Críticas
Desvío al paraíso
La escala
Voir du pays. Delphine Coulin y Muriel Coulin. Francia, 2016.
Doy la bienvenida a la película francesa La escala (Voir du pays, 2016). Está escrita y dirigida por las hermanas Delphine y Muriel Coulin. Autoras de una burbujeante sátira social de adolescentes titulada 17 girls (17 Filles, 2011), que giraba en torno a la soberana y unánime conspiración de un puñado de chicas para quedarse embarazadas a la vez, como solidaridad con una compañera que ha tenido un accidente con el preservativo y se ha quedado encinta. Una historia rebelde, entre la comedia y el drama, que suscita perspicaces reflexiones sobre la maternidad y la libertad de ser madres. En todo el filme prevalece un punto de vista femenino enérgico que, tendiendo un puente, comunica, salvando las distancias, con la mirada que las Coulin depositan sobre el relato de La escala.
Porque La escala está contada desde el punto de vista de sus dos personajes principales, Aurore (Ariane Labed) y Marine (Soko), dos soldados del ejército francés que tras prestar servicios de ayuda internacional en Afganistán y antes de regresar a casa recalan en un hotel de lujo en la isla de Chipre para someterse a una inquisitiva terapia de grupo y exorcizar todos los fantasmas sobrevenidos en el campo de batalla. Un tratamiento que los mandos denominan descompresión, consistente en recrear virtualmente operaciones bélicas sufridas durante su movilización en zona hostil y evaluar daños psíquicos en los soldados.
Un punto de partida nada convencional que, entre otros asuntos, pretende explorar la figura de la mujer en la institución militar, su participación activa en conflictos bélicos, su papel en un engranaje dominado por los hombres y su intento de equiparidad en un ambiente machista. La curiosa paradoja que desgrana la película es cuanto menos sorprendente. Tras el supuesto desgaste emocional y físico, y después de entrar en combate en las misiones de reconocimiento y vigilancia, la compañía, a pesar de su profesionalidad, experimenta situaciones de mucho estrés y tremendo shock. Para hacer la cura del bienestar se invita al regimiento a permanecer en un sitio paradisíaco y relajante, rodeados de turistas en permanente fiesta y desinhibidos por el alcohol. Se trata de extraer la angustia, los traumas alojados en la mente y la crisis provocada por un cometido mal resuelto dentro del marco de una avanzadilla de control en territorio enemigo. La formación fue atacada por insurgentes talibanes, el convoy se separó y el asalto, mal coordinado, se saldó con la muerte de varios compañeros. Para conocer el grado de afectación o trastorno, con el apoyo de psicoanalistas del ejércitos, tratan de estrujar al soldado(a) transportándolo de nuevo a revivir una situación de mucha tensión, sintiendo los escozores de la tragedia, para lograr medir el grado de alteración, ya que los hechos soportados por los militares son susceptibles de generar psicosis u otro tipo de neuras que impidan el reenganche con la vida rutinaria.
Esta primera parte me parece sólida y emocional. Los personajes viven en permanente agitación. Abandonan sus estancias de descanso y se mezclan con ritos vacacionales extrovertidos y vulgares, rodeados de viajeros ruidosos y ricos, ajenos a los conflictos del mundo y de quienes regresan de los polvorines con sus mochilas repletas de sensaciones contradictorias. Este proceso, a mi juicio, me parece brutal y asfixiante. Estamos en los mejores momentos de la película. El contraste de ejercicios de control mental enfrentados a remansos ociosos con gentes despreocupadas bronceándose en el mar, disfrutando de la piscina y tomando copas en las barras de los bares. Se podía pensar que la vida, si se puede, puesto que sólo nos dan una oportunidad, es para disfrutarla sin desmayo. Los lavados de cerebro, de supuestos y exitosos efectos terapéuticos, aunque no tan nocivos como los expuestos en otros largometrajes emblemáticos (La naranja mecánica, Stanley Kubrick, 1971), se vuelven contra el propio sistema, porque no es bueno profanar los recuerdos más inmediatos. El ambiente díscolo, tabernario y discotequero, utilizado como bisagra para amainar los temperamentos, alienta la necesidad de fugas previsibles. No es de extrañar, por lo tanto, que Aurore y Marine, amigas y colegas desde la infancia, sean de la opinión que tras sufrir y padecer los infortunios más desgarradores no hay nada como contravenir las órdenes de los superiores y aceptar la invitación de unos tipos autóctonos que les quieren mostrar las bellezas de la isla.
En cualquier caso, aunque es un giro que lo ves venir y sucumbe hacia un territorio menos exigente y rugoso, la segunda parte se hace sombra a sí misma y se adentra en el exotismo del paraje y en la excitación del lugar. Una variación hacia la road movie que no es sinónimo de felicidad ni divertimento. Los perros de paja locales se encienden y da la sensación como si la existencia estuviera permanentemente comprometida, como si no hubiera remansos de paz y tranquilidad, como si el mundo fuera siempre canallesco y sexista, y que además, el hecho de ser mujer signifique por condición de género estar al servicio de los caprichos sexuales de cualquier imbécil. Es lo que les pasa a las chicas. Abandonan una fortaleza envidiable, vigiladas de cerca por sus compañeros, que llenos de prejuicios las observan como objetos para el descanso del guerrero e intocables para los demás. Una lacra lacerante que desata los instintos básicos y trogloditas y deriva el filme hacia impertinentes pruebas del choque más pírrico entre los energúmenos autóctonos inquietos por tener sexo y la ofendida soldadesca que ve cómo sus chicas se lían con los guaperas latinos.
La escala o Voir du pays, su título original, Ver el país, nos acerca también a un tema colateral del largometraje. La crisis social y laboral. Aurore y Marine estudiaron juntas, se criaron en el mismo barrio y decidieron alistarse no por vocación, sino porque el ejército les daba una salida satisfactoria y segura. Les proporcionaba trabajo y la posibilidad de progreso en la jerarquía de menos graduación. Era una fórmula, como cualquier otra, de salir del paro y la marginación. Esta línea queda apuntada, sin apenas desarrollo, y convive en una historia, cuya primera media hora tiene alicientes más que suficientes, que en su desarrollo posterior quedan ensombrecidos por una óptica más visceral que la denuncia planteada en el primer tramo.
Tráiler:
Ficha técnica:
La escala (Voir du pays), Francia, 2016.Dirección: Delphine Coulin y Muriel Coulin
Duración: 102 minutos minutos
Guion: Delphine Coulin y Muriel Coulin
Producción: Arte France Cinéma, Archipel 35, Blonde Audiovisual Production
Fotografía: Jean-Louis Vielard
Reparto: Ariane Labed, Stpehanie Sokolinski, Karim Lekilov, Ginger Roman y Robin Barde