Críticas
Knightley buscando el Oscar desesperadamente
La duquesa
The Duchess. Saul Dibb. Reino Unido, 2008.
Película de época prescindible donde las haya, La Duquesa es un film que retrata la vida de Georgiana Spencer, mujer joven, caprichosa y verdaderamente influyente tanto entre la aristocracia como en la plebe, pero también desdichada al ser relegada a un segundo plano en su propia casa por no saber manejar, paradójicamente, su matrimonio con el Duque de Devonshire.
Knightley vuelve a deleitarnos con una película ambientada en la Inglaterra de finales del s. XVIII, basada en la biografía escrita por Amanda Foreman en 1997 sobre la desenfrenada vida de la Duquesa de Devonshire, que destacaba por su inteligencia en medio de una sociedad vacía y preocupada casi exclusivamente por su status.
Del film, que consiguió llevarse este año el Oscar al mejor vestuario, se encargó Saul Dibb, arriesgada decisión si se considera que en su haber sólo había filmado hasta el momento un largometraje, Bullet Boy (2004). No obstante, esta determinación, junto con un guión firmado por el responsable de Casanova (Jeffrey Hatcher) ha dado sus frutos: la película se ha alzado con cuatro premios y ha obtenido trece nominaciones en distintos apartados y premios.
Pero, seamos sinceros: La Duquesa no destaca ni por su guión, ni su dirección, ni tan siquiera (lo siento, Keira, pero sobre todo, Ralph) por sus interpretaciones. Sí lo hace, no obstante, por otros dos factores: el primero, indudablemente (corroborado por gran cantidad de las nominaciones mencionadas) se debe a su cuidado técnico. Con un insuperable vestuario y cuidada fotografía – sin dejar de lado maquillaje y localizaciones, en La Duquesa se ha sabido cuidar hasta el último detalle con un alto nivel de perfección. Y es que una película de época no puede verse empañada por no ser fiel en la representación de esta sociedad más preocupada por los corsés (gran frase de la película, pronunciada por la Duquesa: «quizá nuestros vestidos – de las mujeres – sean tan complicados porque es la única forma que tenemos de expresarnos«), los bailes y el juego que por dejar huella en la historia. En caso contrario, el film pierde toda su gracia y reputación. Pero hombre… ¡tampoco puede ser lo único!
El segundo no tiene que ver tanto con el film en sí, sino con la historia que nos cuenta: sí, somos morbosos hasta el punto de no dejar escapar que Georgiana Spencer fue ascendiente de Lady Di. Y claro, el paralelismo entre los dos personajes es inevitable: la Duquesa de Devonshire se casó joven con un hombre del que pronto se dará cuenta que lo único que le interesa es tener herederos antes de que sea tarde y jugar con sus perros, además, claro está, de serle infiel con todo tipo de mujeres. Sin opción a quejarse, encuentra consuelo en su importante papel dentro de la sociedad, como estandarte de la moda y de la instauración de tendencias políticas (todo un logro considerando que las mujeres no podían votar). No obstante, su mayor desesperación le llega cuando su marido encuentra en la mejor amiga de la duquesa, Bess Foster, un amor apasionado que le llevará incluso a instalarla en casa con sus hijos y obligar a su esposa a convivir en la misma mansión. Empieza así un triángulo del que Georgiana no puede escapar, al no ser capaz de alejarse de su marido y abandonarle por su verdadero amor, el político Charles Grey, debido a las poderosas influencias que el Duque posee (gracias a su posición) y al chantaje que finalmente éste le hace para que no abandone a su familia. En definitiva: Georgiana renuncia a su vida por el amor a sus hijas, siguiendo la farsa de su matrimonio y la farsa de ser continuamente el centro de atención. Como se indica en el film: «querida por todos, menos por su marido». ¿Ninguna similitud con Lady Di, verdad?
Como decía, aparte de estos dos aspectos, La Duquesa es un film olvidable, de poca trascendencia. No digo que verla sea una pérdida de tiempo (a mí siempre me han gustado las películas de época), pero hay que reconocer que no pasará a la historia. Dibbs deberá volver a intentarlo y demostrar que puede seguir realizando películas de distintos géneros sin centrarse exclusivamente en la perfección técnica. Porque se olvida entonces de que en un film de época, como en cualquier otro, la puesta en escena es tan importante como la historia que se explica – y cómo se explica. Si no consigue sorprender al espectador, por muy lujosa que se vea, no atrapará. La impresión inicial es pasajera, y es necesario seguir manteniendo el interés.
Por último, en cuanto a las interpretaciones… Keira Knightley debería cambiar de registro. Ya nos ha demostrado que se le dan bien este tipo de papeles, y que le sientan bien los vestidos, pero su actuación recuerda demasiado a su papel de Lizzie en Orgullo y Prejuicio (Joe Wright, 2005), cuando la interpretación de Georgiana requería de una profundidad mucho más latente (al fin y al cabo, es una mujer que se debate entre dejarlo todo por su amor verdadero y el conservar el amor de sus hijos y a la vida en sociedad, pero junto a un hombre que no la quiere). Alguien debería decirle que el Oscar no se lo darán repitiendo el personaje por el que ya la nominaron…
Por otro lado, Ralph Fiennes, con una nominación al Globo de Oro totalmente merecida, nos sabe mostrar con una simple mirada o un gesto – como ya nos tiene acostumbrados – lo mejor y peor del Duque (maravillosa escena en la que intenta acercarse a su mujer, después de años de desprecio o, peor aún, indiferencia). Vamos, que como siempre, lo borda, pero también es cierto que últimamente parece que en todos sus papeles utilice la misma impasibilidad… su interpretación es una mezcla del vengativo Heathcliff de Cumbres Borrascosas (Meter Kosminski, 1992) y del introvertido Spider (David Cronenberg, 2002). Se le echa de menos en papeles como el Lenny de Días extraños (Kathryn Bigelow, 1995), mucho más activo y menos introvertido. Llamada a la industria: este hombre sabe sonreír, y muy bien, de verdad.
En definitiva, si se quiere ver una historia de amor y desamor destructivo en pleno s. XVIII, vale más la pena revisar Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988) o, mucho mejor, Valmont (Milos Forman, 1989). Y si además se quiere ver buen cine, cine con mayúsculas, es mejor no ir hoy al cine si no al videoclub: no hay duda que Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975) es la mejor película de época realizada hasta la fecha.
Ficha técnica:
La duquesa (The Duchess), Reino Unido, 2008.Dirección: Saul Dibb