Críticas
La madurez sexual en el siglo XXI
Joven y bonita
Otros títulos: Joven y bella.
Jeune et jolie. François Ozon. Francia, 2013.
Desde 1997, con Regarde la mer, François Ozon ha mantenido una producción prácticamente ininterrumpida de un largometraje por año, en los que ha realizado cintas tan disímbolas como similares: thrillers psicológicos, musicales, conflictos de pareja, enfermedad, la sociedad, la juventud, la madurez; comedias, dramas y misterio, pareciera que el reto es hacer algo diferente a lo anterior cada vez, pero mantener su estilo y seguir desarrollando a sus actores. Así, logra dejar su huella que define la mirada en la que se aproxima a la realidad de su historia.
Después de Dans la maison (2012), que se perfiló más como película de suspenso, en donde la narrativa fue caminando a la par del espectador, y hace uso de varios personajes para crear más tensión y tener múltiples intervenciones alrededor de la misma historia, el director francés retoma uno de los temas que ha explorado con anterioridad: la madurez en la juventud.
En su cortometraje Action Verité (1994), Ozon explora los primeros momentos en los que unos jóvenes van descubriendo sus cambios emocionales y fisiológicos. Es cuando el cuerpo comienza a transformarse, justo en el instante en el que la mente pide a gritos un cambio. Los cuatro jóvenes involucrados en esta pequeña historia se hallan en el descontrol, en la incertidumbre, y lo que antes era gracioso, se vuelve incómodo y cobra un nuevo sentido en sus vidas y decisiones.
Jeune et jolie, su último largometraje, retoma un poco de este tema del cambio y todo aquello que va convirtiendo a los jóvenes en adultos. Isabelle es joven y bella, con un cuerpo deseable y terso, con la mente abierta a la transformación y las ganas de descubrirse a sí misma. Así, un día en la playa, se deja mirar a lo lejos y ser deseada, se regodea en la sensación de la emoción a flor de piel por hacer algo “prohibido” y a escondidas.
Esta misma sensación de observar a la distancia, pero de forma continua, es lo que Ozon permite durante todo el metraje de la cinta. El personaje principal es esta chica de diecisiete años que un buen día despierta con ganas de ser auténtica y de disfrutar de un placer que aún no conoce. Su primera experiencia sexual la conducirá a descubrir un gusto inexplicable por el peligro que el sexo acarrea.
Isabelle sabe lo que tiene, conoce sus talentos y poco a poco va encontrando sus propios límites, que no sabía que existían y que –con inocencia- cree que puede traspasar. Es justo en los primeros años de la juventud (una vez cruzada la barrera de la adolescencia) cuando parece que las personas son capaces de conquistar el mundo, de pasar días sin comer, horas sin dormir, donde las barreras no impiden lograr algo y donde las frustraciones se hiperbolizan sin sentido. Así, en este punto, el personaje principal cambia su vida y la va llevando justo a donde está segura que debe ir: el mundo de la excitación del cuerpo y la emoción de ocultarlo.
Durante todo el tiempo, se acompaña a Isabelle en sus primeros pasos hacia su nueva vida de escort, que comienza con la curiosidad y llega a un punto de devastación, no por el peligro que puede correr gracias a la misma naturaleza de la actividad, sino debido a una situación fuera de control que sacude a la protagonista y desequilibra su realidad.
Ozon decide mantener al espectador al margen, dejando mucho espacio de por medio entre este y la protagonista. Todo se mira a la lejanía, permitiendo no sólo “disfrutar” de lo que se ve, sino dejando la posibilidad de estar tan alejados del personaje que es posible juzgar y criticarlo, al punto en el que se vuelven inexplicables sus acciones. Entra, entonces, el juicio de quien mira para completar el texto cinematográfico. La gente cree siempre saber lo que es mejor para todos. Entonces, ¿cuántas malas decisiones puede tomar el personaje ante los ojos de quien le mira?
El director francés se toma el tiempo de conocer la rutina de Isabelle, de mirar su relación con su hermano y con su madre, de participar en sus encuentros casuales, de hacer sus recorridos por las calles, pero sólo son breves momentos los que deja para que ella hable sin corazas, de que abra ligeramente su corazón que está escondido tras las capas de la incertidumbre y el deseo.
El tiempo transcurre, ella se transforma, y aunque parece que no ha pasado nada, los cambios se vuelven cada vez más tangibles. Pero Ozon logra esto gracias a que se está tan lejos y la presentación de cada episodio es tan breve, que la poca cercanía se convierte en impaciencia y culmina con una incomodidad ante el momento en el que Isabelle conoce a una mujer que ha estado casada con uno de los personajes con los que interactúa.
Ahí, hace su aparición una Charlotte Rampling que muestra la madurez desde otra perspectiva y lo único que hace es acompañar a la joven y bella Isabelle por unos minutos, mostrando un futuro o, tal vez, una versión diferente de mujer, que se dibuja y desdibuja en la mirada nublada de la chica, que se halla en medio de una vorágine emocional, que –a su corta edad- parece difícil de manejar.
Ozon deja claro que es capaz de tocar cualquier tema en su cine y que puede conducir no sólo a sus personajes sino al espectador, indicando qué debe y no debe ver, qué puede y no puede pensar. Joven y bonita es más que la historia de Isabelle, es la percepción que tiene el ser humano de la vida misma.
Tráiler:
Ficha técnica:
Joven y bonita / Joven y bella (Jeune et jolie), Francia, 2013.Dirección: François Ozon
Guion: François Ozon
Producción: Eric Altmayer, Nicolas Altmayer
Fotografía: Pascal Marti
Música: Philippe Rombi
Reparto: Marine Vacth, Géraldine Pailhas, Charlotte Rampling
El tema es e amor y la incertidumbre del personaje.La bella actriz adolescente.buena fotografía.muy lineal el texto cinematográfico.
CHARLOTTE RAMPLING : USTED NO TENDRÍA QUE PAGAR JAMÁS, A NINGUNA EDAD. SIEMPRE SERÁ UN INMENSO PLACER VERLA.
SALUDOS DESDE ESPAÑA !!!