Críticas
El origen del muerto viviente
La legión de los hombres sin alma
White Zombie. Victor Halperin. EUA, 1932.
Noche cerrada en las Indias Occidentales, más específicamente, en la exótica isla de Haití. Un grupo de esclavos realiza un enterramiento ritual con cánticos y danzas en medio de la carretera. Una pareja de enamorados, Madeline (Madge Bellamy) y Neil (John Harron) busca la casa del Sr. Beaumont (Robert Frazer), un amable Don Juan aristocrático e isleño que le ha ofrecido a la joven una estancia en la isla para celebrar sus nupcias. Pero no todo es idílico en estas tierras inhóspitas, el Dr. Brunner (Joseph Cawthorn), predicador que lleva años asentado en la isla, sospecha de las intenciones del anfitrión.
La legión de los hombres sin alma, de Victor Halperin (1932), es considerada hasta el momento la primera película que aborda, en el cine, la temática de los muertos vivientes, los hombres sin alma o simplemente zombies. Leyenda proveniente de la parte más occidental de la isla de La Española, tiene sus fundamentos en las religiones sincréticas de carácter animista que se cuecen en la isla durante el proceso post-colonizador, que se ve enormemente enriquecido con la llegada de esclavos y todo el universo cultural y religioso del África Occidental, que incluye la brujería, el vudú y el culto a los muertos.
Su estilo, que recuerda a su contemporáneo Tod Browning, forma parte fundamental de ese universo del primer terror fílmico, plagado de castillos centroeuropeos, nubes de humo, damiselas en peligro y aparatosas sobreactuaciones. Este último rasgo, prodigado generosamente por el maestro de la oscuridad, Bela Lugosi. La grata presencia de este polifacético malvado destaca al encarnar a Legendre, el ladrón de cuerpos y brujo que maneja a los zombies telepáticamente, con solo un apretón de sus manos demoníacas. Una sola gota de su misteriosa poción es suficiente para conducir a un estado de coma letárgico o sueño débil, similar a la muerte. De esta forma, el brujo puede robar el cadáver y, mediante una conexión telepática, gobernar la voluntad de estos hombres sin alma.
El filme fue un producto menor en su época, aunque se convirtió en objeto de culto desde muy pronto. Los hermanos Halperin encontraron la inspiración en la obra de teatro de Kenneth Webb, que se estrenó en Broadway en febrero de 1932 y tenía como referente la novela La Isla Mágica, de William Seabrook. El dramaturgo persiguió el filme bajo un reclamo de plagio, haciendo enormes esfuerzos por impedir su estreno, aunque no lo consiguió. Forma parte también de su leyenda negra el rechazo que provocó en la crítica que solo fuera hablada en un quince por ciento del metraje. No obstante, esta película part-talkie, puede considerarse una joya casi desconocida en la historia del cine.
Su estilo es visualmente barroco, de atmósferas densas y cargantes, con enormes acantilados pintados y castillos góticos, de una estilización arcaizante, que traduce la estreches con que trabajaron desde los estudios, debido al modesto presupuesto con que se realizó. De igual manera, es posible aseverar que forma parte de esa norma implícita en el cine americano, casi siempre despreocupado por el trasfondo verosímil de sus historias, sobre todo cuando de exotismo se trata. En esta pieza, esa desconexión entre realidad y ficción alcanza cotas hilarantes en la ligerísima explicación que da el sabio predicador sobre el origen de estas prácticas que, en palabras del guionista, «se remontan hasta el Antiguo Egipto y más atrás, en los países que eran viejos cuando Egipto era joven». No cabe duda de que la coherencia antropológica no es un requisito del cine, menos de este género de la fanta-ciencia, aunque trate de prácticas culturales dadas por verídicas, pero los diálogos, en general, y los de corte explicativo, en particular, rayan en la mediocridad.
La historia está montada sobre este turbulento triángulo amoroso fallido, en el cual la vida de Madeline comenzará a correr grave peligro cuando las sospechas del Dr. Brunner se confirmen. El rico hacendado caribeño pretende cortejar a la joven, pero al ser rechazado, acude a la magia negra del oscuro Legendre para convertirla en una no muerta, con el objetivo de cumplir su sueño de desposarla. En adición a los personajes principales, cabe destacar la simpática troupe de zombies que constituyen el brazo armado de Bela Lugosi, una tribu mentecata y de ojos saltones que desanda mecánicamente los densos matorrales, las criptas y el castillo, guiada por los pensamientos del maestro del mal.
Entre los elementos técnicos destacables, podemos mencionar la iluminación expresionista, utilizada como vehículo para amplificar la expresividad del miedo, las sobreimpresiones de los ojos de Lugosi o la toma desde el interior del nicho, donde está el féretro de la joven dormida, que resalta entre la lisura de la realización. En general presenta una factura bastante irregular, que se decanta por una planificación sencilla, llevada con gran tino y elegancia por los hermanos Halperin, aunque se acredite solo a Víctor.
Apadrinado por la innovadora productora United Artists, La legión de los hombres sin alma abre un camino que luego se amplificará y consolidará en la obra de George Romero, proporcionando al cine un engendro, sin dudas, memorable y multifacético.
Trailer:
Ficha técnica:
La legión de los hombres sin alma (White Zombie), EUA, 1932.Dirección: Victor Halperin
Duración: 67 minutos
Guion: Garnett Weston
Producción: Victor y Edward Halperin Productions
Fotografía: Arthur Martinelli
Música: Xavier Cugat, Hugo Riesenfeld y Robert Nathaniel Dett
Reparto: Bela Lugosi, Madge Bellamy, Robert Frazer, Brandong Hurst, John Harron y Joseph Cawthorn