Críticas
El canto del cisne del spaghetti-western
Keoma
Enzo G. Castellari. Italia, 1976.
Franco Nero es uno de los rostros más característicos del western europeo. El año pasado pudimos verlo en una pequeña aparición en la ya clásica Django desencadenado (Django Unchained, Quentin Tarantino, 2012). Se trataba de un pequeño guiño u homenaje que Tarantino le rendía a una de las mejores películas de Sergio Corbucci, Django (1966). Pues bien, diez años después de interpretar a ese desconocido que arrastra un mugriento ataúd, Nero protagonizó otro western no menos salvaje y atávico, pero crepuscular, en el que encarnaba a un mestizo que regresaba a su pueblo natal tras la Guerra de Secesión y lo encontraba azotado por una plaga de peste y regido con mano de hierro por un cacique sudista llamado Caldwell (Donald O’Brien). En esta ocasión, el nombre del personaje interpretado por Nero era Keoma.
Quien dirigió este casi último western europeo fue alguien curtido precisamente en los decorados del género, Enzo G. Castellari, prolífico director (todavía en activo; su último trabajo, Caribbean Basterds, es de 2010) que pasó del western al cine bélico y de ahí al policiaco, como otros directores italianos de la época. Ahora bien, si hoy en día recordamos a Castellari es, más que por sus propias películas, por el hecho de que Tarantino lo haya convertido en uno de sus maestros. De hecho, Malditos bastardos (Inglourious Basterds, 2009) tomaba prestado el título del de una de las películas bélicas de Castellari, Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato, 1978), conocida en inglés como The Inglorious Bastards.
Keoma es, sin duda, la obra maestra del cine de Castellari, que, aunque en muchas ocasiones convierte la necesidad y la ausencia de medios en soluciones imaginativas, en otras, como ocurre en Aquel maldito tren blindado, se le notan demasiado los costurones. En el desarrollo argumental, Keoma no es distinta a muchos otros westerns: pistolero que regresa a su pueblo e impone su justicia a diestro y a siniestro. Es en los detalles donde se nota la carpintería de Castellari: una plaga de peste, un pueblo en cuarentena, un amigo del pasado, la condición mestiza del héroe, su familia adoptiva, un cacique racista y otros elementos que configuran un cóctel realmente explosivo.
En realidad, como ha apuntado Antonio Bruschini, Keoma parece, por el uso de la fotografía, una película ambientada en la Edad Media, un “western medieval”, idea que viene subrayada por la plaga de peste que está asolando el pueblo y por la aparición del personaje de la hechicera (Gabriella Giacobbe), inspirado, según el director, en El séptimo sello (Det sjunde inseglet, Ingmar Bergman, 1956). Otro rasgo muy llamativo, pero evidente, son las similitudes entre el personaje de Keoma y Jesucristo, no solo por el físico, sino también por la sesión de tortura a la que lo someten los hombres de Caldwell, con crucifixión incluida. Según Bruschini, “es un western gótico y místico, violento y surrealista al mismo tiempo, del todo atípico. Quizá involuntariamente, Keoma, precisamente por su visión lúgubre de un Oeste tétrico y desolado, refleja simbólicamente el dolor de su autor por el fin del western all’ italiana, decretando así una especie de apasionada elegía”.
En plena agonía del western, no solo del europeo, Castellari logra recombinar las piezas típicas del género para ofrecer una película brutal y obsesiva, en un ambiente infernal y desesperado. Así, el tiroteo final, que es un enfrentamiento cainita, se desarrolla simultáneamente al parto de Lisa (Olga Karlatos). Keoma cuenta, además, con la interpretación de Woody Strode, uno de los grandes nombres del cine de John Ford. Además, la película de Castellari admite una admite también una interpretación en clave marxista, como El halcón y la presa (La resa dei conti, 1966) o Cara a cara (Faccia a faccia, 1967), de Sergio Sollima.
De todas maneras, y para concluir, me gustaría subrayar dos elementos muy llamativos de Keoma. En primer lugar, la música de los hermanos De Angelis, que tratan de recrear las voces y estilos de Joan Baez, Leonard Cohen y Bob Dylan. En segundo lugar, el uso de la cámara, que es magistral en algunos momentos, como cuando Keoma cuenta con los dedos en plano subjetivo, o, sobre todo, en la primera escena, antes de los títulos de crédito, cuando Castellari se atreve a realizar un flashback en un mismo plano: Keoma regresa y se encuentra con la hechicera, y allí mismo, sin corte alguno, la cámara gira y muestra a un bebé que era el propio Keoma.
Tráiler:
Ficha técnica:
Keoma , Italia, 1976.Dirección: Enzo G. Castellari
Guion: Enzo G. Castellari, Mino Roli, Nico Ducci
Producción: Manolo Bolognini
Fotografía: Aiace Parolin
Música: Maurizio De Angelis y Guido De Angelis
Reparto: Franco Nero, Woody Strode, William Berger, Olga Karlatos, Donald O’Brien, Giovanni Cianfriglia, Orso Maria Guerrini, Gabriella Giacobbe