Cortometrajes
Bienvenidos sean los móviles
La cabina
La cabina. Antonio Mercero. España, 1972.
Este cortometraje del director español Antonio Mercero ha tenido el honor de haberse convertido en uno de los cortos que mayor repercusión de crítica y público ha conseguido en la historia del cine de este país. En cuanto a la crítica, fueron numerosos los premios internacionales conseguidos en su momento, entre ellos el Emmy al mejor telefilm; en cuanto al público, financiado por la televisión pública española y difundido a través de ese medio por primera vez el 13 de diciembre de 1972, originó en muchos ciudadanos tal impacto e inquietud que durante bastante tiempo se intentaba evitar la llamada a través de cabinas telefónicas públicas, ante el temor de quedar encerrados en las mismas. Todavía, si se pregunta a quien tuvo la oportunidad de deleitarse y aterrorizarse con este estreno, recuerda con claridad la claustrofobia e inquietud padecida, además del tono en el que vieron la película: en blanco y negro. En realidad, fue rodada en color, con un intenso tono rojizo amenazador de la propia cabina, pero el dato nos sirve para acercarnos al bajo desarrollo económico que se había alcanzado en ese momento en el país, todavía en la era de la dictadura franquista, grisácea y opaca, que si bien empezó en aquellos años su emisión televisiva en color con esporádicos acontecimientos, la nueva técnica no se implantó completamente hasta 1977. Tampoco el poder hizo ascos al éxito del producto que había financiado, aprovechándolo como un logro del régimen, tal y como hizo con eventos de tanta envergadura como un primer premio del Festival de Eurovisión o la medalla de oro en unas olimpiadas de invierno.
El cortometraje, partiendo de un guion del mismo Antonio Mercero y de José Luis Garci, arranca, en un plano cenital de una calle de Madrid, con la llegada de un camión cargado con una cabina telefónica para su instalación. La cámara pasa al plano detalle de su montaje, con el anclaje en el suelo, limpieza de cristales y apertura de puerta, que queda entornada, mientras los operarios se retiran despreocupadamente. Con dos travellings laterales de ida y de vuelta, vemos cómo el camión se va, mientras la cabina permanece expectante, casi respirando ansiosamente a la caza de su víctima. Es temprano, los niños van al colegio, los padres al trabajo, y entre idas y venidas, llega la presa, ni más ni menos que el personaje interpretado por José Luis López Vázquez, que entra en la nueva instalación, intenta hacer una llamada, interín, vemos a la puerta cerrarse, certificado audiblemente por un “click”, que terminará resultando fatídico.
Tenemos al protagonista encerrado en la cabina, y a su alrededor, con absoluta ignorancia de su angustia, vergüenza y desesperación, se va acumulando una verdadera fauna nacional, hasta desembocar en un grupo esperpéntico repleto de mirones, curiosos ante las desgracias ajenas, con vidas insulsas que necesitan del dolor de terceros para salir de la propia monotonía. Recuerda a cualquier accidente de tráfico en carretera, en donde las colas se forman, no por el propio accidente en sí, sino por el mismo morbo ante el sufrimiento ajeno que ralentiza la velocidad al paso por el siniestro.
La cabina deriva en un género de terror psicológico, y hasta puede verse una solapada denuncia del franquismo ante detenciones ilegales injustificadas o ante la falta de libertad de expresión, suprimiendo la capacidad de López Vázquez para hacerse oír con la palabra, lo que le empuja paradójicamente a una interpretación sobresaliente, basada únicamente en gestos corporales. También puede detectarse otra denuncia, en clave caricaturesca, a la inoperancia de las fuerzas de seguridad, de las autoridades o funcionarios, ya sean policías o bomberos.
El cortometraje, de 34 minutos, se divide en dos partes: la primera ya esbozada, con el momento del encierro del protagonista en la cabina y el circo que se monta a su alrededor, y una segunda, una extraña road-movie por las calles de Madrid, sus alrededores y extrarradios, además de por unas turbias, oscuras y subterráneas instalaciones que sirven maravillosamente para pasar del estupor al terror y, prácticamente, a la ciencia ficción, bajo los sones de El Triunfo de Afrodita de Karl Orff.
Al conjunto se le puede buscar explicaciones políticas, psicológicas, surrealistas, pero acaso nos encontremos ante una parodia de la vida misma, del destino humano, de la fatalidad de la existencia, que captura a todos y cada uno de los nacidos en un recorrido, cuyo último y final desenlace es, inevitablemente, la amargura, el dolor, la desesperación y la muerte. Todos los días nacen nuevos candidatos con número premiado para ese final inalterable, y por ello, ya nos ocupamos de instalar nuevas cabinas para no dejar sin suministro el servicio. La película se puede ver en su totalidad en el enlace que mostramos a continuación, lo que esperamos sea un deleite, tanto para aquellos que tuvieron la oportunidad de disfrutarla en su estreno, como para las nuevas generaciones, a quienes es prácticamente más cercano un dinosaurio, por los films de aventuras al efecto, que una cabina destinada para realizar en la vía pública una llamada telefónica.
La cabina:
Tráiler:
Ficha técnica:
La cabina (La cabina), España, 1972.Dirección: Antonio Mercero
Guion: Antonio Mercero. Jose Luis Garci. Juan José Plans
Producción: José Salcedo
Fotografía: Federico G. Larraya
Música: Alfonso de Vilallonga
Reparto: Jose Luis López Vázquez. José Miguel Aguado. Mariano Banderas. Agustín Gonzalez. Blaki
¿tienen el guion de la cabina?
No lo tenemos. Lo sentimos.
terriblemente la descripción de la desgracia de una perosna que sólo recibe la burla y el sarcasmo de la gente.
Una auténtica obra maestra. gracias por publicarla
Pasaría hoy mismo en cualquier lugar igual
Ya que la gente no cambia y se tropieza 16 veces en la misma piedra y» en el foro de Babel desafina un español»como diría Sabina.No cambiamos
Una estupenda crítica y una magnífica interpretración del mensaje que nos intenta transmitir Antonio Mercero. Recuerdo la película en televisión. Era muy pequeño, apenas seis años. En aquel entonces había habido críticas bastante mordaces y destructivas para con este corto. Pienso que una gran parte de la sociedad de la época no era capaz de interpretar lo que Mercero deseaba transmitirnos