Críticas
El ojo de la guerra
La corresponsal
A Private War. Matthew Heineman. EUA, 2018.
El cine vuelve a fijarse en el género sobre periodismo y periodistas para trazar otra hoja de ruta siguiendo los avatares y proezas de una comunicadora en medio de grandes conflictos y reflexionando sobre sus experiencias y cómo cala moralmente la gravedad de los eventos descubiertos. Ser testigo directo de los más brutales estallidos de violencia supone narrar el horror con el mejor estilo y la agudeza de la información, pero esta tarea no significa que te haga inmune a los espantosos acontecimientos que explosionan en el alma y retuercen la conciencia del periodista, agujereando su estabilidad emocional.
Otro capítulo de las hazañas periodísticas y el calvario personal, cercano a la autodestrucción, se refleja de manera convincente en esta película, La corresponsal (A Private War, Matthew Heineman, 2018), que recoge los testimonios de una de las más avaladas reporteras de guerra, la británica Marie Colvin (Rosamund Pike), mujer de hierro en el frente bélico, pero dama árida y rebelde en la vida cotidiana.
La temeraria y valiente periodista inició su carrera como informadora en 1986. Cubrió los principales focos bélicos desde las primeras líneas de combate en países como Irak, Afganistán y Siria. En estas zonas de inmenso riesgo y peligro se fraguó una vitola de excelente reportera muy considerada por sus compañeros de profesión. La película se acerca a la periodista. El realizador pone la cámara muy cerca de su figura, por lo tanto, al lado de donde estallan las bombas y silban las balas. Nos hace partícipe del horror, pero también trata de desentrañar las claves de los demonios internos de la periodista, ásperos y crudos como sus textos.
La acción del filme comienza en la ciudad de Homs (Siria). Punto de partida de no retorno de su aguerrida vocación de corresponsal de guerra. Mientras vemos unas hiperrealistas imágenes aéreas de la devastación de una urbe, en la que se han registrado las batallas más cruentas de la guerra civil de Siria, una voz en off interroga a la periodista Marie Colvin. La pregunta que le formula un colega de profesión es muy sencilla y prosaica, ¿cómo le gustaría ser recordada para la posteridad?. La intrépida y reflexiva informadora primero ironiza con algo de sarcasmo, aludiendo que la cuestión parece un obituario adelantado sobre el legado de su trabajo, para luego agregar, con un tono relajado y sin mordacidad, que lo que escribía, que era muy importante para ella, ojalá tuviera la misma réplica en el lector, que sintiera la lectura de sus crónicas como algo necesario.
Tras este prólogo, que sirve para presentar, tomar contacto con el personaje central y ubicar la acción en medio de una atroz avispero geopolítico, al que volveremos más adelante, un flashback nos sitúa once años atrás en Londres. Primero en un dormitorio. Escena típicamente frívola y apasionada, en la que Marie Colvin plantea a su pareja su voluntad de ser madre. No es un capricho como una demanda del reloj biológico. Una petición que nace en un momento de sosiego y una estabilidad laboral centrada en los avatares tópicos de cualquier redacción. Su compañero sentimental, que está ultimando la escritura de un libro, rechaza la oferta por considerarla inadecuada en esa etapa de sus vidas. El segundo escenario tiene el frenesí y la energía de las mesas de trabajo de los periodistas de un rotativo. El jefe de la sección de internacional dibuja un panorama desalentador y belicoso. Afirma que la geografía mundial está revuelta y que sus mejores plumas están desperdigadas por el mundo, cubriendo los alborotos que han estallado en los confines del planeta. En Libia ha brotado un movimiento preocupante como para sospechar que, en nada, la zona se va a convertir en un avispero. El director del periódico quiere mandar al país del Mediterráneo a Maria Colvin. Cree en ella y apuesta por su pundonor, entrega y rapaz experiencia. Pero ella, mujer de carácter y fuerte personalidad, prefiere desplazarse a Sri Lanka, porque tiene concertada una entrevista en exclusiva (soop) con el líder Tamil y porque cree que hay muchos niños pasando hambre y que son víctimas de la guerra civil. A ella le interesan y le atraen las noticias sobre los desfavorecidos y las grandes masas humanas, cuyo status quo ha sido demolido por la guerra.
La maternidad (¿una mujer es más mujer cuándo es madre? Un tema que también se planteaba en La mujer de la montaña) deseada pero incumplida, una predisposición beligerante con su actividad como periodista, su desasosiego moral afectado por la vulnerabilidad de la infancia en todo tipo de conflictos, marcan su línea editorial sin perder un ápice su riguroso análisis de los engranajes políticos que hay detrás de todo tipo de levantamientos bélico.
La película es un decidido homenaje para una periodista que era la primera en llegar al frente y la última en marcharse. Mujer resuelta, que en ocasiones, como bien refleja el largometraje, hacía sus propias indagaciones sobre la profesión de corresponsal de guerra. A pesar de cubrir uno de sus ojos con su “famoso” parche, debido a la herida producida por la deflagración de una bomba, tenía una visión muy afilada del contexto en general y advertía a la gente cercana e interesada en sus pensamientos, con sus frases lapidarias: «Siento que fracasamos si no miramos de frente lo que hace la guerra; los horrores humanos para contarle a la gente la verdad de lo que ocurre, cuando todos los bandos intentan ocultar la verdad».
La corresponsal no prescinde del humor negro que destilaba Marie Colvin. En Libia, en medio de las revueltas de la Primavera Árabe y tras entrevistar a Gadafi, Marie está con su fotógrafo en un miserable retrete y no lleva camisa, enseñando el sujetador. El reportero gráfico le dice si es necesario llevar un sostén de encaje. Ella protesta y le contesta que no sea patán, que lo que lleva puesto no es un sostén vulgar, sino lencería de La Perla, que en el caso que la tengan que sacar muerta de alguna cuneta, que los rescatadores se asombren de su elegancia interior. La película está producida por Charlize Theron y la canción que se escucha al final la interpreta Annie Lennox.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
La corresponsal (A Private War), EUA, 2018.Dirección: Matthew Heineman
Duración: 110' minutos
Guion: Aras Amel y Marie Brenner
Producción: Aviron Pictures / Acacia Filmed Entertainment / Denver and Delilah Productions / Savvy Media Holdings / Thunder Road Pictures
Fotografía: Robert Richardson
Música: H. Scott Salinas
Reparto: Rosamund Pike, Jamie Dorman, Stanley Tucci, Tom Hollander, Alexandre Moen y Raad Rewi