Críticas
El bueno, el malo y el marciano
John Carter
John Carter. Andrew Staton. EUA, 2012.
La guerra de las franquicias basadas en best sellers comenzó hace ya algunos años, por lo que las salas se han llenado de magos, vampiros y alguno que otro ser especial. La literatura juvenil contemporánea ha estado imprimiendo su huella cada vez con mayor éxito, lo que ha obligado al mundo a leer con ímpetu nuevamente, y al mismo tiempo los orilla a adquirir boletos en taquilla y a crear nuevos ídolos juveniles.
No obstante el peso que la nueva literatura adquiere entre la población mundial, es innegable que la cinematografía siempre ha ocupado las historias narradas en los libros para crear vida en la imagen en movimiento. Así, existen adaptaciones de narraciones fantásticas que tienen años recorriendo los estantes y maravillando a los asiduos lectores sin necesidad de efectos especiales. Tal es el caso de las obras de Tolkien, Pullman o Lewis.
Edgar Rice Burroughs es el creador de un memorable personaje llamado Tarzán, que ha tenido ya varias adaptaciones en distintos medios (cine, televisión, videojuego, entre otros), pero también ha concebido a otro héroe norteamericano, tal vez por muchos olvidado: John Carter. Así, este 2012 la casa Disney ha apostado por el ex soldado confederado para realizar su superproducción anual live-action, muy en el estilo de El príncipe de Persia (Prince of Persia, 2010), pero esta vez ha dejado de lado los videojuegos para centrarse en la literatura estadounidense de principios del siglo XX.
Carter es un soldado retirado, que está en busca de oro y de su bienestar personal. Sin embargo, lo que encontrará no es una mina llena del preciado metal, sino un portal hacia la vida que nunca imaginó, pero que –al parecer- era su destino. De Virginia, el cuasi-vaquero llegará a Barsoom (Marte), en donde, mientras lucha contra sí mismo, se verá involucrado en una serie de aventuras que no ha perseguido, pero en las que tendrá que actuar.
La cinta, basada en la novela A Princess of Mars (1912, curiosamente en su centenario), es una mezcla entre la fantasía, la ciencia ficción, el western y la épica; en ella se aprecia un Marte que remeda los mundos creados por George Lucas, la evolución humanoide que ha empujado a los seres a regresar a los orígenes, pero de forma evolucionada, y la lucha de un hombre por encontrar su lugar en la Tierra (o en Marte).
Carter está en la misma línea de los personajes de Clint Eastwood o de John Wayne, y hasta incluso de Rango (Gore Verbinsky, 2011), en donde su alma honesta y solidaria logra anteponerse a sus propios intereses y a su necesidad de alejarse de todo, para hacer el bien sin pensarlo. Es un héroe natural que necesita trascender para encontrar paz interior; sin embargo, el planeta Tierra no ha sido suficiente y ha tenido que materializarse en Barsoom para llegar a esa conclusión.
La película, llena de acción y aventuras para toda la familia, recuerda también las cintas épicas del corte de Gladiador o Troya, no sólo por la necesidad de salvar a todo un imperio, sino también porque los vestuarios son un retroceso al progreso y un regreso a los básicos que durante cientos de años acompañaron las batallas más importantes.
Historias como las que ha creado Edgar R. Burroughs sólo han sido posibles ahora que la tecnología permite que los seres fantásticos existan “creíblemente” ante los ojos del espectador. Curioso resulta que a principios del siglo XX y mucho tiempo antes, no era necesaria toda la “parafernalia tecnológica” ni las pantallas verdes, ni los CGI para hacer volar la imaginación y producir narraciones inauditas.
Ahora, en los albores del siglo XXI, Carter, por primera vez (salvo un par de adaptaciones previas que no han funcionado), cobra vida en un mundo en donde los saltos kilométricos son posibles, así como la tele-transportación y los portales interplanetarios. Así, esta épica llena a la audiencia de emoción e intriga.
No se puede negar que conserva la esencia de los libros del autor norteamericano, porque se percibe –aún en medio de toda la demostración tecnológica- una esencia de las décadas de los 10 y los 20, en donde las motivaciones y las maneras están como extraídas de un libro de Agatha Christie. La tensión y la intriga se acrecientan a cada acción detonante.
Es entonces importante mencionar que el valor de la última producción de la casa Disney no estriba tanto por su labor visual ni por la dirección de Andrew Staton (Wall-E, 2008, Buscando a Nemo 2003), sino porque la novela en sí misma se hace valer a cada paso del film. Esto es lo que provoca pensar que seguramente habrá secuelas, ya que material hay para sostener una saga completa, lo que no era posible con El príncipe de Persia.
Aunado a esto, es la combinación de la historia romántica con las batallas interestelares, la aparición del hombre honrado y la necesidad de que triunfe el bien, lo que convierte a John Carter en una fórmula que funciona para la audiencia familiar, aunque no sea una película que aporte algo trascendental a la cinematografía.
El hombre siempre está en busca de un lugar en el mundo, tener alguien a quien amar, alguien a quien proteger, algo por qué luchar. Carter perdió todo –como muchos otros seres humanos- y un día, encontró nuevamente la esperanza de poder vivir, y la halló en otra dimensión, en algún lugar de un planeta que no es el suyo, pero que le permitirá recobrar el sentido de su existencia.
Tráiler:
Ficha técnica:
John Carter (John Carter), EUA, 2012.Dirección: Andrew Staton
Guion: Andrew Staton, Mark Andrews, Michael Chabon
Producción: Lindsey Collins, Jim Morris, Colin Wilson
Fotografía: Daniel Mindel
Música: Michael Giacchino
Reparto: Taylor Kitsch, Lynn Collins, Willem Dafoe, Samantha Morton