La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun)

Wes Anderson se ha convertido en uno de esos directores plenamente reconocibles por dos rasgos: su inconfundible estilo visual y sus historias corales. Los dos están presentes en su más reciente trabajo, La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun), película en la que, de todas maneras, ha tratado de ir un paso más allá. Así, en títulos suyos como Los Tenenbaums. Una familia de genios (The Royal Tenenbaums, 2001), Life Aquatic (The Life Aquatic with Steve Zissou, 2004) o Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited, 2007), encontramos historias entrelazadas. En cambio, en El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014), que es, al menos hasta el momento, su obra maestra, asistimos a todo un retrato de época a través de las peripecias de dos personajes dentro de una interesante estructura de cajas chinas o muñecas rusas. No creo que La crónica francesa vaya a disputarle a El Gran Hotel Budapest el puesto dentro de la filmografía de Anderson, pero el director de Texas ha optado por una fórmula tan arriesgada como interesante: ofrece tres episodios hilvanados por un original recurso.

En realidad, esas tres historias son sendos reportajes aparecidos en el último número del semanario que da título al film, La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun), una revista que parece rendirle tributo a publicaciones como The New Yorker o The Paris Review. A raíz de la muerte de su director, Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), el suplemento, cuya redacción está ubicada una ciudad francesa imaginaria, Ennui‑sur‑Blasé (Villahastío de la Desgana), que bien puede servir como ciudad modelo gala, decide sacar un número de despedida en el que sus periodistas estrella publican un último trabajo. Anderson ofrece aquí un homenaje a los escritores en prensa y al periodismo literario o narrativo. Completan la estructura de La crónica francesa un obituario y una guía de viajes.

Para Àngel Quintana, La crónica francesa es “una película apasionante, una pieza única en el cine contemporáneo, pero el tema no radica en cómo consigue la perfección, sino en el porqué de su naufragio. La crónica francesa se ahoga en su propio exceso”. Lo cierto es que, de alguna manera, todo el cine de Anderson se encuentra quintaesenciado en esta película, pero, al tratarse de un largometraje construido con episodios, resulta casi inevitable que nos encontremos altibajos. Lo curioso es que, si leemos las diferentes críticas que se han publicado sobre esta película, no siempre coinciden en cuál es la mejor historia.

En cuanto al reparto, hay nombres muy consolidados, junto a otros emergentes, y no faltan los habituales del cine de Anderson. En la primera historia, J.K.L. Berensen (Tilda Swinton) nos acerca a la figura de Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), un presidiario con problemas mentales que desarrolla una interesante obra artística, gracias, en buena medida, a su relación con la carcelera Simone (Léa Seydoux); de todo ello tratará de sacar provecho el marchante Julian Cadazio (Adien Brody).

En el segundo episodio, la periodista Lucinda Krementz (Frances McDormand) asiste a una suerte de Mayo del 68 protagonizado por dos estudiantes, Zeffirelli (Thimothée Chalamet) y Juliette (Lyna Khoudri). Por cierto, parece que Chalamet y Adam Driver se han convertido, muy merecidamente, en los actores del momento, pero no pierdan de vista a Lyna Khoudri, jovencísima actriz argelina que ya tiene a sus espaldas una carrera muy interesante y a la que pudimos ver como protagonista absoluta en Papicha, sueños de libertad (Papicha, Mounia Meddour, 2019).

En lo que respecta a la tercera historia, es, con diferencia, la que tiene una mayor peripecia argumental, un mayor número de personajes y, además, mezcla la imagen real con la animación. La cuenta Roebuck Wright (Jeffrey Wright) y tiene como protagonistas al Comisario (Mathieu Amalric) y a su cocinero, Nescaffier (Stephen Park). Como curiosidad, cabría subrayar que todos los dibujos de la película, que son muchos (más de treinta portadas, retratos, pósters, cabeceras…) han corrido a cargo del ilustrador español Javi Aznarez, que ha homenajeado, fundamentalmente, al cómic de línea clara, especialmente a Hergé, creador de Tintín.

Además, Álex Vicente, en Babelia, ha rastreado la identidad real tras los periodistas de La crónica francesa. Así, el editor/director del semanario, Arthur Howitzer Jr., originario de Kansas, vendría a ser el trasunto de Harold Ross, oriundo de Colorado, pero también de su sucesor, William Shawn. Herbsaint Sazerac (Owen Wilson) tendría su equivalente en el periodista Joseph Mitchell, una de las firmas más importantes de la publicación, que cayó en un bloqueo creativo del que nunca volvió salir. A Lucinda Krementz (Frances McDormand) la podemos identificar con la escritora canadiense Mavis Gallant, que abandonó el reporterismo y se trasladó a París para continuar su carrera literaria, desde donde envió sus crónicas a The New Yorker, entre ellas la del Mayo del 68. J.K.L. Berensen (Tilda Swinton) tendría su equivalente en la periodista y conferenciante Rosamond Bernier, que se mudó a París tras la Segunda Guerra Mundial, donde entró en contacto con el mundo del arte y de la moda. Y, por último, Roebuck Wright (Jeffrey Wright) tendría algunas características del escritor James Baldwin y otras de A.J. Liebling, que se hizo famoso por sus crónicas gastronómicas.

La crónica francesa es, en realidad, el homenaje que Wes Anderson ha querido rendirle a The New Yorker, que se completa, además, con la edición de una antología en la que se reúnen quince de los textos más reconocidos de la trayectoria del semanario.

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