Reseñas de festivales
Historia del miedo
Sin entrar en cuestiones técnicas, el psicoanálisis considera que el miedo suele generarse a partir de un objeto amenazante externo, del cual tenemos que huir para protegernos. Este objeto externo puede ser real o imaginario, con lo cual la clave está en cómo lo percibe el sujeto. Esta es la base desde la que parte el joven cineasta Benjamín Naishtat para dirigir su primer largometraje.
Verano en Buenos Aires. La temperatura es alta y los cortes de luz, frecuentes. Bajar por ascensor y que se quede a mitad de camino, parece ser normal para la gente de clase media. Por el contario, cuando empiezan a ocurrir sucesos extraños en un barrio privado, comenzará el alerta. De hecho, en la película se retratan dos grandes universos: la vida típica en el conurbano bonaerense contrasta con la vida en un ambiente cerrado con seguridad privada.
Naishtat intenta generar un ambiente en el que técnicamente no ocurre nada real ni físico, pero en el que los protagonistas comienzan a percibir temor, sin saber muy bien la causa: una alarma que se dispara, restos de basura que aparecen en los lugares menos pensados, un apagón completo que los deja a oscuras. La película busca florecer nuestros miedos más íntimos, sugiriéndolos y no mostrándolos; un recurso que bien articulado suele ser efectivo, pero que en esta producción queda a mitad de camino. El problema del film radica en que el espectador nunca termina de sentir esa amenaza; es decir, es consciente de que algo ocurre, pero no llega a movilizarse ya que los personajes resultan poco carismáticos y se muestran demasiado artificiales.
Es justo mencionar, sin embargo, que sí se logra transmitir otras sensaciones. Por ejemplo, la violencia latente que está dentro de nosotros y que puede ser desencadenada por factores externos, está bien construida en la trama, ya que nunca llega a consumarse, pero se sugiere con pequeños gestos y actitudes de los protagonistas.
Un análisis más profundo del film podría llevarnos a pensar que deberíamos temerle más a la bestia que todos llevamos dentro (como planteó Julio Cortázar con su Bestiario) que lo que nos rodea. Es una lástima que el film se concentre en forzar situaciones externas que nunca llegan a buen puerto y que terminan confundiendo al espectador.