Críticas
Primeros amores al ralentí
Génesis
Genèse. Philippe Lesage. Canadá, 2018.
El realizador canadiense Philippe Lesage, con Génesis, su tercer largometraje, obtuvo galardones muy importantes en la última edición del Festival de Valladolid. Entre ellos, la Espiga de Oro a la Mejor Película. Sus anteriores filmes se realizaron en 2015, concretamente, Copenhague. A Love Story y Los demonios (Les Démons). Precisamente, este último largometraje, presentado en San Sebastián, se centra en el mundo de la infancia, acercándose a los adultos a través de la mirada y los temores de los niños. Una película que acertó plenamente en el retrato de una época vital sin utopías idílicas, mientras recorría temas tan arduos como la propia sexualidad, la crueldad, el crimen o la insatisfacción. En esta ocasión, con Génesis, nos lleva al universo de la adolescencia, al nacimiento de la sexualidad en esa época de primera juventud que luego evoluciona con el paso del tiempo.
Lesage, en su última obra, intenta acercarnos a las experiencias de los primeros amores de tres personajes. Los dos primeros, dos adolescentes y hermanastros, Guillaume y Charlotte, unos jóvenes que rondan los dieciséis/dieciocho años. Y además, con el tercero, rescata a su protagonista de Los demonios, a Félix, un chaval de trece o catorce años. En realidad, Génesis es una película dividida en dos acciones o guiones paralelos, que llegan a converger un par de veces. Por otra parte, el filme cuenta con un remate final, el concerniente a Félix, demasiado discutible en lo que respecta a su incursión en la película. Los motivos del director no nos convencen: no quería acabar en la oscuridad y en la tristeza. Por ello, acude a un campamento de verano, un lugar al aire libre en el que se juntan la amargura con la dulzura, para intentar dibujar un final arriesgado, supuestamente feliz.
En realidad, consideramos que nos encontramos ante una obra que falla en su conjunto. Parece que el realizador se encuentra enamorado de sus criaturas, no en vano muchos episodios están basados en experiencias personales. Y como posible consecuencia, se regodea con ellos, alargando tiempos y ritmos hasta el cansancio. Las escenas se prolongan sin motivo alguno, incluso conformando situaciones que son muy difíciles de concebir como posibles en la realidad. Sirva como ejemplo el de uno de los protagonistas, Guillaume, que con dieciséis años y con una verborrea que ya querría para sí el político más experimentado, cuenta su vida íntima en el colegio, delante de toda su clase; y en un idioma que no es el materno…
Resulta interesante, en cambio, el retrato elaborado sobre un internado de chicos en la Canadá de hace algunas décadas, se supone. No hay señales evidentes para datar el momento del desarrollo del filme. Se trata de una institución muy conservadora, en la que las normas de conducta y actuación son absolutamente diáfanas. Cualquier paso en falso fuera de aquellas líneas es castigado severamente. Como colofón, no podía ser de otro modo, los códigos de género establecidos resultan inamovibles e imposible de marearlos o saltarlos. Una corriente de poder ente profesores y alumnos en la que la admiración y la humillación llegan a darse la mano en trayectos desiguales. Como bien se ha explicado Philippe Lesage y acertadamente recoge en su filme, nos podríamos encontrar ante un microcosmos exportable al conjunto de la sociedad.
Por cierto, hablando de profesores, será la única figura de adulto que cobre importancia en el filme, incluso que aparezca en pantalla. Los progenitores ni siquiera se muestran; acaso en alguna escena en la que solo se les escucha. Lo único que le importa al director es la vida de los menores, su despertar sexual en etapas de infancia y adolescencia. El camino de la búsqueda y toma de conciencia en la identidad sexual de cada personaje se impone. Un itinerario repleto de avances y retrocesos, de indefiniciones y además, si no hay suerte, de violencia insoportable. La dificultad de encontrar aquel amor que resulte correspondido, incluso sin abusos delictivos añadidos, puede generar dolores y traumas intensos, además de sostenidos.
En cualquier caso, el atractivo que debería desprenderse por la vuelta a ciertas situaciones se queda en un fiasco; probablemente por haberlas alargado en demasía. El realizador ha querido aterrizar en la juventud después de su mirada por la infancia, pero sus personajes no salen muy bien parados. De ahí ese postrero apéndice que no entendemos, estirando el filme como un chicle. Aporta una última mirada que acaba por desconcertarnos del todo. Por cierto, si se acercan a la obra, les recomendamos que vean o lean con antelación el tráiler o la sinopsis, vamos, que se documenten sobre el argumento. Todo el filme resulta confuso en este punto. Si van preparados y no pasan por la inquietud de intentar colocar a cada uno o una en su sitio, muchísimo mejor.
Un apartado importante del filme consiste en su banda sonora. Está compuesta por canciones de tiempos contemporáneos y hasta de los años cincuenta del siglo pasado. Un batiburrillo que no resulta especialmente atractivo. Entre esos sonidos de épocas sin precisar, una ambigüedad temporal en que incide el largometraje, destaca Outside de TOPS, con el empeño de conseguir la continuidad en el montaje. Además, podemos encontrar en la música un homenaje a Stanley Kubrick, concretamente con La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) y el paralelismo mostrado entre un centro de entrenamiento de soldados y un internado masculino en el que la disciplina y el conservadurismo se impone.
Por último, se preguntarán la razón del título de la película. Si bien habíamos sospechado que derivaba del propio significado de la palabra, del origen o principio de algo del que nos habla la Real Academia, el autor va mucho más allá. Philippe Lesage recurre a un compatriota suyo, al gran Leonard Cohen, para situarlo como inspirador con una de sus citas. “El amor es el único motor para la supervivencia” es la frase en cuestión. Discutible también, por cierto.
En definitiva, estamos ante una obra que promete, pero empieza tambaleándose hasta caer, gracias a la adoración que siente por sí misma. Si hay que martirizar con una única imagen a cámara fija, mientras se conversa o monologa sobre la infinitud o la existencia de dios o del diablo, no importa. Y si se considera que hay que detener una trama que en muchas ocasiones no encontramos, pues también se hace. O si reflexionamos sobre la esencia democrática de la institución monárquica; o nos peleamos por la existencia de la igualdad de género en la Iglesia católica; o atendemos a la falta de ayudas a la dependencia junto al incremento del presupuesto de Defensa; o de las negativas a otorgar la condición de refugiado y el incremento de subvenciones destinadas a fomentar la natalidad patria… En fin, repetimos de nuevo, ralentizaciones y sosiegos que desesperan. Una pena.
Tráiler:
Ficha técnica:
Génesis (Genèse), Canadá, 2018.Dirección: Philippe Lesage
Duración: 129 minutos
Guion: Philippe Lesage
Producción: Productions l'Unite Centrale
Fotografía: Nicolas Canniccioni
Reparto: Théodore Pellerin, Noée Abita, Brett Dier, Mylène MacKay, Marc Beaupré, Pier-Luc Funk, Édouard Tremblay-Grenier, Paul Ahmarani, Rose-Marie Perreault, Emilie Bierre, Vassili Schneider, Tomas Ross, Jules Roy Sicotte, Jean-Simon Leduc