Viñetas y celuloide
Jim Steranko, una vida de cine
Hay autores que, por lo azaroso de sus vidas, se convierten por sí mismos en el mejor de sus personajes. Vidas llenas de anécdotas, curiosidades, giros inesperados y situaciones que invitan a dudar de lo veraz del hecho, que gravita en ese espacio entre la exageración y la leyenda.
A esta estirpe de inesperadas y pintorescas figuras pertenece nuestro protagonista de hoy, el inefable Jim Steranko.
Steranko ha pasado a la historia del cómic por ser uno de los grandes innovadores del noveno arte, gracias a la intrépida manera con la que afrontó la creación gráfica y la narrativa del medio. Pertenece a la generación que transformó el cómic en los años 60, capitaneada por Jack Kirby; quizá no sea tan reconocido como “El Rey”, pero la aportación visual de su estilo ha sido influencia para centenares de artistas posteriores, y sus hallazgos a la hora de contar historias en imágenes forman hoy parte de la esencia del cómic.
Pero antes de eso (y de las sorprendentes conexiones de Steranko con el mundo del cine, que de eso trata esta sección), un poco de historia y contexto, para dar fe de la nada habitual biografía del autor.
Steranko nace en el seno de una familia de ascendencia ucraniana. Sus abuelos se establecieron en Estados Unidos como mineros, y la niñez del talentoso artista no es, desde luego, paradisiaca. De hecho, se incorporó tarde a la escuela debido a problemas de salud, y cuando comenzó finalmente las clases se convirtió en víctima de los abusones por su aspecto enfermizo y débil. Esto no achantó al joven Steranko, que decidió empezar entrenamiento en boxeo.
Aparte de la autodefensa, desde niño mostró gran interés por el dibujo. A pesar del desprecio de su padre por aquella afición, el cómic se convirtió en parte fundamental en su vida, y pasaba horas observando a algunas de leyendas primigenias del medio, como Hal Foster, Milton Caniff o Chester Gould.
Con aquel talento en ebullición, encontró trabajo en la imprenta local, donde desarrolló habilidades relacionadas con el diseño, sobre todo en cartelería para los negocios y eventos de la zona. Su talento llamó la atención del mundo de la publicidad y fue contratado por agencias en las que se curtió con diferentes y variados proyectos, dando forma a productos que van desde las botellas de cerveza a los carritos de bebé.
En este punto, es cuando la vida de Steranko se mueve entre la realidad y la leyenda, pues esa clase de personajes que pasan por ser sus mejores biógrafos. No solo la pasión por el dibujo dejó impronta en un tipo tan curioso y energético como el protagonista de nuestra historia. En el taller de su padre aprendió magia de forma autodidacta, especialmente trucos de cartas y espectáculos de escapismo y, según él mismo, pasó algunos veranos de manera nómada actuando en circos.
Sus habilidades con las ganzúas también sirvieron para que Steranko se viese involucrado en una serie de robos de vehículos y en el interior de algunas viviendas. Por suerte, dejó atrás las actividades delictivas de juventud y enfocó sus intereses en el dibujo, la magia y la música.
Como mago llegó a ser todo un referente, y publicó dos libros que se consideran clásicos en el mundillo. Steranko on cards, donde explica sus mejores movimientos con los naipes y Steranko World of Scape, en el que con sus propios dibujos ofrece al lector un recorrido por sus habilidades como escapista, componen el legado del polifacético artista en el campo del ilusionismo.
Leyenda del cómic y de la magia, también probó suerte como músico, formando la banda The Comets. Compartió escenario con algún nombre importante del naciente rock and roll de finales de los 50, e incluso afirmaba que su banda fue la primera en aparecer en el escenario con go gos, estampa que se convertiría en identificativa de la época.
Pero si por algo ha pasado Steranko a la historia de la cultura popular, es por su aportación al mundo del cómic. Su estilo, auténtico delirio pop, de espacios mutantes, experimentos con la página e introducción de los elementos del diseño que asimiló en su etapa como publicista, llegó al paroxismo en las páginas de Nick Fury, en cuyas páginas, sustituyendo al mítico Jack Kirby, estableció su laboratorio narrativo en el que evolucionó hasta la maravilla el lenguaje del cómic en apenas un puñado de números.
Si la vida de Steranko bien merece su propia película, resulta que nuestro autor también tiene conexiones bastante notables con el mundo del cine. Ya no es la influencia visual de su trabajo en una época en la que los lenguajes de ambos medios ya estaban en constante comunicación, es que de su trazo surgen algunas ideas que son icónicas.
Hay cierto arqueólogo que forma parte de nuestra cultura cinematográfica sin paliativos. Eterno rostro ensombrecido por un sombrero, protegido por una ajada chaqueta de aviador que ha visto días mejores y armado con un látigo, el intrépido explorador se juega el tipo siguiendo el rastro de tesoros tan hermosos como destructivos.
Indiana Jones surge de la imaginación de George Lucas y Steven Spielberg, inspirados por las novelas pulp. Steranko, tras su etapa como dibujante de cómics, pasó una buena temporada ilustrando portadas de este tipo de publicaciones, así que Lucas, con el que ya tenía cierta amistad, pensó en él para que diera forma al personaje.
No había ni guion, ni protagonista claro para la pantalla. Tan solo ideas e imágenes de diferentes procedencias. Steranko se encargó de aglutinar ese amalgama conceptual sobre el papel, y establecía el aspecto definitivo y el tono de las historias de Indiana Jones que acabaríamos disfrutando en las pantallas, en una serie de ilustraciones clarificadores del enorme talento del dibujante para el movimiento, la acción y el espectáculo.
No fue la última vez que trabajó en proyectos cinematográficos. En su periodo de preproducción, Steranko fue contratado para realizar una investigación conceptual para un proyecto que acabaría siendo Drácula de Bran Stoker (Francis Ford Coppola, 1992). El encargo de la productora pedía a Steranko que, con total libertad, estableciese un entorno visual para la futura película, en la que todo era posible, dando rienda suelta a la imaginación indómita del dibujante.
El resultado de la colaboración no fue especialmente fructífero, y ninguno de los diseños propuestos por Steranko acabó adaptado a la pantalla. Su Drácula era un extraño y estilizado ejercicio de reimaginación, en la que el vampiro vivía en una fortaleza casi futurista, rodeado de objetos coleccionados a través de los siglos, y vestido con un extraño uniforme blanco de evidentes reminiscencias nazis. Como era de esperar, los productores esperaban propuestas de aires algo más clásicos, así que la visión de Steranko fue descartada. Eso sí, nos deja estampas de exótica belleza vampírica, muy alejadas de la idea que tenemos del gótico universo del conde transilvano.
Steranko dejó para el recuerdo, en relación al mundo del cine, la adaptación al cómic de Atmósfera Cero (Peter Hyams, 1981), revisión de Solo ante el peligro en clave de ciencia ficción, en la que su impronta como narrador daba mayor empaque visual al resultado, que acababa siendo casi más vistoso que lo que ofrecía la película original.
Steranko fue único. Polifacético, deslenguado, intrépido e innovador, fue incluso inspiración para personajes de ficción. Su colega Jack kirby se basó en las peripecias como ilusionista de este explorador del lenguaje del cómic para la creación de Mr. Milagro, pieza fundamental de la enorme epopeya cósmica que fue El Cuarto Mundo, publicada por DC.
Sin duda alguna, una vida de cine.