Frida

La mujer, en cuanto ser humano, representa más o menos la mitad de la población. Se podría afirmar que, de hecho, esta mitad se extiende también sobre el lienzo del tiempo, lo cual lleva a la conclusión de que la historia humana está hecha, por una parte, por los machos y, por otra, por las hembras. Un concepto, este, que pone de manifiesto también otra cuestión: si la mitad, sincrónica y diacrónica, de nuestra sociedad global está hecha por mujeres, ¿por qué hay pocos nombres de ellas en el desarrollo de lo que llamamos historia? Quizás el problema se sitúe en la poca importancia que hemos dado a quienes, efectivamente, nos parieron y nos siguen pariendo, como si su función solo pudiera ser de carácter mecánico, un abrir y cerrar de piernas para que entremos y salgamos. Sin embargo, controlando en los resquicios de la historia misma, nos podemos tropezar con mujeres que, muchas veces sin gran ruido, han formado parte de nuestra cultura, añadiendo elementos y hasta transformándola. Lo único que se puede hacer, hoy en día, es esperar que lo del macho superior desaparezca y se abra ante las futuras generaciones una estructura más igualitaria, sin por esto olvidar las diferencias biológicas y las necesidades típicas de cada sexo y cada género.

Y, quizás, entre estas necesidades surja la de expresarse como ser humano, trabajando y produciendo obras con las que entablar un discurso tanto cultural como social. Obras de cualquier tipo, por supuesto, desde la pintura hasta el cine, y es con las imágenes en movimiento, efectivamente, que Carla Gutiérrez nos propone entrar en contacto con la vida y con el pensamiento de Frida Kahlo, artista que supo transformar su dolor físico en aquel proceso generativo que les otorgaba el hecho de sostener en su mano izquierda un pincel. Es una Frida que no se esconde detrás de una imagen pulida, limpia, sino que logra acercar a su público su forma más íntima, en un juego de interrelaciones entre lo histórico (el mundo en el que tuvo que vivir) y lo específicamente psicológico (las palabras de sus diarios, de sus cartas, de sus ensayos). Es, más sencillamente, una Frida que se presenta desnuda, tanto en su belleza como en su horrible relación con un cuerpo enfermo.

Se basa, el documental, en un progreso muy sencillo, un camino desde los primeros momentos de la vida de la artista hasta su natural muerte. Permite, esto, tener una visión clara de lo que fue Frida y de cómo se relacionó con su entorno. Una estructura necesaria, entonces, ya que nos ayuda a entender mejor tanto su vida como las razones que la llevaron a portarse de cierta manera, así como las bases de sus ideas. Nos creamos, efectivamente, durante largos años, y es necesario analizar la interrelación entre nuestro yo y el contexto que nos rodea para que podamos tener una visión más justa de lo que nos habría llevado a ser lo que imperfectiblemente somos: animales raros, por supuesto, que necesitan vivir en compañía de otros similares. Y es así que la vida de Frida se desarrolla delante de nuestros ojos, dejando que se rellene de todo elemento capaz de presentar no solo a la artista sino, quizás sobre todo, a la mujer que estaba detrás: amante, esposa, lesbiana, revolucionaria y siempre lastimada por un cuerpo débil.

Es una obra, la de Gutiérrez, que bien puede hablarle a quien ya ama a Kahlo, así como a quienes tenemos una visión más laica (¿quizás cínica?) de los artistas. Es, efectivamente, un viaje que se basa en las palabras de la mexicana y que se presenta en su manchada limpidez, sin temor a mostrar tanto lo bueno como lo (posiblemente, dependiendo de nuestras ideas) malo, entremezclando las sombras de una vida pasada en la oscuridad del dolor. Y es, por supuesto, un documento importante para tener una visión más ajustada de lo que un ser humano es, una mujer que supo plasmar la mala suerte para que de ella pudiera salir una afirmación de sí misma. Frida nos ayuda, así, a profundizar el carácter de una vida basada en la voluntad de crear y de poder extraer de nuestro entorno social, cultural e histórico lo que definimos, simple y sencillamente, como “nuestra existencia”.