frantz, reconocía que su inspiración era la novela original de Maurice Rostand en la que se basan ambas propuestas, y no tanto la película del maestro Lubitsch. De hecho, las intenciones de Ozon, al comparar ambas películas, no pueden ser más diferentes a las de Remordimiento, aún teniendo, como no puede ser de otra forma, muchos elementos en común.
El problema al que se enfrenta Ozon, y el propio espectador, es la esencia del melodrama de aires románticos, quizá demasiado fuera de los cánones del siglo veintiuno, incluso para un género bastante inamovible como el tratado. La intensidad de esta intriga llena de emociones encontradas, en manos de otro director, puede resultar edulcorada en exceso, o totalmente ajena a un espectador que a estas alturas ya está de vuelta de todo. Sus giros de guion, aunque colocados a lo largo de la trama con inteligente estrategia, no dejan de ser lugares que hemos visitado con asiduidad en decenas de películas.
Por suerte, Ozon utiliza de manera magistral su inagotable arsenal de herramientas estilísticas y narrativas, y convierte el peligroso campo de minas que es el regreso a los clásicos en demostración de sensibilidad y fuerza visual, gracias a las decisiones estéticas que transforman a Frantz en una experiencia alejada de cualquier conformismo o acomodo.
Frantz nos sitúa en la Europa llena de heridas sin cerrar tras la Primera Guerra Mundial. El continente trata de recuperar la normalidad, pero el peso del horror de la guerra hace muy difícil la vuelta a la rutina. Una generación ha mirado a los ojos del horror, y los cementerios no sólo se han llenado de cadáveres; también los sueños rotos y el gris plomizo de la pérdida de los vivos parecen haber sido enterrados junto con millares de jóvenes. Anna ha perdido a su prometido, y todos los días visita una tumba vacía. El cuerpo de su amado nunca regresó al hogar. Un día descubre a un extraño joven francés que también visita la tumba de Frantz, el joven muerto en combate. Dispuesta a conocer la identidad del enigmático hombre, Anne emprende un camino hacia la auténtica verdad de la relación entre este recién llegado y su novio caído en combate.
Tras este drama de secretos y trágicas confesiones, Frantz esconde como película un profundo sentimiento antibélico. A pesar de la gran vergüenza de la guerra a las espaldas, la desconfianza y el odio alimentan el camino al futuro de los dos países en conflicto, Francia y Alemania. En este último lugar, muchos no superan el ver a su país, antaño glorioso, sometido tras perder la contienda. Se respira el aire que conduce a otro desastre mayor, mientras que otros tantos intentan encontrar cierta paz de espíritu tras ver lo que la guerra ha arrebatado.
Aún así, como decíamos al principio, Frantz corre el peligro de caer de lleno en los clichés del melodrama más en desuso, demasiado clásica en sus planteamientos, e incluso predecible en sus giros. Ahí entra de lleno Ozon, aferrado con convicción a los planteamientos estéticos que hacen de Frantz una película mayor. Dinamita lo convencional por los contrastes, por la eficacia en la selección de espacios, por los detalles mínimos como gasolina para todo el aparato emocional del que depende la obra de Ozon.
El blanco y negro protagonista redondea la sensación de pesadez en la rutina de los personajes. Los fabulosos tonos visuales adornan con precisión el viaje de Adrien y Anna, confinados en una especie de prisión interna por los ecos del pasado, con Frantz como nexo y catalizador de sus desgracias. Los escenarios lucen majestuosos y cenicientos, lugares en construcción tras el arrollador paso de la guerra. Incluso cuando estos espacios son sórdidos o decadentes, hay poesía interna en el conjunto. Ozon narra con habilidad juguetona, y dibuja el pasado de Frantz dando tanta dignidad, dentro de su historia, tanto a museos como a hoteles de dudosa reputación. Todos forman parte del eco del pasado, de la vida de Frantz, llena de hermosos y poderosos contrastes.
Como contrapunto, Ozon nos ofrece trazos de color, de manera sutil y elegante. La bella factura de estos momentos de respiro marcan el tono, las pausas, el respiro de personajes atenazados y esclavos de sus propias narraciones. Es este fabuloso juego con las emociones, es a través de la imagen donde reside el gran triunfo de Frantz, donde los detalles que trascienden la trama toman forma de brillante conjunto, fruto del talento de un director capaz de ir más allá de las posibilidades de la película como relato.
Frantz, protagonista en la sombra, es metáfora del fabuloso poder de las ficciones, de la mentira consensuada para construir refugios en medio de la locura generalizada. Ozon conduce a sus personajes por un destructivo sendero en el que la verdad es otra víctima de la barbarie. Los personajes son arrastrados por el recuerdo, por la imagen de la memoria. Durante esta historia de desencuentros, Ozon nos invita a la poesía, al arte, a la música, a la intimidad de los protagonistas, defendidos de manera brillante por Pierre Niney y Paula Beer, acompañados de un exquisito plantel de secundarios. Película de ritmo y tono inquebrantable, resulta una experiencia diferente y hermosa, gracias al gran trabajo de Ozon tras la cámara.
Película pequeña, pero importante. No dejen de verla.
Ficha técnica:
Frantz , Francia, 2016.Dirección: François Ozon
Duración: 113 minutos
Guion: François Ozon, Philippe Piazzo
Producción: Mandarin Films / X-Filme Creative Pool
Fotografía: Pascal Marti
Música: Philippe Rombi
Reparto: Paula Beer, Pierre Niney, Johann von Bülow, Marie Gruber, Ernst Stötzner, Cyrielle Clair, Alice de Lencquesaing, Anton von Lucke
Me pareció una película excelente!
La acabo de ver y es preciosa..!!
Muestra con impecable realismo la inutilidad del suicidio y sus consecuencias. Excelente película.
Me mantuvo a la expectativa siempre, tanto que me quedó una duda… ¿Hubo un suicidio y sacrificio en cadena por homosexualidad?
Susan, ¿a qué suicidio y sacrificio por homosexualidad te refieres?
La considero una película muy enigmática. También me pareció una suerte de homosexualidad el hecho que la madre le diga a Anna que su hijo es una persona frágil pero a la vez él había confesado su cobardía. Al fin creo que el autor ha creado una serie de emociones para confundir el hecho que estando los dos enamorados no llegaran a un final feliz.
Sería interesante que se descifrara la intervención y significado del cuadro de Manet.
Si lo ponemos en el contexto del tiempo la realidad es que había una terrible antipatía por no decir odio entre Alemanes y Franceses que desencantaría en la Segunda Guerra Mundial.
Una magnífica película, un sutil melodrama, fantásticamente concebida.
No Susan. La aparente homosexualidad entre Frantz y Adrien es una trampa que nos monta el director para hacernos creer que ese era el secreto que guardaba Adrien.
En cuanto al suicidio, es una inclinación natural entre personas con gran remordimiento, primero por parte de Adrien por su conflicto moral de haber matado a alguien, y luego Anna por no saber si odiar o amar a Adrien.
Es el marido de la tía de Adrián quien se suicida o casi creo recordar que es el padre de Adrián luego de perder sus dos piernas
Cine arte. Magnífica!!!!!
La acabo de ver, y me ha parecido un excelente filme, lleno de misterio y con un escenario cuidadosamente montado en esa época, excelente.
La película es una maravilla!!