Idrissa, crónica de una muerte cualquiera

Hay películas que son necesarias e Idrissa, crónica de una muerte cualquiera es una de esas películas. El documental sobre la muerte y repatriación del cuerpo del joven emigrante guineano Idrissa Diallo hace justicia y visibiliza una problemática que Europa lleva años tratando de resolver y ocultar por partes iguales, sin visos de llegar a ninguna solución. Cada vez, la necesidad de emigración de gente de los llamados países pobres, en busca de una vida mejor, es mayor, y tanto los países ricos como los organismos internacionales parecen preferir mirar a otro lado e ignorar esta realidad. Una no puede evitar el preguntarse si es que existen personas que pudieron elegir el lugar donde nacieron y es por ello que tienen la potestad de cerrar las fronteras al resto. ¿Acaso no tienen todos los seres humanos el mismo derecho a buscar una vida digna?

Xavier Artigas y Xapo Ortega son dos cineastas que se conocieron a raíz del movimiento 15M en España y que formaron, junto con otros tres compañeros, la productora Metromunter, dedicada a realizar documentales de denuncia, entre los que podemos señalar Ciutat Morta (2014), que trató de visibilizar el caso de Patricia Heras, joven filóloga y poeta que se suicidó durante un permiso penitenciario.

En el caso de la historia de Idrissa Diallo, la película parte de la investigación surgida a raíz de la muerte en 2012 de este joven de 21 años dentro de un CIE (centro de internamiento de extranjeros) en Barcelona. Se sospecha que hubo negligencia por parte del centro a la hora de atender a Idrissa, quien sufrió una insuficiencia respiratoria, y además el estado español nunca hizo nada por repatriar su cuerpo pese a tener un teléfono de contacto de su familia.

La película se acerca a los hechos acontecidos de una forma respetuosa y alejada de cualquier sensacionalismo. En un tono que busca la inmediatez y el realismo, el equipo de Metromuntaner nos muestra el proceso de investigación que iniciaron para aclarar lo ocurrido y localizar el cuerpo del joven que apareció, finalmente, en 2016, en el cementerio de Montjuic, en un nicho anónimo que ni siquiera llevaba su nombre y que estaba destinado al olvido.  Dos años, un crowdfunding para cubrir los gastos de traslado que no quiso cubrir el estado español y un montón de trabas burocráticas fueron necesarios para que el cuerpo de Idrissa fuese repatriado y enterrado con los suyos en Tindila, su pueblo natal, cercano a la frontera con Mali.

El caso de Idrissa es uno de los muchos que muestran lo difícil que es para alguna gente poder trabajar y mantener a los suyos, por lo que el eco de esta historia es fundamental para evitar que casos como este permanezcan en la oscuridad. Su muerte es una muerte cualquiera, porque hay muchas más y eso es lo que debería hacernos reflexionar como sociedad. En Tindila, el joven ya es un héroe que difícilmente será olvidado. Su madre, con lágrimas en los ojos, relataba cómo un anciano predijo, al nacer su hijo, que el nombre de Idrissa estaría en boca de todos.

Es importante que el cine abogue por películas como esta, de facturación humilde, pero de gran contenido social, que dan voz a aquellos que no la tienen y logran aflorar problemas que los gobiernos y las estructuras del sistema tratan de evitar que salgan a la luz. En un momento del film, durante una entrevista de radio, se pregunta sobre la posible existencia de violencia estructural en los CIE, y la única respuesta es un incómodo  silencio que queda en el aire.

La película es también un documento de memoria histórica y por ello, de gran sensibilidad, los directores decidieron mostrar los detalles del largo viaje de repatriación del cuerpo de Barcelona a Tindila y filmaron, por deseo expreso de la familia, el entierro completo de Idrissa Diallo, quien llegó a casa, por fin, cinco años después. Descanse en paz.

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