La citación

Los festivales de cine han contribuido enormemente a la difusión y reconocimiento de las producciones cinematográficas de los países africanos, sin embargo, de aquellas películas que logran participar en estos eventos, son pocas las que llegan a grandes públicos. Gracias al auge de las plataformas VOD, ha cambiado el panorama de su cinematografía, alcanzando nuevos públicos y generando producciones con temáticas de interés internacional.

El director nigeriano Kunle Afolayan apuesta por el recurso de plataformas como Netflix para la distribución de sus películas, siendo esta la posibilidad para su internacionalización. Particularmente el lanzamiento de La citación fue una solución eficaz frente al duro golpe que ha generado la pandemia a la industria cinematográfica. Afolayan es ampliamente reconocido en África, ganador en los Africa Movie Academy Awards (AMAA) en 2010 con Figurine (2009) y en 2015 con October 1 como mejor película nigeriana.   

La historia se desarrolla en una reconocida universidad de Nigeria. Moremi (Temi Otedola) es una carismática joven, estudiante de posgrado y destacada por sus logros académicos en la facultad de Ciencias Sociales. Tras instaurar una denuncia por acoso y abuso sexual, tendrá que enfrentarse en un juicio del comité académico con el profesor Lucien N’Dyare (Jimmy Jean-Louis), considerado una eminencia en el mundo académico, pues ostenta múltiples títulos e importantes trabajos con organizaciones defensoras de Derechos Humanos y quien, bajo un modelo de educación abierto al debate, despierta gran admiración entre colegas y estudiantes. Él pondrá sus ojos sobre Moremi, llevándola a situaciones ambiguas, desatando un juego de manipulación, mentiras y poder.

Considero un gran acierto el tratamiento visual que el director hace de la violencia sexual, pues no recurre a escenas explícitas ni a la cosificación y/o sexualización de la mujer para ganar dramatismo. Las escenas que dan cuenta de las agresiones son las justas, en el entendido que la intensión de filme tiene un carácter de denuncia y exposición de las tantas circunstancias en las que las víctimas se pueden ver involucradas, de tal forma, que no se le resta fuerza al mensaje y, a su vez, le da peso al contexto del ejercicio del poder. Moremi retrata la lucha por la dignidad frente a la reticencia institucional en la credibilidad de su testimonio, así como el agobio por el rechazo de amigos y académicos ante su situación.

La película tiene una narrativa que, si bien no es necesariamente compleja, sí es intrincada en su desarrollo, transita entre pasado y presente por medio del permanente uso del flashback, al que suma el recurso de ligeros cambios en la proporción del aspecto de pantalla, con el fin de enfatizar las memorias de Moremi y, en paralelo, se desarrolla en tiempo presente la descripción de los hechos por parte del demandado, generando así, el conflicto de versiones contradictorias.

En general, las producciones de Afolayan tienen la particular característica de ser muy extensas. La citación no sería la excepción, un filme de 151 minutos con escenas prolongadas y algunas innecesarias, por momentos, desligan al espectador del argumento central, parecen tener una intención promocional de la diversidad cultural y paisajística de Nigeria, Senegal y Cabo Verde, sumado a guiños comerciales del posible financiamiento de la producción. Posiblemente, un interés por mostrar un continente que ha sido estigmatizado. A pesar de la extensión de la película, no lleva al tedio, pero sí a una cierta desazón por los recursos desaprovechados. Se rescata, sin embargo, la emocionalidad del retrato de la cotidianidad universitaria nigeriana y su muestra cultural, lo cual permite no llevar la historia de Moremi al melodrama, ni al espectador a una tensión dramática de dos horas y media.

Con este film, Temi Otedola hace su debut como actriz, construye un personaje creíble, sencillo, logra generar empatía, aunque un poco falto de potencia dramática. Por su parte, Jimmy Jean-Louis retrata con acierto un personaje de doble moral y transmite al espectador desconfianza desde el primero momento. A pesar que la fuerza dramática no es contundente, llega a ser una aproximación aceptable de las artimañas comunes en las situaciones de acoso sexual.

La fotografía, a cargo de Jonathan Kovel, tiene buen equilibrio entre la tensión dramática y las transiciones de tiempo, mantiene una calidez agradable a lo largo del filme, los encuadres son cuidadosos y nada pretenciosos. La intensidad del color de las imágenes de paisajes, en armonía con la música y el vestuario, parece tener una buena intención de reconectar la diáspora con el territorio.

Es una película que, si bien no es contundente en los elementos dramáticos desde las posibilidades cinematográficas, sí logra sensibilizar y dejar reflexiones sobre un tema que apenas está saliendo a luz. Es una muestra de las limitaciones a las que se enfrentan las víctimas y un reflejo de los procesos de revictimización a los cuales deben someterse como recurso para la defensa de su dignidad.

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