Investigamos
La asimétrica mirada creativa de Takeshi Kitano
Un encuentro ficcionado con Takeshi Kitano[1]
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Luego de 32 horas de vuelo, llego a Tokio, considerando una breve parada en París que me permitió estirar las piernas dentro del aeropuerto Charles de Gaulle y adquirir el último número de la revista Cahiers du Cinema, que en la portada tiene al protagonista de esta nota. El objetivo del viaje es aproximarme por un par de días a la figura de Takeshi Kitano, con cuya obra me vinculé de manera casual cuando era un visitante habitual de un pequeño videoclub de barrio. Aquella vez me llamó la atención la portada de un VHS, cuya gráfica y publicidad promovía a Brother (2000) como una película de acción y la catalogaba al lado de una pila de cintas de cine de género protagonizadas por Jackie Chan, Sammo Hung, Jet Li o Donnie Yen. Sin embargo, Brother era distinta, ya que carecía de la pirotecnia característica de estos directores orientales, planteando una cuidada puesta en escena, una composición musical que potenciaba el desarrollo dramático del filme y la exclusión de extensos diálogos. Se distancia bastante de la película de acción que esperaba ver, tras leer la reseña escrita en la contraportada de la carátula del VHS. Fue una primera experiencia en torno a la obra de este cineasta oriental y hasta ahora, ha sido su única obra producida en Occidente. Kitano, al igual que Aniki, el personaje que interpreta en el filme se destierra de Japón y trata de insertar toda su cultura cinematográfica dentro de Estados Unidos, tal como un kamikaze que cae sobre la base naval de Pearl Harbour.
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Tras unas pocas horas de sueño, tratando de sobrepasar el jetlag, voy camino a las ocasiones de filmación de Outrage, la producción en la que actualmente se encuentra trabajando Takeshi Kitano y que significa su retorno al cine de yakuzas. La representante del cineasta me permite estar a distancia, registrar su manera de desenvolverse en el set y no interrumpirlo cuando está conversando con su asistente de dirección.
Durante la filmación es difícil ver en solitario a Kitano. Con pasos lentos se desplaza acompañado de un pequeño séquito de asistentes que atienden las escuetas indicaciones con las que este director organiza su labor cinematográfica. Discute ideas, apoyado en una pequeña libreta. Observa la escena recién rodada. No está satisfecho con la secuencia. Revisa sus apuntes. Solicita volver a rodar.
Su semblante se mantiene rígido. Un pequeño tic en su ojo derecho define el guiño más característico del rostro de este cineasta oriental que, tras su León de Oro en Venecia por Hana Bi (1997), logró volver a situar a la cinematografía japonesa en ámbitos de vanguardia, siguiendo la senda de directores como Yasujiro Ozu, Akira Kurosawa o Seijun Suzuki.
La asimetría en la mirada de Kitano se superpone a la asimetría de su obra filmada. Dieciocho películas componen su trayectoria cinematográfica, lo que le ha permitido explorar diversas dimensiones de la cultura japonesa, mediante personajes tan dispares como yakuzas exiliados en la playa, policías al margen de la ley, samuráis ciegos, parejas errantes que deambulan al interior de Japón, los que construyen un cine de autor que brotó con su obra inicial a finales de la década del 80, se consagró a mediados de los 90 y actualmente, de manera tambaleante, busca situarse dentro de la contemporaneidad, a partir de films que no tienen la misma fuerza creativa de sus predecesoras. Los tics y guiños característicos en su rostro también se distinguen en su cine, conformado por constantes contrapuntos que amalgaman poesía con violencia explícita, así como el amor y la tragedia.
Cada relato cinematográfico está confeccionado a través de un cuidado trabajo de elección de colaboradores que participan en ella. Destaca la colaboración de Yohji Yamamoto en el diseño de vestuario de tres de sus películas y, sobre todo, la música, compuesta en gran parte de su obra por un asiduo del Studio Ghibli como es Joe Hisaishi, que ha decantado en un proceso de mutua colaboración creativa durante cinco filmes.
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El rodaje se detiene por unas oscuras nubes que se han posado sobre la locación. El mal tiempo impide la filmación. El cineasta sonríe de manera pícara. Si bien no podrán continuar con las labores cinematográficas, esta situación le da chance de continuar con sus intereses personales, que perfilan su trayectoria como autor. Toma distancia de la locación para ganar unos minutos de soledad, con la finalidad de ordenar sus ideas mientras dibuja. Se acompaña de un pequeño block, donde trabaja en los espacios de descanso durante el rodaje. Debe asistir a los intérpretes y deja de lado apuntes a medio colorear y algunos bocetos.
Kitano desarrolla sus obras con libertad. No apuesta por producciones multimillonarias, ya que la independencia le acomoda. Es un artesano y su particular manera de obrar le ha permitido tener total control sobre sus obras cinematográficas. Sus filmes se desarrollan bajo el cuidado de Office Kitano, su factoría cinematográfica, lo que le otorga total control creativo en cada uno de sus proyectos y donde explora diversas versiones de sí mismo, extremando una producción llena de asimetría y contradicciones, lo que permite apreciar su obra como un traslapo de capas que definen su complejidad. Es así como podemos apreciar diversas versiones del autor: Conductor de televisión, diseñador, pintor, modelo, bailarín, escritor, productor, director, montajista e intérprete.
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Kitano ensaya una escena de riesgo. No desea dobles, tal vez condicionado por el accidente en motocicleta que experimentó el año 1994 y que significó una reconstrucción facial. Todo el equipo está en silencio. Respira hondo, se arroja sobre otro actor y luego lo apunta con un revólver. Corte y descanso. Un tanto agitado se me acerca y menciona que su interés por la pintura surgió durante la etapa de recuperación del mencionado accidente. Coloridos cuadros, centrados en elementos domésticos que se superponen con diversos tipos de flores, a modo de objet trouvé que el cineasta recoge desde distintos ámbitos de su cotidianidad. Estas obras fueron parte del arte en Hana Bi, Dolls (2002) o Akiresu to Kame (2008). En 2010, la Fondation Cartier montó una exposición retrospectiva sobre su obra artística titulada Gosse de peintre, compuesta por pinturas, collages y pequeñas esculturas.
Al igual que sus composiciones pictóricas, el cine de Kitano se caracteriza por una gran construcción visual y la carencia de diálogos. Busca conducir la atención del espectador hacia el relato visual. La construcción de cada uno de sus filmes se caracteriza por la acción fuera de cuadro, incorporando al espectador dentro de la interpretación de sus obras cinematográficas. El director argumenta:
“El cine tiene cien años y la tendencia del público es la de prever lo que va a suceder en la pantalla. En las escenas de violencia, trato de frustrar su expectativa”[i].
Se aleja nuevamente y vuelve al rodaje. Se hace difícil entablar una conversación, ya que es como visionar uno de sus filmes: sus respuestas escuetas dejan mucho para la interpretación del interlocutor, tal como las elipsis que estructuran sus cintas. Termino mi jornada y vuelvo al hotel con una figura más clara sobre este cineasta.
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Al otro día, me citan en Office Kitano. De lejos lo veo en la sala de montaje, que acude a un cigarrillo tras otro mientras trabaja junto a su montajista y sus asistentes. La intensidad de cada labor cinematográfica mide su constante consumo de tabaco y las caladas son saboreadas durante el proceso de armado del filme. En una pequeña sala, impregnada con el olor a humo de tabaco mezclado con vainilla, explica la importancia de esta etapa de producción:
“Estoy más interesado en el proceso de edición, así que tiendo a filmar con prisa. La filmación debería haberse hecho a fondo, por lo que es fácil de armar. Quizás no tengas suficiente material, pero lo interesante es cómo juegas con él”[ii].
Me solicitan abandonar la sala de montaje y doy con una pequeña sala llena de libros y libretas. Es su espacio de escritura. Hojeo un par de cuadernillos sin mucha suerte, ya que todo está escrito en japonés. Su representante me traduce algunas notas, todas corresponden a descripciones de lugares cotidianos. Así como Kitano acude a personajes ordinarios, también acude a lugares comunes. La playa es un lugar recurrente en gran parte de su obra cinematográfica, cuya amplitud se utiliza como un elemento narrativo que aporta una pausa al ritmo cinematográfico. Las situaciones ordinarias también le permitirían explorar su faceta como ensayista, a partir del libro Niño (Elefanta Editorial, 2020), donde es posible apreciar su facilidad con la prosa en tres narraciones en torno a su niñez. El texto vincula la tradición con la contemporaneidad, mediante relatos que describen la humanidad de sus personajes.
La representante me apresura y no me permite hurgar entre otras libretas. Debo llegar al hotel y coger un taxi para volver al aeropuerto.
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Han pasado un par de años tras ese breve encuentro en Tokio y he vuelto a coincidir con él durante su estadía en la 74th Annual Venice International Film Festival (2017), organizado por La Biennale di Venezia. Diviso a Kitano, quien con humildad enfrenta las preguntas de los periodistas. No se siente cómodo con los flashes y los focos. Previo a la conferencia de prensa, como actividad asociada al estreno internacional de la tercera parte de la saga Outrage, comparte con un grupo de fanáticos y se presta para bromas, como si fuera un personaje de una serie de animación japonesa. Logro acercarme y me reconoce, respondiendo ante mi consulta sobre la internacionalización de la industria cinematográfica en Japón:
“Está en una situación muy mala. Un ejemplo muy ilustrativo es que los premios otorgados por la academia japonesa de cine están apañados entre los dos grandes estudios del país. Lo mismo ocurre con las nominaciones a la mejor película extranjera para los Oscars, cuyo proceso de selección es un misterio. Hasta con Hanna-Bi, con la que recibí el mejor premio en el Festival de Cine de Venecia, la academia japonesa solo me dio dos o tres nominaciones, y ya está. Esto simboliza en qué mala situación está el cine en mi país”[iii].
La respuesta denota un Kitano desmotivado y eso ha trascendido en los filmes que forman parte de su última etapa cinematográfica. La trilogía de Outrage no tiene la misma frescura que sus primeras obras y, si bien es posible apreciar a un director maduro, estamos frente a una saga en la que el director busca situarse frente a su propia obra, retornando al cine de sus orígenes. Outrage se centra en el cine de yakuzas y triadas, pero no tiene la misma originalidad y vitalidad de Election (2005), del cineasta hongkonés Johnnie To. El guion carece de lucidez y solo se estructura mediante una gratuita sumatoria de asesinatos de integrantes de distintas familias de yakuzas, Respecto a este punto, Kitano comenta:
“Mi intención siempre fue que para el espectador contemplar Outrage fuera como ver uno de esos documentales sobre la naturaleza en los que ves a insectos matándose entre ellos, u hormigas persiguiendo gusanos. He intentado tratar a mis personajes de la misma manera, sin prestar atención a las emociones”[iv].
Prolífico, de pocas palabras, intenso. Así es Takeshi Kitano, un director que filmó su primer largometraje a los 42 años. Actualmente, a sus 73 años sigue tratando de encontrar en el cine una manera de explorar su incansable capacidad artística, que con sus altos y bajos, lo convierten en uno de los cineastas japoneses de mayor atención internacional.
[1] El presente artículo describe una serie de situaciones entre el autor del texto y el citado cineasta a partir del visionado de diversos making off de sus largometrajes. Si bien corresponde a un texto de ficción, los testimonios son originales y provienen de las páginas citadas al final del artículo.
[i] https://loff.it/society/efemerides/takeshi-kitano-cine-japones-304550/
[ii] https://enfilme.com/notas-del-dia/video-los-principios-cinematograficos-de-takeshi-kitano
[iii] https://elcultural.com/Takeshi-Kitano
[iv] https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20170909/takeshi-kitano-entrevista-festival-de-venecia-outrage-coda-6275160