Críticas
El hogar es un lugar extraño
Ghostland
Incident in a Ghostland. Pascal Laugier. Canadá, 2018.
Hace ya muchos años, un grupo de jóvenes franceses se atrevieron a romper con los clichés del cine de terror. A base de horror físico, salvaje y sin concesiones, llamaron la atención de un adormecido público, acostumbrado a más de lo mismo. Bien es cierto que muchas de aquellas películas eran irregulares, pero los perpetradores de esos contundentes golpes de efecto mostraban un mimo desconocido por el apartado visual, aparte de la explícita oferta no apta para todos los estómagos. Eran obras tan hermosas como incómodas, contradicciones en términos que daban aires renovados a un género maltratado hasta la extenuación.
Mucho ha ocurrido desde entonces, y alguno ha quedado por el camino. Otros han continuado su carrera internacional con altos y bajos, como Alexandre Aja, punta de lanza del movimiento denominado Nuevo Extremismo Francés.
Los menos, sin embargo, han mantenido una carrera coherente, aunque escandalosamente escasa, a pesar de dar el salto al mercado global, con las evidentes concesiones que conlleva. Pascal Laugier sigue siendo un autor de marcada personalidad, de mirada sórdida a través de la cámara, pero no exenta de macabra belleza. El cuidado de su apuesta visual es solo comparable a la despiadada crueldad que ejecuta sobre sus personajes, y es que en Ghostland ha recuperado el dolor físico como pilar de la narración, elemento que le lanzó a la cumbre con la bestial Mártires (Pascal Laugier, 2008).
Ghostland (Pascal Laugier, 2019) mezcla diversos subgéneros del horror con afortunada habilidad, , bordeando de manera peligrosa el absurdo argumental, esquivado con toneladas de tensión en cada recoveco del enrevesado marco narrativo propuesto por este excepcional cineasta. El elemento psicológico confronta de manera salvaje con lo puramente físico, y las mentes quebradas se aúnan al dolor corporal. La alucinación como vía de escape riega la película de cierto surrealismo onírico, al mismo tiempo que la tortura sin paliativos devuelve al espectador a la cruda realidad.
Laugier no ha perdido la habilidad para lanzar al público a la experiencia extrema, en la que puede compartir casi de manera literal el tormento al que se somete a las protagonistas de sus obras. Los escasos 90 minutos de duración de Ghostland (y hay que agradecer a Laugier que tenga piedad de nosotros por el control del tiempo) se traducen en tensión constante, y cada giro de tuerca es motivo de desesperación ante la desgracia a la que se ven arrojadas las chicas.
Lo que empieza como ejemplo casi canónico de home invasion varía en lo que parece ser un extraño episodio de casa encantada con fantasmas. La parte final es ya la locura medida al dedillo de este director que sabe, a la perfección, cómo contar la historia con el particular gusto por el truculento tormento corporal elevado a fetiche.
Laugier no se molesta mucho en construir personajes. Con pinceladas y detalles nos da tres víctimas que nos caen bien, con las que empatizamos por su cotidianidad y cercanía. Tienen sus historias familiares, sí, pero nada fuera de lo normal. Entonces, el director utiliza el principio básico de cualquier película de horror: introduce lo extraordinario/terrible en ese escenario de normalidad con catastróficos resultados. A partir de ahí, la realidad es un espejo roto, en el cual las inesperadas heroínas de esta historia han de encontrar el modo de sobrevivir a las vejaciones constantes a las que son sometidas por dos personajes perversos y nauseabundos.
Con la misma base sobre la que construye a las protagonistas, los villanos de la historia son maldad pura perpetrada a base de pequeños esbozos. Es suficiente para lo que pretende el director, adentrarnos en el descenso a los infiernos.
Para esto, Laugier nos encierra como espectadores en el particular escenario en el que se desarrolla este tour de force grotesco. La casa es puro barroquismo decadente, ejemplo de horror vacui, repleta de ecos del pasado, efecto visual incuestionable que rememora, además, otros tantos clásicos adornados con las miradas vacías de las muñecas de porcelana. Alegoría nada sutil de la suerte de las protagonistas, por otra parte, pero altamente efectiva. Los metros cuadrados del caserón, transformado en el laberinto del minotauro, en prisión inexpugnable, son la prisión de los nervios del espectador, acongojado ante las posibilidades de espacios tan concretos y escasos.
Además de todo esto, Laugier se las apaña para hacer una declaración de amor al género, a las posibilidades de la fantasía y la imaginación como vía de escape, con rendido homenaje al maestro de maestros, HP Lovecraft. No es que el director caiga en las garras de los horrores cósmicos del de Providence, pero su presencia es recurrente, e incluso protagoniza uno de los escasos momentos entrañables de la propuesta.
He disfrutado mucho de Ghostland, a pesar de los excesos, de los lugares comunes de su director. Es ingeniosa, y consigue que obviemos los, en ocasiones, inverosímiles planteamientos en sus soluciones. Pero al tener al público rendido en lo emocional hasta rozar el sufrimiento, es complicado reparar en esos pequeños detalles. Ghostland funciona como espectáculo de terror, que es lo importante. Además, contamos con un director que tiene algo más que oficio. Es intuición, ritmo, pegada y control de los tiempos, aprovechando cada minuto de su película, casi sin aliento.
Como decía, Laugier es un director con pocas películas, pero todas notables. Esa habilidad para elegir proyectos ha evitado que se queme antes de tiempo o caiga en el olvido, como casi toda su generación. Es reconocible, dueño de estilo propio y personalidad, sin perder de vista a su público. Eso sí, hay que saber jugar con la reglas que propone el cineasta. Su cine no es para todos los gustos, y para algún espectador puede ser un trago complicado pasar por este rato de maltrato y tortura. Avisados quedan. Si entran al trapo, les espera un fenomenal buen/mal rato.
Tráiler:
Ficha técnica:
Ghostland (Incident in a Ghostland), Canadá, 2018.Dirección: Pascal Laugier
Duración: 91 minutos
Guion: Pascal Laugier
Producción: 5656 Films / Logical Pictures / Mars Films
Fotografía: Danny Nowak
Reparto: Crystal Reed, Anastasia Phillips, Mylène Farmer, Taylor Hickson, Emilia Jones, Rob Archer, Suzanne Pringle, Adam Hurtig, Alicia Johnston, Ernesto Griffith, Erik Athavale, Kevin Power, Paul Titley, Terry Ray