Jurassic World: Dominion

Después del desastre de Jurassic World: El reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom, J.A. Bayona, 2018), yo ya le había perdido la fe a esta nueva apuesta de dinosaurios que revivían uno de los clásicos favoritos de mi infancia, Jurassic Park (Parque jurásico) [Steven Spielberg, 1993]. Por eso no quería ir a cine a ver la última entrega de esta trilogía que comenzó en 2015 bajo la dirección de Colin Trevorrow. Al ver que él volvió a la dirección de Jurassic World: Dominion (2022), decidí pagar mi entrada y volver a este mundo jurásico, a pesar de las críticas. ¡Y no me arrepiento! El no esperar mucho de esta cinta fue la clave para divertirme y sorprenderme con una historia obvia y predecible, pero con toques de humor y la nostalgia que está tan de moda en el cine en estos días.

La última entrega de esta trilogía de Jurassic World nos había dejado con la destrucción de Isla Nublar, y como consecuencia de esto los humanos y dinosaurios empiezan a convivir. Esto se resume en el comienzo de esta tercera cinta, con un práctico documental televisivo que nos pone al día con los eventos y nos ubica cuatro años después, en medio de un extraño mundo desequilibrado donde hay criaderos ilegales de dinosaurios y un mercado negro muy jugoso donde ponen a pelear a los animales entre ellos y hasta los cocinan, así que cualquier parecido con la actual explotación de animales exóticos no es pura coincidencia. El objetivo de los humanos ahora es aprender a convivir, ya no somos la especie más poderosa del planeta.

Acá aparece Biosyn, una empresa que, al mejor estilo de Monsanto, promueve la agricultura modificada genéticamente y es la única que no sufre ante una plaga de langostas gigantes que nadie sabe de dónde salió. Ellie Sattler (Laura Dern) y Alan Grant (Sam Neill), esos mismos de la primera película de los 90s, regresan a este universo para investigar el origen de esa extraña mutación de langostas, que seguro tiene que ver con dinosaurios. Por su parte, Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) siguen cuidando de Maisie Lockwood (Isabella Sermon), que se ha convertido como una hija para ellos y termina secuestrada.

¿Y a dónde creen que la llevan? ¡Así es! A los cuarteles principales de Biosyn en las montañas de Italia, donde existe un nuevo santuario para cuidar de los dinosaurios y el malo de la historia, un ridículo y caricaturesco Lewis Dodgson (Campbell Scott), quien tiene de su lado al recordado Ian Malcolm (Jeff Goldblum). En este mismo lugar se encontrarán las dos generaciones de protagonistas en una aventura llena de acción y persecuciones. ¿Podíamos esperar algo diferente? Por supuesto que es enredada e ilógica, pero bueno, tenían que cerrar la trilogía de alguna manera. Y además es totalmente predecible, sigue la misma línea que todos los fanáticos de la serie hemos conocido por años. ¿Eso la hace menos divertida? Para nada.

Sí se siente que hubo una pequeña intención desde el guion de hacer una reflexión acerca de lo bueno y malo que trae la genética, el jugar a ser “dioses” creando vida y modificando todo para nuestro beneficio, egoísta como siempre. Esa es la premisa que se ha mantenido durante las 6 películas anteriores, solo que ahora es más evidente y hasta repetitivo en los diálogos. A esto se le suma el concepto de “la unión hace la fuerza”, porque hasta los dinosaurios se ayudan entre ellos para sobrevivir.

Ese mensaje de aprender a coexistir sigue siendo universal y no envejece, pero a la cinta le falta mucho para que sea efectivo, porque nunca logra generar una identificación con algún personaje, o siquiera que nos importe realmente el destino de cualquiera. Si mucho, estamos del lado de los dinosaurios y que todo se destruya, solo porque visualmente sería mejor.

Debo confesar que también fui a verla a cine porque volví a ver la trilogía original por televisión, la encontré por coincidencia y decidí quedarme a la maratón. De todas esas solo se salva la original, en mi opinión. Por eso me quedó claro que hubo varias escenas Jurassic World: Dominion que hacen un tributo a la cinta que dio origen a todo. Me preguntaba, ¿cuándo esta clase de “homenajes” se vuelven una copia?

Ya no sé si es que al director se le acabaron las ideas o hizo la misma tarea que yo hice, pero tomando apuntes para complementar su guion. Y siguiendo con los cuestionamientos, ¿cuál es el sentido de seguir haciendo este tipo de películas? Pues vender y entretener, claro. Con un presupuesto de casi menos de 200 millones de dólares, la cinta ha logrado recolectar en taquilla mundial unos 700 millones. ¿Es una buena inversión? Sin duda. Y al final, eso es el cine, un negocio con ínfulas de arte.

El hecho de subirle ese toque a la ciencia ficción en esta cinta, proponiendo que los humanos y los dinosaurios convivimos en una relativa armonía, hace que se aleje más de lo verosímil y todo pueda pasar en la pantalla. Para muchos críticos y fanáticos, Jurassic World: Dominion es un despropósito, una gastadera de millones de dólares sin sentido. Como yo no esperaba nada, encontré un rato de diversión y ya, risas ante las situaciones ridículas y forzadas, pero también de decepción al ver que los dinosaurios perdieron verosimilitud. Nada como esos animatronics, los modelos gigantes que se construyeron en la época de Spielberg, ahora todo es por computador, pero de los peores. Pero hay gente a la que le encantó esta cinta y otros que se han dedicado a destrozarla por internet. Finalmente, hay público para todo.

Trailer: