Críticas
El quiero y no puedo (o viceversa)
Hedi, un viento de libertad
Inhebek Hedi . Mohamed Ben Attia. Túnez, 2016.
El tunecino Mohamed Ben Attia, se estrenó en la dirección con este largometraje, tras la realización de diversos cortos. En el mismo, se centra en la vida de un joven de su país, el Hedi del título, palabra que en su idioma significa serenidad. Dicho hombre, de veinticinco años, trabaja de comercial en una firma automovilística y está en vísperas de su boda. Desde el primer momento le vemos serio, no muy interesado en sus propias circunstancias, en los preparativos nupciales, en su inminente cambio existencial. Y precisamente, en eso consiste el meollo del filme, el mostrarnos la insatisfacción de un joven que siempre se ha sentido en segundo plano, que piensa que no ha podido desarrollar a lo largo de la vida sus verdaderas inquietudes, y ni ha conseguido, o ni siquiera ha intentado, seguir otros caminos diferentes de los que la tradición y su posesiva madre le han marcado.
Según ha declarado el realizador, Mohamed Ben Attia, mediante esta película pretendía conseguir un paralelismo con lo sucedido en Túnez desde la Primavera Árabe, que acabó con el régimen de Ben Ali en el año 2011, después de 24 años de dictadura. Mediante una metáfora que camina en el mundo íntimo del protagonista y su entorno, aspiraba a poner de manifiesto el desconcierto de un país que tras las revueltas, caída de la dictadura, elecciones democráticas y nueva constitución, intenta abrirse paso entre la pesada tradición y la desconocida modernidad. Y aunque parece que sobre el papel se han destapado expectativas nuevas a las mujeres para seguir otros caminos que los marcados por las rígidas normas tradicionales, lo que seguimos viendo en la película, a pesar de “ese viento de libertad” añadido al título original y que se nos asemeja como una situación excesivamente minoritaria, decimos, lo que nos sigue impactando negativamente es la general situación de las féminas, sin mayores expectativas vitales que contraer matrimonio y engendrar prole. Si lo que muestra la película son los máximos aires de progreso para el mundo femenino que se han alcanzado en los países árabes, la triste realidad que nos enseña es bastante peor que esas promesas que creíamos implantadas en una mayor medida. Al hilo de la película, buceando por desigualdades, no ya las realmente existentes, sino únicamente las reguladas legalmente, por ejemplo, al parecer, el Código Penal da a entender que la mujer está obligada a mantener relaciones sexuales con su esposo siempre que el varón quiera, una vez pagada la dote, o un violador puede eludir el castigo si su víctima adolescente consiente en contraer matrimonio con el mismo…
Hedi, que está interpretado por el actor Majd Mastoura, al establecer una relación con otra mujer unos días antes de las celebraciones nupciales, se replantea sus expectativas y, con una actuación taciturna, además de que los espectadores lleguemos a comprender y compartir su empeño por intentar no cometer equivocaciones desde un principio, demuestra la posesión de un carácter débil, cobarde y dubitativo. Y si a todo ello le añadimos un final abierto, nos deja la sospecha de que su propia confusión no le llevará muy lejos en el acercamiento a expectativas vitales ansiadas. La actuación de Majd Mastoura le proporcionó al actor el Oso de Plata en el Festival de Berlín del año pasado.
Siempre resulta interesante observar costumbres tan distintas a las occidentales en cuanto a ritos o celebraciones, en este caso matrimoniales, con esos encuentros previos entre las familias implicadas, que a la postre resultan muy similares a nuestras, afortunadamente pasadas de moda, pedidas de mano; o detenerse en otras circunstancias como dotes obligatorias, cenas previas, reuniones de amigos o amigas de los novios, comparables con nuestras horteras despedidas de solteras/os y demás saraos que conlleva un enlace de estas características. Una unión, que no olvidemos, en definitiva no deja de ser más que un contrato para regular, fundamentalmente, el patrimonio de aquellas personas que de momento se han decidido por un proyecto de vida en común. En fin, el aburrimiento se puede matar de muchas formas.
La película sigue sin cesar a Hedi en sus relaciones con la familia (madre y hermano) y también con la novia, estas últimas limitadas a fríos encuentros en el interior de un vehículo. Igualmente no abandonamos a nuestro protagonista en sus viajes de trabajo, en el intento de “colocar” algún coche a empresarios varios, ni en sus escaqueos diversos de una profesión que le resulta aburrida, poco enriquecedora, y parece que en la práctica insoportable. Ya hemos dicho que Hedi se presenta como un hombre amargado, indeciso, cobarde, y para rematar su personalidad, solo le faltaba ausencia de delicadeza y mucha rudeza, que sale a colación en la mejor escena del filme, que se desarrolla en el enfrentamiento con su madre y su hermano. En ella, saca a relucir todos sus demonios interiores incubados durante muchos años, sin ningún miramiento por las circunstancias y el momento en que se producen.
No es fácil enfrentarse, de repente y sin previo aviso, a la libertad para decidir tu propio futuro, cuando toda la vida han decidido por ti mismo. Es lógico que en esa vicisitud, el miedo invada el alma y paralice decisiones o acelere reacciones. El libre albedrío encontrado sin una intensa y concienzuda lucha previa, puede y seguramente debe producir sentimientos confuso, y mucha turbación que bloquee decisiones que se creían asumidas. Y también parece resultar muy complicado el intento de convertirse en alguien diferente, si no has ido practicando de por vida. Transformar en un instante una existencia marcada desde un principio en sus momentos esenciales, por otro futuro abierto o incierto, es muy comprensible que lleve a la parálisis vital. Quizá el director, con el microcosmos retratado en su largometraje, se haya acercado más de lo que pensamos a esa sociedad tunecina, que en un instante y de una forma inesperada, tuvo que replantearse sus modelos políticos, sociales y religiosos, y tomar decisiones para seguir avanzando, intentando no caer, durante el camino, en la desestabilización.
La película tuvimos ocasión de visionarla en el último Festival de Valladolid, en donde pasó sin pena ni gloria en la Sección Oficial. Personalmente, no empatizamos demasiado con su inestable y descuidada puesta en escena ni con el comportamiento de su protagonista, que hasta parece que roza la línea entre la pura confusión y la hipocresía. Además, en un primer momento, no terminaba de aportarnos demasiado ese paralelismo, pretendido por el director, entre su país y su película. Por fortuna para el largometraje, probablemente con la inestimable ayuda de que en su producción se encuentran los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, y por los dos premios conseguidos en La Berlinale, el ya citado de Mejor Actor, y el de Mejor Ópera Prima, con todo ello, decimos, ha conseguido llegar a nuestras pantallas comerciales, aunque en la sombra, con pocas sesiones y escasa salas. En cualquier caso, lo celebramos. El largometraje, a pesar de que no nos ha terminado de convencer, contiene bastantes elementos válidos para que, si tienen la oportunidad, lo contemplen, y saquen sus propias conclusiones sobre el estado y la evolución de ciertos asuntos básicos en las geografías que se describen.
Tráiler:
Ficha técnica:
Hedi, un viento de libertad (Inhebek Hedi ), Túnez, 2016.Dirección: Mohamed Ben Attia
Duración: 88 minutos
Guion: Mohamed Ben Attia
Producción: Coproducción Túnez-Bélgica-Francia
Fotografía: Frédéric Noirhomme
Música: Frédéric Noirhomme
Reparto: Majd Mastoura, Rym Ben Messaoud, Sabah Bouzouita, Hakim Boumessoudi, Omnia Ben Ghali