Críticas

Quédate en el lado alegre de la vida

Juniper

Matthew Saville. Nueva Zelanda, 2021.

Con evidente retraso llega a la cartelera comercial la película de nacionalidad neozelandesa Juniper (2021), escrita y dirigida por el realizador Matthew Saville. Su estreno en pantalla grande está vinculado a razones de estrategia por su reclamo actoral y a su presencia en un importante festival de cine español. El largometraje está interpretado por una de las grandes figuras del panorama cinematográfico británico y, por extensión, del cine internacional. Se trata de la poderosa, de mirada intrigante y algo fría en las distancias cortas, Charlotte Rampling.

La inolvidable protagonista de la controvertida pieza Portero de noche (Portero di notte, Liliana Cavani, Italia, 1974), estuvo presente en la 68ª edición del certamen de cine de Valladolid, la popular Seminci, y recibió de manos del cineasta español Julio Medem, que la dirigió en Caótica Ana (2007), la Espiga de Oro de honor por su incomparable contribución al mundo de la interpretación, premiando su variopinta trayectoria. De paso y aprovechando la cita, dio una conferencia de prensa, junto al director Matthew Saville, respecto a Juniper, porque fue el título elegido por los programadores para clausurar la muestra vallisoletana.

Saville es un realizador curtido bajo el formato televisivo. Esta ópera prima evidencia un lenguaje transparente, que roza lo televisivo, enfocado a narrar una historia con aristas existenciales, utilizando un estilo claro y sentimental de fácil llegada al público. Esta propuesta no llega muy lejos, quizás tampoco lo pretenda, pero el simple hecho de tener un reparto con el nombre de Charlotte Rampling es un aval suficiente y determinante para acercarse a su conflicto y sondear cómo resuelve, visual y expresivamente, un choque de caracteres común, pero construido burdamente.

La historia es muy sencilla. Sam (George Ferrier) es un joven estudiante molesto consigo mismo y con el mundo. Siente una profunda insatisfacción retorcida por un ánimo deprimido e inconsolable. Su aguda crisis pretende paliarla con un suicidio programado. Entretanto, su díscola actitud en el internado del colegio, en el que cursa sus estudios, significa su expulsión. Como castigo y para emplear el tiempo haciendo lago válido, su padre Robert (Marton Sokas) lo obliga a cuidar a su abuela Ruth (Rampling), de visita en su domicilio.

En los primeros compases de este drama familiar, de recuperación de la autoestima y de las ganas de vivir, Matthew Saville hace fijarnos en la actitud y comportamiento de Sam. Un adolescente rubio y guapo, de familia desestructurada (falta la madre y él lo achaca a las negligencias de su padre), escocido por traumas sin causa grave y dolorido por una desazón tan ingobernable que lo empuja a decisiones radicales. Sentado en la butaca, viendo los primeros minutos de metraje, el pesimismo terrible de Sam se me escapa. Lo tiene todo, dinero, belleza y es un chico en construcción todavía, sin obligaciones laborales y con todas las posibilidades de formación a su alcance. No entiendo su resquemor y temperamento airado con lo que le rodea. La asfixia interior queda diluida. La ausencia de la madre, cuya desaparición ha ocurrido en clave trágica, y un padre entre ausente y desafectivo no son taras para el hundimiento brutal del personaje. Pero está escrito así y su actuación responde, en el primer plazo, en esos términos.

Enseguida entra en la desdichada y agónica parcela de enfurruñamiento y ensimismamiento autodestructivo de Sam una auténtica bomba de relojería. Llega la abuela, Ruth, un ser feroz, puñetero, cascarrabias y alcohólica impenitente, que tiene limitados sus movimientos y se vale de una silla de ruedas, acompañada por su esforzada asistente, Sara (Edith Poor). Una figura inclemente, amargada, deslenguada, tiránica, egocéntrica y despiadada. Lo tiene todo. Y Charlotte Rampling cumple con creces en su cometido de perfilar una mujer desencantada, de vuelta de todo, desgastada, ya infeliz, que trasiega ginebra con un desparpajo y adicción dignos de los mejores borrachos que han sufrido los reveses etílicos en la pantalla grande. Y los ha habido muy buenos.

Por lo tanto, tenemos dos criaturas enfrentadas, de generaciones diferentes, con posos de vida divergentes, ocupando el mismo espacio de la vivienda a su pesar y tratándose con recelo y distancia, como marcan los patrones del drama. Los dos forman un avispero en el que cada uno mide su terreno, prepotencia y orgullo bajo la atenta mirada de la sufrida Sara, una juez árbitro que sabe modular el áspero ambiente y tiene una perspicacia afilada.

Una vez planteado el conflicto, rudimentario en su formulación dramática y manoseado en el registro emocional, no queda otra que hacer valer una terapia ofertada por Ruth, de tal manera que dos seres irreconciliables encuentren un punto en común para aligerar tensión y acercar posturas. La familia ha sido siempre motivo de áridas discordias y pugnas grotescas. Unas se suavizan y otras culminan con agresividad. Aquí, Matthew Saville, como si estuviese rodando un relato para la pequeña pantalla y en horario de tarde se inclina por las segundas oportunidades y lavar la imagen de todos aquellos que estaban a la gresca.

Ruth, Martin y Sam son, en definitiva, seres humanos con sus pros y contras pero no tienen a nadie más. Su hilo de sangre es, a fin de cuentas, vinculante y harán un último esfuerzo por limar asperezas y permanecer unidos. La enfermedad incurable, los vasos de ginebra, el amor propio, la aclaración de los malentendidos y la dignidad de la unión familiar conforman en Juniper una película eficaz, sensible y alerta a la desolación del individuo, que encuentra en el tratamiento y desarrollo de Saville un ejercicio ñoño de autoayuda. La soledad es terrible y mala compañera, viene a decir el autor.

Largometraje de guion plano y elemental, artistícamente convencional, de tufo rancio y aquilatado con gusto comercial, que sostiene bretes sin sustancia y que se beneficia, eso sí, de la notable y arisca interpretación de Charlotte Rampling, su principal aliciente y motivo de esta reseña.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Juniper ,  Nueva Zelanda, 2021.

Dirección: Matthew Saville
Duración: 94 minutos
Guion: Matthew Saville
Producción: Transmission Films
Fotografía: Martyn Williams
Música: Marlon Williams, Mark Perkins
Reparto: Charlotte Rampling, George Ferrier, Marton Csokas, Edith Poor, Cameron Carter-Chan, Carlos Muller, Tane Rolfe

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