Investigamos
La ambigüedad del antihéroe
La edición número 76º del Festival Internacional de Cine de Venecia culminó con una sorpresa: el jurado presidido por Lucrecia Martel hizo entrega del León de Oro a Joker (2019), de Todd Phillips, algo inusual para una película destinada a la taquilla. A las expectativas suscitadas en torno al tan anticipado estreno, que traía consigo el prestigio del galardón, se le sumaron las alertas de posibles tiroteos emitidas por las autoridades federales de los Estados Unidos. Al parecer, una sugerente identificación con el personaje de Arthur Fleck podría derivar en arrebatos de violencia por parte del espectador e incluso en un alboroto colectivo. ¿Pero qué es lo que posee este Joker tan peculiar capaz de tentar la empatía?
No en vano catalogado como un típico antihéroe, en Joker, el personaje se erige en un limbo que fluctúa entre el origen de un villano o, por qué no, el ascenso de un héroe. Pero esta ruptura, en cuanto a la asignación del término antihéroe al personaje protagónico, engloba y reconoce la propia ambigüedad de su significado, pero quizás no contempla las múltiples aristas y variables que lo construyen. Vayamos por parte.
A diferencia del universo tan explotado de películas de superhéroes producidas en serie, donde el protagonista es un ser dotado de algún poder especial, o bien, un multimillonario cuyo poder radica en una fortuna utilizada filantrópicamente, la película de Phillips se centra en un hombre no precisamente agraciado. Fleck vive con su madre, enajenado del resto del mundo, no por decisión propia, sino porque no encaja con las expectativas sociales. Su presencia incomoda a quienes lo rodean, y su risa a destiempo irrita. Nadie parece notar, ni importarle, que la risa es nada más que un reflejo involuntario, nervioso, que se desata cuando se inquieta o siente miedo, síntoma de la discapacidad que padece. Él se mantiene gracias a un subempleo mal remunerado que apenas le alcanza para sobrevivir: un trabajo temporal como payaso mientras sueña con llegar a ser un cómico reconocido como su ídolo televisivo, el carismático Murray.
Con Ciudad Gótica al borde del colapso, entre la basura y el desempleo, la violencia callejera presupone ahora un riesgo para cualquier habitante de la metrópoli decadente; la creciente desigualdad entre la clase acomodada y los más desventajados caldea el descontento popular. En las primeras escenas de la película, Fleck es atacado por una pandilla de adolescentes, quienes roban su cartel y le proporcionan una brutal paliza. Acurrucado en posición fetal, recibe patadas en todo el cuerpo sin siquiera intentar defenderse. Pero aquí lo curioso es que, más allá de que su trabajo fuera puesto en riesgo y de que por milagro no le rompieron ningún hueso, él excusa a sus atacantes frente a sus compañeros de trabajo, argumentando que eran solo unos chicos. Esta resignación pasiva frente a los golpes que va sufriendo se reitera una y otra vez. Pierde su trabajo, el sistema público de salud recorta los fondos y le impide acceder a sus medicaciones y, por si fuera poco, su madre sufre un infarto. En la escena más tensa de la película, Fleck ingresa en el departamento de su vecina y cae en cuenta de que la relación afectiva que tenía con ella era una mera fantasía, relación que inicia justo cuando se le acaban sus píldoras. Pero él no se desquita con ella. Nada más se retira.
El origen del Joker se funda en el quiebre de un personaje frágil y abatido, quien a pesar de sus limitaciones de salud rechaza la violencia hasta el último momento. Podríamos debatir sobre la naturaleza de los asesinatos que comete, si fueron en defensa propia o venganza, pero lo cierto es que él adolece las consecuencias del dolor y sufrimiento que lo conducen a un desplome emocional. Arthur Fleck es un ser humano vulnerable, carente de afecto y ávido por establecer conexiones con otros, tanto así que sus necesidades de conexión se suceden en un plano imaginario. La decepción de su infancia, quizás el golpe más fuerte que recibe, cuestiona su identidad y a un precio muy caro, pues la cruda realidad de una niñez violentada lo sumerge en una profunda depresión: no queda más motivo para seguir viviendo y planea su suicidio como un último chiste.
La definición del arquetipo acuñada por Carl Jung hace referencia a ciertos patrones de comportamientos típicos que derivan del inconsciente colectivo y se traducen en símbolos e imágenes que moldean una cierta manera de concebir y comprender al mundo. Así, la figura arquetípica del héroe es aquel que lucha contra la sombra y protege a la sociedad de cualquier disrupción que altere el orden “consensuado”. Siendo el héroe el portador de los valores positivos aceptados y el antihéroe la fuerza antagonista que pugna en su contra, ¿qué sucede cuando el sistema se convierte en la sombra misma, incapaz de garantizar una vida digna para sus habitantes?
Y aquí entra en juego la crítica social retratada en Joker. A diferencia del colapso de Ciudad Gótica en El caballero oscuro: La leyenda renace (Christopher Nolan, 2012) como una advertencia hacia la violencia de cualquier movimiento revolucionario que actúe contra el sistema capitalista, el motín ocurre no por injerencia directa de Fleck, sino como una serie de hechos que se desencadenan cuando el multimillonario y candidato a alcalde Thomas Wayne trata de payasos a los habitantes de la ciudad. En Joker existe una clase política que monopoliza el poder y la riqueza a costa del sufrimiento de los menos aventajados. Aquí no hay cabida para la diferencia, para las personas con discapacidad, y los pobres son considerados residuos que viven al margen de un sistema que los excluye. El recorte presupuestario niega a Fleck y al resto de la población muchos servicios básicos que podrían permitirle vivir dignamente. Si en esta dinámica la sociedad es entonces la antagonista que exacerba el conflicto, ¿sobre quién depositamos toda esperanza?
Mirando más allá de la película de Phillips, sabemos que el Joker es el villano más icónico de la saga de Batman, pero en esta historia Fleck no se erige ni como el salvador ni como la pesadilla de la ciudad. Sí queda claro que el enemigo es el sistema capaz de nutrir la metamorfosis de Fleck al Joker, ¿quién sería entonces el héroe? Ni héroe ni antihéroe, la respuesta reside, me atrevo a decir, en la lente bajo la cual se observe, donde rupturas del consenso social exigen definiciones que trascienden la dualidad bien-mal de los ya agotados héroes-antihéroes.
Filmografía:
El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises), Christopher Nolan, 2012.
Joker, Todd Phillips, 2019.
Fuentes bibliográficas:
Jung, C. G. (1970). Arquetipos e inconsciente colectivo. Barcelona, España: Paidós.
Campbell, J. (1972). El héroe de las mil caras. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.