Guiones
Harlan Ellison’s Movie
Deseo no demasiado secreto, quizás simple obviedad, el elemento de la libertad en el conjunto de la producción artística, la posibilidad de crear sin tener en cuenta nada que no sea la voluntad de expresión, es uno de los desiderata típicos de cada creador. Destinados a tener que soportar continuos cambios, son precisamente los guionistas los que más libertad querrían tener en el mundo caótico de la creación de filmes; de hecho, el guion representaría aquel primer paso que, desde sus comienzos, tiene que enfrentarse a una serie de obligaciones, desde cuánto va a ser el presupuesto hasta qué tengo que cortar para que todo encaje en unas dos horas o poco menos. Libres de cualquier nudo exterior, los guionistas se situarían, esperamos, en aquella dulce dimensión de puro acto creador. Sin embargo, nada de todo esto puede lograr tener la más mínima posibilidad de existencia.
En el caso de Ellison y de su guion epónimo (más que epónimo, sería correcto decir), el juego estaría en que al autor se le había dado libertad completa más bien como ejercicio de estilo y menos como posibilidad de llevar el resultado a la pantalla. El concepto sobre el que se basa este producto, entonces, no sería el de posible, sino la voluntad de poner en marcha una serie de elementos artísticos con los cuales demostrar y enseñar el valor típicamente ellisoniano de una obra nacida de su imaginación. La espectacularidad, entonces, no nace de saberles hacer frente a limitaciones situadas en el proceso de la construcción narrativa, sino en la bondad estructural típica de los productos que forman parte de aquellos elementos cuyo objetivo es la explosión de los procesos creativos.
Encaja, el proyecto global, en la voluntad caóticamente clara del escritor estadounidense. El juego de absurdidad elemental que las imágenes (aquí en su forma literaria) nos proporcionan forma parte de una visión decididamente límpida con la que el autor quiere entablar un discurso de carácter metafórico con el público. Se trata, en otras palabras, de un tripudio visual que esconde detrás de un apego por la belleza estética una serie de elementos profundamente simbólicos capaces, en su conjunto global, de ayudar al espectador a entrar en contacto con la estructura profunda del hipertexto fílmico. Un juego dialógico que se inserta en el concepto mismo de libertad y poder, así como de clases sociales, de cultura y contracultura en unos Estados Unidos que se balancean entre la voluntad de una expresión personal de libertad y el conformismo típico del poder capaz de agarrarnos y de volvernos sus esclavos.
Increíble, quizás inalcanzable, este guion nos permite acercarnos a la cuestión de la libertad misma, de su concepto en relación con el arte y con la expresión fílmica. Se crea así una serie de discursos con los cuales el autor y el lector intercambian sus ideas sobre el significado de creación en el ámbito de la función recreativa de la imaginación, así como de los mecanismos típicos de la voluntad de entablar un intercambio de ideas entre la obra de arte y el receptor. Harlan Ellison’s Movie es entonces un ejemplo de primera calidad de cómo el arte puede reunir los aspectos típicamente visuales con la necesidad de ofrecerle un significado profundo al público, uniendo así el aspecto estético típico del cine con la estructura profunda de la narración, el querer narrar para que se aprenda algo (o, más simplemente, para que nuestras ideas sean la base de la que nazca un debate).