Hrutar

Cuando Grímur Hakonarson subió al escenario para presentar su segundo largometraje de ficción, Hrútar, ganadora en Cannes 2015 del premio principal de Un Cetain Regard, no dudó en dedicar el film a las que él considera sus auténticas protagonistas: las ovejas. Ellas son la pieza fundamental de una historia que combina el costumbrismo y la tradición de las zonas más rurales de Islandia, donde la fuerza de la naturaleza se impone por encima de las cuestiones humanas, con una trama que recae en el emprendimiento de una rebelión a pequeña escala.

Gummi y Kiddi son dos hermanos que viven en casas contiguas, aunque hace más de cuarenta años que no se dirigen la palabra. Ambos están solteros y son solitarios. Todo su tiempo y esfuerzo lo dedican a su rebaño de ovejas. De manera inesperada, los animales enferman de scrapie (enfermedad priónica degenerativa que afecta al sistema nervioso), por lo que deben ser sacrificadas para asegurar que la enfermedad no siga infectando y se propague.

Este es el punto de inflexión por el cual la relación entre los hermanos comenzará a modificarse.

Hakonarson deja sentir su experiencia como documentalista en el ritmo de la historia y su edición, al prestar gran parte de su atención a la rutina de esta pequeña comunidad en la que la importancia de su economía de subsistencia está basada en el respeto y el amor por las ovejas, en parte derivado de la ausencia de vida familiar.

La narración es escueta en diálogos y está absolutamente centrada en las interpretaciones de los dos ermitaños protagonistas, quienes consiguen transmitir una gran sensibilidad por su entorno. Hrútar es un film íntimo que invita a la introspección y a la reflexión sobre el hombre en su esfuerzo por salir adelante y su capacidad de cambio.