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García Márquez en la pantalla grande
Gabriel García Márquez es, sin duda alguna, el mejor escritor que Colombia le ha dado al mundo. Mejor conocido como Gabo, este ganador del premio Nobel de Literatura en 1982 llenó el mundo de realismo mágico desde su imaginario Macondo, un pueblo lleno de personajes increíbles y situaciones fantásticas. Esta capacidad de mostrar lo irreal y extraño como si fuera algo cotidiano atrapó a millones de lectores, haciendo que sus obras fueran adaptadas en cine, televisión y teatro. Pero uno de los retos más difíciles a los que se enfrentan los libretistas es el de adaptar una historia previamente escrita, como un libro o un cuento. Como dicen por ahí, “el papel aguanta todo”, en cambio el audiovisual no, por lo que los filmes inspirados en sus obras no siempre contaron mucho éxito y mucho fallaron en exponer la connotación fantástica de sus palabras. Este es un recorrido por algunas de las películas que se han hecho basadas en sus libros.
La más reciente película sobre los libros de Gabo fue también su última novela, Memorias de mis putas tristes. Escrita por el gran maestro Jean-Claude Carrière y dirigida por el danés Henning Carlsen, este film de 2011 fue considerado por críticos y espectadores como “tibio” y humilde en su realización, sus escasos diálogos nunca logran transmitir la carga emocional que llevan las palabras del Nobel. El coproductor del filme, Vicente Aldape, aseguró que las adaptaciones anteriores de García Márquez fallaban por haberse apegado a los libros, por lo que Carlsen y Carrière “deshojaron” la obra y la volvieron a armar. Quizá por eso sea que el filme parece dejar al espectador siempre con ganas de más y ni la presencia de la extraordinaria Geraldine Chaplin hace que la película termine de exponer adecuadamente la historia de un anciano y su enamoramiento de una adolescente. Todo lo contrario, en su momento fue tildada de ser promotora de trata de menores y comercio sexual. No en vano el mismo García Márquez ordenó expresamente que esta fuera la última adaptación de sus obras en cine.
Antes de esa película estuvo Del amor y otros demonios, una adaptación del libro de 1994 en el que Sierva María es mordida por un perro con rabia, cambiando su vida y sus comportamientos, por lo que la sociedad considera que debe ser exorcizada por parte del padre Cayetano Delaura, quien finalmente se enamora de la moribunda Sierva. El filme se estrenó en 2009 y fue dirigido por la cineasta costarricense Hilda Hildago. El largometraje desdibuja el conflicto que el libro plantea y reduce la ambigüedad que existe en si realmente Sierva María posee o no alguna clase de poder especial, debilitando el realismo mágico tan palpable en las historias de Gabo. La película falla en capturar la esencia del libro, volviéndose lenta y por momentos poco creíble. Se destaca sin embargo la cinematografía, el manejo de la cámara, las locaciones y algunas de las actuaciones.
Uno de los estrenos más esperados de 2007 fue El amor en los tiempos del cólera, que estuvo en manos del director británico Mike Newell. La adaptación de uno de los más recordados libros de Gabo fue escrita por Ronald Harwood, ganador del premio Oscar por su adaptación de El Pianista de Roman Polanski, y nominado por su trabajo en La escafandra y la mariposa. Con un gran elenco internacional encabezado por Javier Bardem, John Leguizamo y Liev Schreiber, contaba además con música original hecha por la famosa cantante colombiana Shakira. Era la formula perfecta para el éxito, pero no funcionó. Desde el forzado uso del inglés para internacionalizar la película hasta escenas largas que se tornan aburridas y carecen de emoción la historia el encanto y el romance que tiene el libro, haciendo de este uno de los fracasos más estruendosos del año.
Pero no todas las adaptaciones corrieron con la misma suerte. El coronel no tiene quien le escriba, considerada por el periódico El Mundo como una de las cien mejores novelas en español del Siglo XX, tuvo su versión cinematográfica en 1999 por parte del célebre director mexicano Arturo Ripstein. Fernando Luján, Silvia Paredes y Salma Hayek protagonizan esta historia adaptada por Paz Alicia Garciadiego que logró una buena recepción entre los espectadores y críticos. La fórmula para el modesto éxito fue cortar de raíz el realismo mágico y dejar de lado esos momentos propios del libro donde parece que no pasara nada, algo que visualmente no funcionaría igual que en el papel. El filme se desarrolla entonces en la cruda realidad de México del siglo pasado, en donde un coronel retirado espera en vano la pensión que nunca llega mientras intenta superar la muerte de su hijo. ¿Hasta qué punto sigue siendo, entonces, la obra de García Márquez?
Pero sin duda, la adaptación más recordada ha sido la de Crónica de una muerte anunciada, uno de los libros más exitosos del Nobel colombiano y que en su versión cinematográfico estuvo a cargo del director italiano Francesco Rosi, quien junto a Tonino Guerra –reconocido libretista que trabajó con Federico Fellini y Michelangelo Antonioni– se puso a la tarea de adaptar la historia de la trágica muerte de Santiago Nasar. El largometraje se estrenó en 1987, fue rodada en italiano bajo el sol de tierras colombianas y contó con la participación de estrellas del cine europeo como Irene Papas y Ornella Muti. Quizás fue el uso del italiano para contar una historia basada en hechos reales, o el tratamiento que Rosi y Guerra le dieron a la historia usando una narración no lineal para generar un tono de misterio, lo cierto es que lograron llamar la atención del mundo lo suficiente como para abrir el Festival de Cine de Cannes de 1987. Aunque sí logró capturar algo de la esencia mágica de Gabo, su éxito en taquilla en el mundo fue relativo.
Hasta el propio García Márquez se encargó de adaptar su propio trabajo a cine. Eréndira, de 1983, es la adaptación del cuento “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” por parte del autor, que fue dirigida por su amigo cercano, el portugués Ruy Guerra. Rodada en México y hablada en portugués y español, la película usa alegorías y un ambiente enigmático para contar las desgracias de Eréndira, la joven protagonista que quema por accidente la casa de su abuela y esta la obliga a convertirse en prostituta para pagar por los daños. “Extraña”, “sorprendente”, “maravillosa” y hasta “hipnótica” fueron los comentarios de los críticos y espectadores en su estreno en Cannes de 1983, donde Guerra fue nominado a la Palma de Oro, pero perdió frente a La balada de Narayama, de Shohei Imamura.
De los libros de García Márquez, pocos se atreven a tocar “Cien Años de Soledad”, su obra cumbre. Se decía que tanto el autor como sus herederos se habían negado a que se hiciera una adaptación de esta obra, pero Netflix anunció en marzo de 2019 que había adquirido los derechos para una serie de televisión. Sin embargo, para 1981, el grupo teatral Tenjō Sajiki realizó una versión en las tablas que dio origen a Saraba hakobune, una joya fílmica con una historia muy particular. Fue la última película de Shûji Terayama, que se estrenó un año después de su muerte. La cinta, llamada en español Adiós al arca, se caracteriza por la exploración de temas como la culpa, el arrepentimiento, la tradición y el tiempo perdido en una villa bastante surreal y alejada del mundo. Con tantas líneas secundarias como el libro original, la película tiende a enredar y a sofocar al espectador, algo que no es nuevo en el cine de Terayama. Un manejo particular del color en los filtros, el vestuario y la tonalidad de las escenas, ratifican la firma visual del autor, su pasión por la cinematografía y las exploración de herramientas para contar historias.
Al final, no hay una formula mágica para convertir un clásico de la literatura en un éxito de la gran pantalla, pero si parece que transponer el concepto del libro es una buena forma de empezar. A eso se refiere Sergio Wolf en su libro “Cine/Literatura. Ritos de Pasaje”, donde el autor prefiere este concepto de transposición “porque designa la idea de traslado pero también la de transplante, de poner algo en otro sitio, de extirpar ciertos modelos, pero pensando en otro registro o sistema”. Esa parece ser la mejor solución a tanta adaptación que se queda en las buenas intenciones.