Críticas
La conciencia como testigo vigilante que se sale de la concha corporal
Ghost in the Shell
Otros títulos: Ghost in the Shell. Vigilante del futuro.
Rupert Sanders. EUA, 2017.
La ciencia ficción tiene como campo natural de desarrollo las relaciones entre los seres humanos y las máquinas. Máquinas de alta tecnología, capaces de reemplazar a las personas en su totalidad o en parte. Los cambios en los cuales la orgánica textura humana se va confundiendo con el universo de lo artificial y de lo tecnológico, son una continuidad de un arte muy antiguo: cómo reemplazar piezas y órganos dañados con elementos inorgánicos y manufacturados: en los principios, ojos de vidrio, patas de palo, ganchos; visión artificial capaz de adentrarse en realidades virtuales; visiones basadas en el calor; miembros cibernéticos capaces de llevar a cabo casi todas las funciones de un miembro perdido, algunas veces hasta con ventaja; manos que pueden manipular en ambientes prohibidos y peligrosos. Hay un santo grial en este mundo artificial: superar las capacidades mentales, creativas y emocionales del ser humano con las de un robot inteligente, sensible, hábil, autónomo y, a la vez, dependiente y obediente; cuyas partes pueden ser reparadas y mejoradas; cuya apariencia sea tan humana, que confunda a los que lo rodean.
En Ghost in the Shell se da un paso adicional en esa saga imaginaria de la robótica futurista: el reemplazo total del cuerpo por uno mejorado, reparable y resistente a todos los impactos, que se desplaza en caídas libres casi infinitas sin sufrir daños. Lo único que no se reemplaza es el cerebro, que se convierte en una fuente de consciencia y de rasgos humanos para el nuevo ser robótico.
Alcanzada la hazaña tecnológica, la película se centra en describir una fantástica serie de aventuras, protagonizadas por Scarlett Johansson como la Mayor, personaje que posee una insuperable combinación de cerebro humano y de cuerpo artificial. Buena parte del filme se centra en el cuerpo de la Mayor, el cual se nos muestra en detalle en diversos tipos de combinaciones, con vestidos ceñidos de color carne o colores y brillos metálicos grises y marrón. Estas vistas se convierten en uno de los deleites genuinos de la película por su belleza, que no es tanto erótica, como proporcionada y estática, en cuanto puede serlo lo que es artificial y de apariencia plástica. Están diseñadas las escenas de tal forma que el cuerpo danza y se mueve por todos los espacios: cae en vuelos verticales llenos de gracia y se posa en el suelo en hábiles posturas de bailarina de ballet, aunque lo haga en un peligroso campo de batalla; se eleva, se acerca y se aleja en los muchos combates con poderosos enemigos y con máquinas, en vistosas coreografías que permiten apreciar los movimientos y los golpes que da y que recibe, como obligadas secuencias inspiradas por la música que las acompaña o que resuena en la mente del personaje. Acompañando al cuerpo casi mecánico, la cara de la protagonista es la parte más humana de todas, permitiendo, como es natural, las expresiones y las actuaciones de buena calidad de esta artista, de rostro atrayente, enigmático e insondable.
La trama coincide con una que es común en este tipo de filmes de aventura cibernética: un poderoso organismo secreto del estado que se dedica a combatir todo tipo de enemigos y de conspiraciones y del cual hacen parte la Mayor y otros protagonistas. Y como resultado de las luchas, se descubre que los motivos que subyacen no siempre son nobles y que los poderosos tienen la costumbre de manipular a los héroes que se sacrifican en el servicio de las causas aparentemente nobles, buscando objetivos de poder en esa continua lucha entre el bien y el mal. Acá hay otra trama paralela: la búsqueda personal de la Mayor por descubrir de dónde vienen su cerebro y los confusos recuerdos que aparecen en forma creciente y que le perturban su vida aventurera, que, a pesar de lo rica y variada, no alcanza a disipar sus angustias mentales. En su caso, no hay angustias corporales, ya que su cuerpo es reparable y siempre cuenta con atentos personajes que lo ajustan y lo dejan como nuevo. En ello se aprecia una moderna analogía con lo que cada vez sucede más y más con los seres humanos: resueltas las enfermedades del cuerpo por la medicina, cobran importancia los males de la mente y las angustias existenciales.
Hay un aspecto de esta película que hay que destacar y que se constituye en el otro gran atractivo visual. Con ayuda de hologramas y de otros efectos visuales, se nos presenta una imagen de lo que serían las ciudades del futuro, llenas de mecanismos de transporte que aprovechan los espacios verticales; con edificios que en sus pisos superiores se constituyen en complejos mundos interconectados; con enormes cuerpos humanos a modo de estructuras urbanas, que interactúan con los habitantes en formas que no se aclaran, pero que parecieran ser publicitarias o de lavado de cerebro. Este ambiente de ficción futurista se combina con callejuelas tradicionales y estrechas, con escenas de perros que deambulan, con ventas callejeras como las que existen en las populosas ciudades y con clubes nocturnos donde se ofrecen el sexo y los placeres prohibidos. Pero también con centros de contrabando, en los cuales se comercian partes mecánicas y robóticas y reparaciones de los daños físicos y mentales, en medio de ambientes oscuros y surreales.
Detrás de todo esto, como indica el título del filme, subyace el concepto de la conciencia como un fantasma que está atrapado por una concha física, que es el cuerpo, sea orgánico o mecánico, que la contiene y que la esclaviza, que la sujeta a una existencia secundaria, de la cual solo se libera con singulares actos de ella misma, es decir, actos de consciencia, de darse cuenta. Los cuales, dada esta naturaleza de estar atrapada, se van desarrollando a base de ensayos y de atrevimientos. En esa forma se despierta en la conciencia su actitud vigilante, su capacidad de testigo que sale de la concha y observa.
Trailer
Ficha técnica:
Ghost in the Shell / Ghost in the Shell. Vigilante del futuro , EUA, 2017.Dirección: Rupert Sanders
Duración: 107 minutos
Guion: Jamie Moss, Ehren Kruger. Basada en el manga japonés Ghost in the Shell de Masamune Shirow
Producción: Avi Arad, Ari Arad, Steven Paul
Fotografía: Jess Hall
Música: Clint Mansell
Reparto: Scarlett Johansson, Michael Pitt, Pilou Asbæk, Chin Han, Juliette Binoche, Takeshi Kitano, Lasarus Ratuere, Yutaka Izumihara, Tawanda Manyimo, Danusia Samal, Pete Teo, Yuta Kazama, Rila Fukushima, Kaori Momoi, Michael Wincott
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