Críticas
Las semejanzas negadas del FBI
Judas y el mesías negro
Judas and the Black Messiah. Shaka King. EUA, 2021.
Un drama político-revolucionario acerca de la traición entendida en términos cristianos, donde un delincuente infiltrado ofrece información al FBI a cambio de libertad y dinero. La película está basada en hechos reales, es la incursión de Bill O´Neal en Las Panteras Negras: movimiento político en defensa de los derechos de los negros y el socialismo.
Un acercamiento a la psicología del “Judas negro” nos sumerge en los vaivenes de un callejón sin salida prefabricado a medida. El FBI y sus semejanzas negadas emergen a partir de un guion estructurado en etapas, que silenciosamente va desenmascarando la crueldad de un aparato estatal enceguecido por el combate a la disidencia. La justicia es pisoteada desde la utilización de los negros contra sí mismos. El papel de los informantes se vuelve crucial, tanto para la implicación como para la captura de los revolucionarios. Se generan circunstancias delictivas desde la tergiversación de los hechos; una guerra sucia que no da espacio para la culpa, la conservación de la vida está primero. El congraciarse con el poder terrenal conduce a la salvación, un enfoque materialista que antepone el pragmatismo y la realidad a lo ideológico- espiritual que, sin embargo, sabe valerse de las necesidades básicas mundanas para captar adeptos (los comedores infantiles pretenden acercar la gente al movimiento). Un juego de reclutamiento en base a necesidades humanas, que combina la libertad con el hambre en un cóctel ineludible y transformador, que genera adherencia a causas cuya justicia la película no discute. Está en juego la captación de lo humano en medio del peligro inevitable. El común denominador es la presencia del negro en la zona de riesgo vital; un planteo que va más allá de la nobleza de idea alguna. En este contexto todo puede ser posible, pero la verdadera amenaza es el negro utilizado por el blanco, y hasta por el propio negro bajo influencia del blanco.
La placa, como símbolo del poder del estado por el monopolio de la violencia, es reconocida desde el inicio como tal, para ir gradualmente transformándose en la imagen de “el cerdo” repudiable. El policía es el objetivo, la cara visible de la injusticia social bajo la forma de represión estatal, y hasta del homicidio encubierto tras una lógica de conservación del “estilo de vida americano”, al decir de las cúpulas partidarias de políticas de exterminio ilegal. El “oficial de la ley” es el punto de contacto entre dos lógicas, dos maneras disímiles de hacer política, cuyo común denominador es la concepción del otro como amenaza y, por tanto, como enemigo. Van tejiéndose diferentes categorías que apuntan a lo mismo, aunque de distinta manera –pueblo y nación-. La defensa, y la disconformidad con lo que se tiene enfrentan al Estado con la revolución; la supervivencia le gana a la pasión, con la consecuente adherencia al sistema desde una perspectiva de beneficio indirecto, que anula los esfuerzos por rescatar al colectivo negro de la discriminación.
Un filme que echa por tierra, no la validez de los ideales, sino la posibilidad de su ejercicio como herramienta de cambio por apelación a la pureza de su intransigencia. El triunfo está del lado de la artimaña, del artilugio interesado que apuesta a una diabólica seducción, que da cuenta de la presencia del mal, pero ya no en clave de estereotipo taquillero, sino de confabulación inteligente como esencia propia de políticas de Estado. Un baño de inmersión en las profundidades de la tradición discriminadora: “estilo de vida bajo amenaza”, según visionarias confesiones de un racista declarado en cuerpo y alma -J Edgar Hoover.
El guión nos ofrece un paulatino recorrido a través de dos modelos: el ingenuo negro revolucionario y el mezquino negro oportunista. Los informantes están a la orden del día y causan estragos. El poder los utiliza con sutileza, los inocula en movimientos rebeldes y obtiene la autodestrucción del negro por el negro. Sea social o individualmente concebida, la salvación de uno mismo o de los otros termina generando la destrucción de la propia raza. Un dato de la realidad posfílmico fue el suicidio de Bill O´Neal: la culpa operó con retroactividad. No obstante, una fugaz escena alude al suicidio mediante un sueño; presagio de lo que ya sabemos sucedió en tiempos que antecedieron a la ficción. Bill se autoadministra un balazo en la cabeza, en una instancia que lo disocia como ejecutante y receptor a la vez. Pero antes, llega en auto e ingresa a una oficina desordenada, llena de papeles en el piso, es la respuesta de su psiquismo en confusión frente al conflicto moral que amerita la autoejecución. En leve profundidad de campo surge su “doble” con el atuendo detectivesco de inicios del filme, cuando simulaba ser policía -gabardina y sombrero-. El sujeto proporciona un balazo en la cabeza de Bill, y es justo el momento en que despierta de la pesadilla. La imagen nos sitúa frente al negro que se autoelimina bajo un disfraz de policía. La autoridad estatal opera desde el negro hacia el negro, castiga desde el interior de la comunidad: negro destruye negro, así debe ser. El plano que contiene el suicidio simbólico, con todos los componentes propios del mensaje más importante, es experimentado en tercera dimensión, desde la profundidad de campo se contribuye a disociar la presencia de asesino y víctima, escisión necesaria para el establecimiento de un contraste funcional a la vivencia del personaje. Bill está dividido en dos facetas, propias y ajenas a la vez; es imprescindible ejercer el rol policial para matarse, la circunstancia de su captura inicia un periplo que genera una culpa que no podrá ser expresada en vigilia, por tanto, termina aflorando en un sueño con todos los ingredientes explicativos de la situación actual. Escena que resume el contenido más importante del filme, conclusión sintetizada en pocos segundos, que denota la falta de conciencia del negro a la hora de captar la forma como es utilizado, a pesar de la propia expresión de rebeldía frente al sistema.
O´Neal va esparciendo información que revela la ausencia de un liderazgo negro racional, hay una consideración inicial de la imagen de Roy Mitchell -agente del FBI reclutador de traidores- como modelo a seguir, producto de la escasez de ejemplos exitosos y carismáticos entre los negros. A los efectos se cita a Martin Luther King y Mohamed Alí como paradigmas de destaque, representantes de ramas de acción muy disímiles.
El descalabro trae las muertes masivas, los rebeldes parecen manejar una lógica del día a día teñida de idealismo infantil, que se sostiene en la solución de los problemas cotidianos sin análisis alguno de futuro posible. Predomina la realidad presente idealizada desde la proyección de un combate popular que llevará a la victoria. El embarazo trae consigo un vago cuestionamiento de la circunstancia, pero no hay medida alguna de protección.
Ni Las Panteras Negras son semejantes al Ku Kux Klan en sus procedimientos, ni la policía se le diferencia. Aunque Roy Mitchell se afane en sostener la tesis opuesta, los métodos violentos que llegan para cerrar operativos son los mismos -asesinatos masivos en la noche, incendio de inmuebles, etc.-, todo amparado por un poder estatal que distorsiona la ilegalidad de los sucesos.
La administración de la ley se sostiene en la conveniencia de quien oficia de poderoso en la relación de fuerzas, la ventaja es material e intelectual a la vez.
El Judas negro no es representante de la maldad, está contaminado por el demonio blanco y es portador de la enfermedad, terminará ahogando la gloria anticipada de una revolución signada por la propia ingenuidad política.
Ficha técnica:
Judas y el mesías negro (Judas and the Black Messiah), EUA, 2021.Dirección: Shaka King
Duración: 126 minutos
Guion: Shaka King, Will Berson (Historia: Keith Lucas, Kenneth Lucas, Shaka King, Will Berson)
Producción: Bron Creative, MACRO, Participant Media (Distribuidora: Warner Bros. Brazil, HBO Max)
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Craig Harris, Mark Isham
Reparto: Daniel Kaluuya, Lakeith Stanfield, Jesse Plemons, Martin Sheen, Ashton Sanders, Lil Rel Howery, Algee Smith, Jermaine Fowler, Robert Longstreet, Terayle Hill, Dominique Fishback, Nick Fink, Darrell Britt-Gibson, Amber Chardae Robinson, Adam Ratcliffe, Caleb Eberhardt, Zak Lee, Alysia Joy Powell, Crystal Lee Brown, Amari Cheatom, Debbie Scaletta, Chris Hahn, Michael Buonomo, James Udom, Michael Harrity, Matt Hudson, Linda D Gaines, Alonda Shevette, Steve Rizzo, Laura Allen, David Gragg, Peter Lawson Jones, Mell Bowser, David Haynes, Aaron Kleiber, Tone Tank, Roger Petan, Todd C. Adelman, Anthony Garcia, Chris Drexel, Shalanda Fresh, Chris Breen, Bobby Rodriguez, Chris McCail, Brian Andrus, Suzie Coker, Logan Fry, David Goebel, Dominique Thorne