Críticas
El robo más grande jamás contado
Juego de ladrones. El atraco perfecto
Den of Thieves. Christian Gudegast. EUA, 2017.
Alguna tendencia del cine de acción norteamericano te hace permanecer en un bucle de tiempo como atrapado en el mismo sitio. Como el día de la marmota. Es como tener la sensación de estar varado contemplando el mismo filme una y otra vez. Querer ver una película nueva y estar visionando otro título de antaño con un puñado de rasgos modificados. Todo parece un déjá vu. Permanentemente vuelves a la casilla de salida sin que el recorrido que efectúas por el tablero de juego te haya proporcionado el descubrimiento de mínimas parcelas con las que entusiasmarte y provocar un deleite más allá del mecánico distraímiento.
Este es el sentimiento que me ha generado el thriller Juego de ladrones. El atraco perfecto (Den of thieves, 2017), primera incursión en el largometraje del realizador Christian Gudegast. Para su debut, con guión propio participado con Paul Scheuring, elige un subgénero muy trillado y manoseado, el asalto a una entidad financiera. Un epígrafe de convencionalismo que, sin embargo, ha dado frutos, en algunos casos, muy espectaculares y vibrantes. Por lo tanto, a estas alturas, es de sobra conocido el ritual, que puede ser más o menos atrevido y ambicioso, y lo que determina el toque diferencial es el método utilizado por los delincuentes.
El cineasta Paul Scheuring lo tuvo bastante claro desde la gestación del proyecto. Si no puedes ser mejor que tu rival la mejor manera de no desentonar y salir airoso del encargo es unirte al enemigo. Con esta premisa no hay nada como volver la mirada y observar qué títulos de los últimos tiempos relacionados con una banda de genuinos caballeros y profesionales del robo quieren apoderarse de una voluminosa cantidad de dinero y organizar una operación de máxima exigencia. A la memoria sobrevienen largometrajes impecables y, en cierta manera, novedosos, como Plan oculto (Inside man, 2006), una brillante y angustiosa maniobra de Spike Lee. Pero a Paul Scheuring la que le gusta de verdad y le pone la piel de gallina es la inolvidable y trepidante Heat (Michael Mann, 1995), una estilizada pieza de delicada orfebrería con una set piece fabulosa por su energía, dinamismo y por su sinuosa coreografía. Como el modelo es todo una garantía de inspiración se puede intentar la imitación menos grosera posible y que los analistas cinematográficos cuando escriban sobre ella le dediquen honrosas palabras como <Christian Gudegast hace un soberbio homenaje de la película de culto Heat>. Ya le gustaría.
Guedegast acude al laboratorio de ideas, donde se experimenta con los trazados y rumbos temáticos del cine de acción norteamericano, y le sucede como al ayudante del doctor Frankenstein, Igor (Martin Feldman) en la divertida parodia de Mel Brook El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, 1974), que se equivoca de armario y en vez de recoger el texto de las esencias de la estantería ORIGINAL se equivoca y agarra el libro del estante que un aviso dice SUPLANTACIÓN.
Una argucia o triquiñuela que no tendría la más mínima importancia si en el desarrollo argumental el espectador detectara leves parpadeos que abrieran el guión a sucesos de nuevo cuño y no importados como si fueran vasos comunicantes o un <corta/pega>. Por lo tanto, toda la película no sólo recurre a lugares comunes sino que el realizador está maniatado en los entresijos de su relato, eclipsado por la fuerza del filme de Michael Mann y por los vericuetos de una trama idéntica.
El planteamiento de Juego de ladrones. El atraco perfecto se ajusta a la fórmula clásica del mayor robo jamás cometido. Una operación física. Entrar en una institución inexpugnable y salir con el dinero sin suscitar sospechas durante la fechoría y, a ser posible, sin herir a nadie. No se trata de cíber ladrones, última hornada de criminales de guante blanco de los que el cine también ha fijado su mirada. Si no de ladrones a la vieja usanza. De introducirse en una fortaleza de máxima seguridad y ejecutar el golpe maestro. El acto supremo. El más difícil todavía. Si alguien en su sano juicio había pensado que atracar una sede de la Reserva Federal era un propósito inviable, los chicos de Merrimen (Pablo Schreiber) no sólo lo desmienten, sino que detallan cómo hacerlo.
Como ocurriera en Heat, dos personajes masculinos, situados en mundos enfrentados, van a dirimir un duelo, la ley contra el crimen, y también una pelea dialéctica de arrogantes personalidades. Nick Flanagan, conocido como Big Dick, interpretado con estulticia por Gerald Butler (en horas bajas), es un oficial de la sección crímenes prioritarios encargado de investigar el absurdo robo de un furgón blindado de transporte de dinero vacío y la aprehensión que le suscita tan curioso incidente. Es un policía de raza, duro, inteligente, chulesco, desenfadado, poco ortodoxo y letal. Está obsesionado con desbaratar los planes de la banda de Merrimen. Su mujer le abandona y este aspecto pretende hincar el colmillo en su vida personal, como si los guionistas quisieran añadir algo de negrura emocional en la vida de Nick y darle un aspecto melodramático al relato. Que, por otra parte, también estaba punteado en el filme de Michael Mann.
En cualquier caso, en el transcurrir de los hechos narrados, no una parte sino casi todo el conjunto es una descarada mímesis de Heat. Las escenas se repiten siguiendo el mismo patrón y además de la puesta en marcha de todo el proceso de la operación punible se incrusta el desafío que se hacen los dos contendientes, simbología también del western, asumiendo que si los guerreros vuelven a coincidir cada uno ejerciendo su labor, no habrá pacto y uno de los dos deberá morir.
En líneas generales Juego de ladrones. El atraco perfecto es un producto de convencional mecánica, poco original, entretenido en cuanto espectáculo popular, sin una empatía por los personajes principales y nula reflexión sobre cuestiones morales que puedan suscitarse entre defensores de la ley y villanos. En cualquier caso, la cuidada calidad visual de las escenas nocturnas, el atractivo de los garitos de copas y, especialmente, los cuarenta y cinco minutos que dura el atraco, con el pertinente y obligado montaje en paralelo de los dos actuantes cada uno involucrado en su faena, animan un relato que resulta frustrante por su efecto COPIA/PEGA.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
Juego de ladrones. El atraco perfecto (Den of Thieves), EUA, 2017.Dirección: Christian Gudegast
Duración: 140 minutos
Guion: Christian Gudegast
Producción: Realitivity Studios/ G-BASE/ Tucker Tooley Entertaiment
Fotografía: Terry Stacey
Música: Cliff Martínez
Reparto: Gerard Butler, Pablo Schreiber, O'Shea Jackson Jr., Curstis' 50 Cent Jackson, Sonya Balmores y Maurice Compte
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