Críticas
La sublimación de Serkis
La Guerra del Planeta de los Simios
War for the Planet of the Apes. Matt Reeves. EUA, 2017.
Después del Origen y el Amanecer, la guerra (racial) a muerte entre los monos comandados por el carismático César y la raza humana se ha desatado. Liderados por un enloquecido coronel (Woody Harrelson), la sección más radical del género humano contraataca las bases simiescas. De sus acontecimientos surge el macguffin que configura la tercera película de uno de los reboots de ciencia ficción más sólidos de los últimos tiempos.
Si en El planeta de los simios (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968), la original, los simios dieron la vuelta a la tortilla a la dominación humana, en estos momentos asistimos a la prefiguración de un nuevo (y a corto plazo polémico) sorpasso de otra naturaleza: la actuación. Y he aquí la cuestión que quiero plantear. Desde hace ya varios años, la era digital abrió el debate de en qué momento la actuación digital superaría a la humana. George Lucas fue una de las figuras que más apostó por ello. El director vaticinaba un giro copernicano en la creación de personajes en base a los adelantos en los efectos especiales que él mismo encabezó.
En los inicios del nuevo milenio, Final Fantasy: La fuerza interior (Final Fantasy: The Spirits Within, 2001) levantó con fuerza el debate, un tanto acelerado, de lo que algunos llamarían “la muerte del actor”. Casi evocando aquella “muerte del autor” que popularizó el filósofo Roland Barthes el siglo pasado, la hiperrealidad empezaba a agitar los cimientos del gremio. Hoy sabemos que aquello no era para tanto, y al mismo tiempo también sabemos que lo más difícil ya se ha logrado.
Así fue como un año después, el magistral trabajo de Andy Serkis, para configurar los matices de Gollum en El señor de los anillos: Las dos torres (Lord of the Rings: The Two Towers, Peter Jackson), motivó incluso una reflexión sobre las bases de los certámenes para incluir un premio específico. El nuevo salto cualitativo ya está aquí, en 2017, y supondrá el indudable reconocimiento, ya veremos si oficial o no, a un trabajo que lejos de “matar al actor” lo revitaliza. Porque no olvidemos que todo se construye desde el actor al medio tecnológico y no al revés, al menos de momento. Para muestra el alarde de recursos interpretativos del actor que encarna a César. Porque todo pivota en el carismático líder de los simios, claro, pero no podemos olvidar el elenco expresivo que despliega la cinta y que compone los rasgos de un sorprendente mono miedoso y torpón, una suerte de C3-PO que sirve de contrapunto cómico y desengrasante; también la tranquilidad amable de Moris, el orangután, o la agresividad contenida que se respira en el mismo rostro de César. Es el cenit de una evolución paulatina (ver aquí el excelente artículo de Paula Segovia), que por fin ha alcanzado la sublimación del CGI, capaz ya de engañar al ojo humano.
Pero no todo queda ahí. Además la tercera entrega de las aventuras de los simios es también la mejor. Pone el broche de oro a una trilogía coherente en la calidad de cada episodio, pero increscendo, hasta rozar la perfección.
Es curioso como Reeves esquiva el título de su película con un cocktail de géneros que eclipsa el fondo bélico. La guerra, más bien, está dentro del propio César. Su conflicto interno es el que dinamita el acontecer de los hechos. Su rostro en primer plano es el centro emotivo en el que gravita todo lo demás.
Partido en dos actos, el camino del héroe dibuja la primera parte, quizá la más acertada en ritmo e interés, para trasladarse a una segunda parte ecléctica en estilo y matices. Pero la clave es un conjunto en el que se funde la aventura, el drama, la comedia, las fórmulas del cine carcelario e incluso el western crepuscular. Todo ello mezclado en la cocktelera de la distopía futurista, claro.
A medida que avanza la trama, la crítica social enriquece el conjunto de esta nueva entrega, sumando al racismo y la xenofobia un trasfondo político más actual. Hablamos de la construcción de un muro, claro, con el que Reeves deja clara su posición ironizando con el sinsentido de la era Trump.
En el apartado cinéfilo es muy reseñable el descarado recuerdo (muy atinado y nada pedante) de tres referentes míticos: El puente sobre el rio Kwai (The Bridge on the River Kwai, David Lean, 1957), Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) en la figura desnortada del coronel (Kurtz) McCullough, y Los diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956).
Entretenida y de mucha calidad, La guerra del planeta de los simios es una de las mejores películas del año. Su mayor debilidad podría ser la incomprensión de su ritmo en los picos emotivos y la longitud de la trama carcelaria. Nimiedades en un mar de perfección. Toca felicitar el trabajo de Reeves y su mayor acierto: su apuesta por ofrecer un cheque en blanco a la creatividad de Serkis y la captura de movimientos. Diría que es la vez en la que más claramente el CGI suma, y tiene tanta importancia para el acabado. Porque aquí sí, por fin, se puede decir con mayúsculas que los efectos especiales de la era digital han mejorado el producto como nunca en su historia.
Trailer:
Ficha técnica:
La Guerra del Planeta de los Simios (War for the Planet of the Apes), EUA, 2017.Dirección: Matt Reeves
Guion: Mark Bomback, Matt Reeves
Producción: 20th Century Fox / Chernin Entertainment
Fotografía: Michael Seresin
Música: Michael Giacchino
Reparto: Andy Serkis, Woody Harrelson, Amiah Miller, Gabriel Chavarria, Steve Zahn,Karin Konoval, Ty Olsson, Judy Greer, Sara Canning, Devyn Dalton,Michael Adamthwaite, Aleks Paunovic, Toby Kebbell