Críticas
La cuarta alternativa
La justiciera
Otros títulos: La vigilante.
A Vigilante. Sarah Daggar-Nickson. EUA, 2018.
Estamos todavía en la sociedad bajo el azote de prácticas violentas, humillantes, inhumanas y degradantes en más de una pareja, donde, el macho golpea por costumbre a su compañera, o donde algún padre inclemente tortura a sus niños indefensos e inocentes, bajo el poder de su fuerza, de sus amenazas y manipulaciones, creando en sus víctimas pesadillas y temores. Estas situaciones constituyen crímenes y están castigadas por los diversos sistemas legales, que tratan de proteger los derechos humanos y la dignidad. Pero pocas veces son controlados o castigados por las autoridades. Se quedan en el anonimato y se prolongan en el tiempo, dando lugar a severos traumas, a complejos e infelicidad y en más de una ocasión, a la muerte.
Este es el tema principal de La justiciera, una película intensa, especialmente por el protagonismo de Olivia Wilde. Su personaje ha sido una mujer muy torturada por su esposo; cuando finalmente decide escaparse junto con su hijo, la tragedia golpea con más fuerza: su esposo mata a su niño y huye, dejándola golpeada, sin dinero y sin recursos y severamente afectada, con terribles traumas y recuerdos dolorosos recurrentes.
El filme se acerca a esas emociones y dolores de la protagonista que actúa magistralmente, expresando profundas inseguridades, repeticiones agobiantes de los variados momentos de angustia y de frustración. Sobre todo, de la total impotencia que se siente cuando un ser brutal es capaz de apagar las esperanzas, las promesas de amor y las ilusiones y de apagar vidas que apenas se desarrollan, sin que haya ninguna explicación para ello. Es que la brutal locura humana es una afrenta insufrible cuando viene de una persona en la cual se había puesto la confianza total.
¿Cómo se puede reaccionar ante tales circunstancias? La película muestra las tres alternativas normales. Una es la dolorosa resignación. Las víctimas cargan con su pena, con frecuencia echándose ellas mismas la culpa de los desafueros del victimario acosador, disculpándolo, rogándole que no la maltrate más, tratando de negociar con el bruto insensible que le tocó en suerte, pequeños respiros en los inevitables ciclos de tortura, ocultando y tapando, entre llantos e distracciones pasajeras. En este caso, se prolonga casi que inevitablemente la tragedia. Otro camino es acudir a las autoridades, a las entidades que protegen a las familias y las personas maltratadas y, luego de pasar las vergüenzas y dificultades de los procesos, lograr la separación y la independencia, acompañada a veces de la protección del estado; y tratar de rehacer la vida y de alejarse del peligro y de la mala suerte. Un tercer camino, riesgoso, es el enfrentar en forma directa al acusador, ya sea escapando; o penetrando su mente, conociendo sus métodos y debilidades y manejando con inteligente y creativa habilidad las situaciones, llegando quizás a la posibilidad de lograr que haya un cambio de actitud en el victimario, cuando este se convence de que la lleva perdida.
Las personas dolientes pueden hacer parte de grupos formados por víctimas. Ello se facilita en sociedades donde se estimulan los grupos de autoayuda, siguiendo metodologías como la de alcohólicos anónimos, con frecuencia con el patrocinio de parroquias y organizaciones cívicas. En ellos conversan, bajo la animación de una persona gentil, que escucha, que evita enfrentamientos y negatividad excesiva, que suavemente da claves y anima al grupo. Poco a poco las personas se atreven a expresarse, a contar sus historias. Hay lágrimas, hay compasión; también a veces incomodidad y sorpresa, al ver los extremos a los cuáles se puede llegar. En el filme nos acercamos a varias de estas personas en uno de estos grupos, lo cual nos ambienta muy bien en todos estos procesos.
Como lo hace también la protagonista, que hizo parte de tal grupo, sin lograr superar sus traumas y perdonarse a sí misma y a su victimario, (como sería uno de los resultados deseables y que no siempre ocurre). Ella decide por una cuarta vía: convertirse en vigilante defensora de las víctimas, dedicar su vida a localizar casos y proceder, de forma sorprendente e inesperada para el perpetrador, a castigarlo de forma contundente, para que nunca más se atreva, de manera que su víctima sienta alivio, reparación y liberación.
Es un camino peligroso, que ella experimenta en forma directa cuando se enfrenta a su propio demonio victimario en una épica batalla de voluntades y de inteligencia. Este es un excelente marco para la actuación de dos actores que sienten sus papeles y que nos llevan hasta el colmo del suspenso. Naturalmente que los espectadores quedan tentados a hacer fuerza y a tomar partido, en esta lucha desigual, en el frío ambiente de un campo de verano abandonado y ruinoso en las montañas de los Adirondacks en el estado de Nueva York, cubiertas de nieve, bajo un cielo gris, oscuro y ominoso, como las almas de cualquier malvado perpetrador.
Trailer:
Ficha técnica:
La justiciera / La vigilante (A Vigilante), EUA, 2018.Dirección: Sarah Daggar-Nickson
Duración: 91 minutos
Guion: Sarah Daggar-Nickson
Producción: Allison Rose Carter, Ambyr Childers, Andrew Corkin, Lars Knudsen, Randell Emmett, Olivia Wilde
Fotografía: Alan McIntyre Smith
Música: Danny Bensi, Saunder Jurrians
Reparto: Olivia Wilde, Morgan Spector, Kyle Catlett, Tonye Patano, Chuck Cooper, Betsy Aidem, Judy Marte, C.J. Wilson