Críticas
Realidades aparentes
Holy Motors
Léos Carax. Francia, 2012.
Las limusinas están de moda. Son vehículos llamativos por su ostentosidad y dimensiones, que resplandecen a lo largo de toda su carrocería y surcan las grandes ciudades de todo el mundo. Son dignas de la observación de los transeúntes, pero al mismo tiempo son muros impenetrables para las miradas que intentan atravesar los cristales e introducirse en la privacidad de su interior. Este espacio, no exento de cierta magia y morbo, ha sido el elegido como hábitat para los protagonistas de Holy Motors (Leos Carax, 2012) y Cosmopolis (David Cronenberg, 2012), dos de las cintas más importantes presentadas en Sitges 2012.
Estos cubículos rodantes de acero son utilizados como espacios de máxima intimidad, donde se desarrollan actividades con cierto grado de secretismo que son parte de una rutina bien definida, de la que somos testigos excepcionales durante veinticuatro horas. Mientras que en Cosmopolis este habitáculo de lujo es una oficina móvil y a la vez un búnker de protección, que atraviesa una ciudad saturada de protestas y manifestantes, en Holy Motors es el camerino de un transformista que acude puntualmente a las citas que tiene acordadas, donde se personifica, atribuyéndose no solo una apariencia estudiada y minuciosa, sino que su transmutación también recae en las acciones y formas de interactuar. Cada encuentro es la incursión en una vida, el objetivo, siempre, un enigma.
Dejando a un lado la cinta de Cronenberg, nos centraremos en la ganadora indiscutible del Festival de Sitges, Holy Motors, que aterrizaba avalada por el éxito cosechado en Cannes, donde creó cierta controversia entre la crítica especializada. Se trata del segundo largometraje de Léos Carax después de un largo periodo de trece años, en el que únicamente ha rodado dos cortometrajes y uno de los tres segmentos que dan forma a Tokio! ( Joon-ho Bong, Léos Carax, Michel Gondry, 2008), de donde ha rescatado al personaje de un duende. Sin duda, uno de los que más sorprende y desconcierta, de todos lo que cobran vida en Holy Motors.
Este nuevo trabajo ha visto la luz como un acto de inspiración, tras la imposibilidad de llevar a término tres proyectos diferentes, por problemas de casting y financiación.
Construida por fragmentos aislados, breves relatos que podrían haber sido creados de forma independiente, como cortometrajes. Óscar es el protagonista, el actor. Él se prepara para estos encargos en los interludios que separan unas historias de otras, en los que mantiene breves conversaciones con su chófer, de las que poco o nada podemos extraer acerca de su auténtica personalidad.
El actor, Denis Lavant, interpreta uno de esos papeles que son una joya como divertido reto para la profesión actoral. Convertido en un sofisticado camaleón, lleva la batuta con fuerza y garra. La cámara, hipnotizada, le sigue sin pestañear, como un imán que no tiene más opción que continuar su camino. El trabajo de Eva Mendes contrasta con la fealdad pretendida de la historia que comparte y la figura de Kylie Minogue proporciona un momento musical, a través del cual el film vuelve a despegar del suelo, una vez más.
Nos encontramos ante una propuesta de difícil clasificación dentro de un registro cinematográfico más allá de considerarlo, cómo no, cine fantástico. Podría tratarse de una suerte de ciencia ficción, pero con una sofisticación inusitada. Es elegante y complejo. No desde un punto de vista argumental, sino como ejercicio puramente cinematográfico. La imaginación que desprende es liberadora, provocadora e irreverente. Causa desconcierto y una constante búsqueda de respuestas. La virtualidad que representa, profundiza en un juego de realidades aparentes que descubrimos impostadas. Una especie de laberinto, del que no sabemos nunca por dónde entramos ni por dónde deberíamos salir, que está tejido por personalidades que son interpretadas. Óscar, el actor, podría verse como un mediador, alguien que entra a formar parte de la vida de otras personas en un momento determinado y de manera precisa y controlada, aunque sus actos resultan inesperados. No hay nada en esta película que caiga en lo previsible porque es sinónimo de ruptura con lo cotidiano.
Todo puede resultar tan onírico como su secuencia inicial, donde el propio Léos Carax descubre una puerta en su habitación que le abrirá paso a una misteriosa sala de cine. Esa escena, concebida como idea aislada del resto, como una obertura ilusoria, podría considerarse como la iniciación a crear y visitar nuevas realidades. En un momento en el que el comportamiento humano parece ir perdiendo la capacidad de empatía, a veces incapaz de ver más allá de la propia sombra, esta cinta es un revulsivo surrealista que entremezcla elementos cotidianos con delirios y disparates de diversa índole.
El cine fantástico galo lleva años despuntando con propuestas rompedoras y arriesgadas. Holy Motors ha logrado los galardones de mejor película y mejor director del Festival de Cine Fantástico de Sitges. La competencia no estaba fácil, pero la sensación que te queda tras su visionado es impagable. Esperamos no tener que aguardar otros trece años para volver a ver un nuevo trabajo de Léos Carax.
Tráiler:
Ficha técnica:
Holy Motors , Francia, 2012.Dirección: Léos Carax
Guion: Léos Carax
Fotografía: Yves Cape, Caroline Champetier
Música: Neil Hannon
Reparto: Denis Lavant, Edith Scob, Kylie Minogue, Michel Piccoli, Eva Mendes, Jean-François Balmer, Big John, François Rimbau, Karl Hoffmeister.
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