La audición

Dentro del panorama del cine alemán contemporáneo, la presencia de nuevas realizadoras revela un cambio de paradigma dentro de la industria, con propuestas temáticas muy diversas tanto en el campo de la ficción como en el documental, desde una mirada femenina sobre la representación y el tratamiento audiovisual. Entre ellas, podemos destacar las obras de Vanessa Jopp, Teresa Hoerl, Nicolette Krebitz e Ina Weisse, sobre quien nos vamos a referir tras el estreno comercial de La Audición.

Luego de sus inicios como actriz en la televisión alemana, la carrera de Ina Weiss supo ganarse un lugar en la cinematográfica alemana a partir de su película Alles Anders (2003), un corto premiado con el First Steps, que llamó la atención del cineasta Wim Wenders, quien la recomendó a la productora Reverse Angle Pictures para realizar su primer largometraje, El Arquitecto (The Architect, 2008), escrito junto a la realizadora y guionista Daphne Charizani.

El estreno de su segunda película, La Audición, nuevamente en colaboración con Charizani, directora de En el Fuego (2019), es una coproducción franco-alemana que aborda el tema de la superación personal, la exigencia y el rigor de la disciplina alentada por una sociedad que impone el ideal de perfección como un fin para alcanzar y ser reconocido.

En ese camino sometido a la excelencia y el deber ser, Anna Bronsky (gran interpretación de Nina Hoss) es una profesora y exconcertista de violín que se desempeña en una escuela de música de Berlín. Casada con Philippe (Simon Abkarian), un luthier francés, con quien tiene un hijo preadolescente, llamado Jonas (Serafin Mishiev). La vida de Anna transcurre entre la rutina hogareña, el dictado de clases y el legado musical que transmitió a su hijo, quien estudia violín en la misma escuela con otra profesora. Mientras ella asiste a las evaluaciones de ingreso, queda sorprendida por la destacada presentación musical de un joven llamado Alexander (Ilja Monti), motivándola a prepararlo para los exámenes intermedios de audición. La fijación por ayudarlo a alcanzar la perfección pondrá a prueba sus propios conflictos.

A partir de los escarceos ensayísticos con su alumno, comienza un paulatino proceso de transferencia que genera una tensión constante a lo largo de la historia. Esa tensión, que irá in crescendo bajo la inexpresión en el rostro de la protagonista, va aflorando a través de su cuerpo ante la necesidad de liberar las pulsiones que la abruman en su interior. La correspondencia entre decir y callar, como entre lo latente y lo explícito, formará parte de la subjetividad de la profesora y será el rasgo más interesante para destacar.

El relato focaliza su atención alrededor de Anna, revelando cómo sus cambios afectan y provocan distintas reacciones en quienes la rodean, como si ella funcionara como el eslabón que une a sus vínculos. Aparecen los celos, las frustraciones, los deseos y el rigor disciplinario en el que están inmersos.

La cámara de Wiess vuelve una y otra vez sobre el rostro de Bronsky, enfatizando el determinismo de su mirada, el aburrimiento que esconde y los secretos que la completan como mujer. El seguimiento constante de sus acciones destaca la importancia que tiene la constancia y la dedicación para llegar a brillar en la música. Por ende, la acción prevalece sobre la palabra. En los diálogos, se dice lo necesario para comprender y contextualizar la frialdad de ciertas reacciones o actitudes: “Tienes que ser bueno en una cosa, al menos”. “De joven era disciplinada”.

La forma rigurosa de los métodos expuestos para alcanzar el objetivo deseado es un rasgo de la educación temprana para moldear la personalidad y forma parte del mandato social y académico que reciben los aspirantes de la carrera musical. De esa manera, los protagonistas reflejan severidad y cierto grado de perversión sobre el otro, que recuerda el estilo de algunas películas de Michael Haneke. Así lo demuestran las actitudes del padre de Anna con su nieto; o cuando ella decide corregir la posición del hombro de su alumno.

Al igual que en El Arquitecto, donde el plano sonoro jugó un papel importante, en La Audición se potencia la musicalidad como expresión y comunicación del yo interior. Todos los personajes están atravesados y formados por música y sonidos, no es casual que su esposo sea un luthier, y su madre, pianista. Acorde al ritmo y a los planos sonoros, el montaje fusiona el movimiento diario de la ciudad, en la que se mueven los protagonistas, con la música barroca de Bach. El presente y el pasado se conectan, a través de las escenas, como en el interior de una mujer que intenta liberarse de los mandatos socioculturales que la formaron.

En su paso por numerosos festivales internacionales, la película cosechó dos premios importantes que destacan la valiosa actuación de Nina Hoss, por la que recibió: la Concha de Plata en el Festival Internacional de San Sebastián (2019) y el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Stockholm (2019).

La Audición logra un interesante relato cíclico, que empieza y termina con la audición, sin estar exenta de sorpresas y algunos desvíos en las subtramas que no se profundizan. La mirada de Ina Weiss aborda con cercanía y realismo el universo femenino de su protagonista en relación con sus orígenes, las dualidades y el goce. En paralelo al tono intimista, la película refleja la rigidez de la idiosincrasia alemana, dando cuenta de cómo la construcción del modelo ideal de perfección y superación se traslada, inexorablemente, de generación en generación.