Críticas
Una ruptura de equilibrios necesarios para la vida
Honeyland
Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov. Macedonia, 2019.
La relación con la naturaleza se debate en términos de desaciertos que culminan en dificultades para la subsistencia.
Hatidze Muratova es una campesina que sobrevive en un espacio árido y hostil gracias a sus conocimientos de apicultura. Tendrá que compartir su medio de vida con vecinos que priorizarán un buen negocio en desmedro del armonioso funcionamiento del ecosistema.
Tamara Kotevska y Ljubomir Stefanov rodaron este documental durante tres años y participaron de la vida de los protagonistas de manera intensa. Fejmi Daut y Samir Ljuma son los encargados de la dirección de fotografía, en un trabajo que hace gala de hermosas imágenes y deja constancia de la contundente presencia de la naturaleza, mediante planos generales donde el humano se pierde bajo el peso de un determinismo que no admite errores de proceder.
El documental toma partido por una moralidad que combina bondad, generosidad y solidaridad como principios de buen obrar en connivencia con los equilibrios de la naturaleza. Fuera de ella no es posible la subsistencia, como concepto general, tanto de las abejas, como de Hatidze y la familia Sam. Deberán respetarla si pretenden nutrirse de sus beneficios.
Un conflicto que contrapone las urgencias de la vida cotidiana frente a las estabilidades de una vida precaria sostenida por recursos únicos. La falta de alternativas se articula con negación, negligencia e ignorancia, una combinación explosiva que tiende a provocar la caída del más débil.
No obstante estas realidades, los realizadores supieron compensar a Hatidze haciéndola participe de los beneficios cosechados por el filme: le compraron una casa en un pueblo cercano y habitado. También, ayudaron a la familia Sam con la escolarización de sus hijos.
Es la puesta en práctica de lo pregonado en el filme mediante valores que resaltan desde su propia ejecución, más allá del discurso en imágenes.
Una obra sencilla y sutil a la vez. Alegoría del papel del humano en la naturaleza y su expulsión al situarse fuera de las normas. Debe jugar un juego donde sus necesidades armonicen con las reglas de la naturaleza, ellas son supremas y no toleran transgresión por economicismos familiares inmediatistas; ejercen una neutralidad por sobre los egos, en aras de un equilibrio que debe ser descubierto y aprendido, más no negado y ocultado. Hatidze comparte un saber traicionado desde la transgresión de valores humanos básicos, es aquí donde el filme se adentra en un terreno paralelo que reafirma el precio a pagar por la traición a quien ofrece ayuda. Una lección moral que suma el peso de consecuencias trascendentes por la falta al deber. Nadie se beneficia, todos pierden, aunque algunos más que otros. Es la unidad entre moral y naturaleza, un hilo conductor bidimensional que establece continuidad entre acciones correctas y resultados correctos. Personas y naturaleza son un todo indisociable que ejecuta consecuencias permanentes en un ida y vuelta generador de múltiples efectos.
Lógica paralela que debe adecuarse al medioambiente en aras de una subsistencia condicionada, más allá de caprichos personales. El contexto no dialoga, espera ser comprendido, aceptado y respetado en sus condiciones. El deseo y la necesidad son irrelevantes ante la contundencia de un ecosistema preexistente y en permanente resistencia.
El montaje es inteligente, aprovecha los planos más relevantes para entretejer una historia simple y compleja a la vez; la sencillez esconde los avatares de una cultura en un recorte de matices que semejan un collage de actitudes y costumbres delatadas a partir de modelos relacionales que suponemos típicos. Hatidze y su madre ante la inminencia de la muerte, recuerdos que apuntan a un pudo ser que no fue, en ausencia de un matrimonio que pudo cambiar historias de vida. La familia y sus conflictos cotidianos, donde los hijos son importantes desde una tradición procreadora. Son mano de obra y, a su vez, configuran una mayor demanda de trabajo para la satisfacción de sus necesidades. El cuidado se combina con la escasez de recursos, una vida ruda es presentada, desde el dulce carácter de Hatidze y su calma ante la adversidad, en contraste con una familia que ejerce sus labores entre gritos, reclamos, retos y exigencias. Dos modalidades de subsistencia que contrastan, dos formas opuestas acceden a condiciones de vida hostiles buscadas y aceptadas.
La solidaridad y la destrucción como partes de una dialéctica que conduce al caos, las abejas semejan las posturas de los vecinos gobernadas por decisiones contrapuestas y forzadas por circunstancias que no tienen en cuenta el perjuicio del otro. Cuando el interés personal supera a la sabiduría el desastre se avecina.
Puestas en escena naturales donde abundan paredes de piedra derruidas, el concepto de precariedad alcanza la vida de Hatidze, hubo una vez un pueblo del que solo quedan ruinas y la presencia de dos personas que viven de un único recurso: la miel. Los habitantes nómadas que llegan levantan la apuesta y, ante la aridez, deciden implantar la actividad rural doméstica, aunque, sin los conocimientos suficientes, la naturaleza ofrecerá resistencia.
Un fragmento de vida humana, en términos de rareza en extinción, nos ofrece el planteo universal más allá de la particularidad. Hatidze es el punto de partida para la interpretación de hechos; el grave perjuicio nos hará empatizar y reflexionar acerca de las bondades de la adaptación al mundo moderno con su abanico de alternativas de subsistencia en base a oferta y demanda. Recordamos un pasaje que nos muestra como Hatidze no comprende esta lógica. Su miel en el mercado puede valer veinte euros, aunque quieran comprársela a diez. Explica esto en términos de un voluntarismo propio tendiente a establecer rebajas o alzas según la intención del momento. El aferrarse a la tradición desnuda un modo de vida anacrónico vinculado a enseñanzas del pasado, que van más allá de procedimientos económicos específicos, para abarcar todo un sistema de valores generadores de una concepción de optimismo extremo en cuanto a la existencia se refiere. La protagonista no alcanza a comprender la precariedad de la situación, depende exclusivamente de un solo recurso, si llegara a escasear, su vida y la de su madre estarían en peligro.
Tradiciones que se entretejen en roles prefijados, donde se lamenta la ausencia masculina en su rol de protector-proveedor. Es la fragilidad humana ante el desafío a la supervivencia bajo condicionamientos, naturales y sociales, generadores de un accionar económico limitado por el peso de la tradición.
Honeyland es el aprovechamiento de la tecnología para un discurso que la ignora, la vuelta a un contacto directo con la naturaleza y el respeto ante sus condicionantes, algo de lo que se puede vivir solo si se lo conoce, pero no en términos perceptivos, sino comprensivos de dinámicas lógicas, cuyo respeto redundará en la posibilidad de supervivencia.
Tráiler:
Ficha técnica:
Honeyland , Macedonia, 2019.Dirección: Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov
Duración: 85 minutos
Producción: Trice Films
Fotografía: Fejmi Daut, Samir Ljuma
Música: Foltin
Reparto: Documental