Reseñas de festivales
La demora
La demora, última película de Rodrigo Plá, entra como un cuchillo de filo delicado al que no hay que forzar porque en cuanto te quieres dar cuenta te ha destruido el corazón sin posibilidad de salir indemne. Estamos ante un drama social acerca de cómo asumimos, como comunidad y como individuos independientes, la responsabilidad sobre el cuidado de nuestros mayores en el momento en que no se valen por sí mismos. La cuestión no es nada simple. Se trata de una problemática que ha surgido recientemente ante un cambio en las costumbres familiares y una evidente pérdida de ciertos valores que se consideraban inviolables. La demora comienza con una de esas escenas que dejan bien claras las intenciones del realizador, una presentación que es una declaración de principios en sí misma. Una entrada directa en la vida de los dos protagonistas y su evidente desgaste. María (Roxana Blanco) es una madre soltera que tiene a su cargo a tres niños y a su padre Agustín (Carlos Vallarino), el cual requiere una atención especial, ya que sufre demencia y olvida cosas tan importantes como el camino de vuelta a casa. Ella trabaja en el domicilio cosiendo retales para una fábrica, lo que le permite cuidar de su padre, pero su situación es tan precaria que se ve en la necesidad de buscar un trabajo mejor, lo que significa pasar tiempo fuera de casa. Las posibles soluciones ante este dilema parecen escasas y María toma la decisión más difícil de toda su vida.
El enfoque que Plá le da a la historia no es tendencioso y parece querer mostrar los acontecimientos de una manera que se aleja de los juicios de valor, más allá del cuestionamiento que tienen los propios personajes sobre sí mismos ante un hecho del todo reprobable con el que nadie podría estar de acuerdo. En este sentido, utiliza un modelo de filmación que afronta la cuestión desde un punto de vista lo más objetivo posible, al situar la cámara del lado del padre y de la hija, dejando al espectador que juzgue por sí mismo.
La demora es sinónimo de desesperanza, cuando el sol se ha puesto y solo queda el ocaso invernal. Su fotografía consigue convertir esa percepción gélida en un sentimiento helador que te cala los huesos hasta hacerte estremecer.
Una notable película que refleja una realidad que cada vez golpea duro a una mayoría de uruguayos que ven vulnerados sus derechos como personas mayores. Si bien el Estado está tomando cartas en el asunto, aún falta mucho camino por recorrer en lo que tiene que ver con las personas con altos niveles de dependencia, Además la película no elude la problemática de las cuidadoras, ya sean directas a través de algún familiar, como es el caso de María o a través de privados. Quienes deben si o si recibir atendimiento terapéutico, dada los altos niveles de estrés y tensión que genera el rol de cuidador.