La mujer en la ventana

Anna Fox, una psicóloga agorafóbica, medicada y alcohólica (Amy Adams), se la pasa espiando a sus vecinos desde las ventanas de su gigantesca casa, donde vive sola en Manhattan. La noche de Halloween, los niños del barrio atacan su casa a punta de huevos y burlas, por lo que Anna tiene que hace su mejor esfuerzo para salir y callarlos, pero sufre un ataque de pánico al cruzar la puerta de su hogar. Afortunadamente, se encuentra con Jane (Julianne Moore), su vecina del frente que acaba de llegar al barrio, y la rescata. De ahí surge una curiosa amistad de una noche que desencadena una serie de misterios y enredos en la cabeza de Anna, quien no tiene absoluta seguridad de qué es real y qué se puede estar imaginando. Este es el concepto de La mujer de la ventana (The Woman in the Window, 2021), uno de los estrenos de Netflix para el mes de mayo, que a pesar de tener un reparto lleno de estrellas, la película resulta estrellándose en el olvido.

Algunas personas la han llamado la versión del 2021 del clásico de Hitchcock, La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) y no pueden estar más equivocados. Que el director Joe Wright y su equipo hayan tomado ese mismo concepto no quiere decir que sea la fórmula para el éxito. Al comienzo, la película empieza a ofrecer una historia que parece interesante. Junto con un reparto compuesto por ganadores del premio Oscar, como Moore y Gary Oldman, y nominadas, como Adams y Jennifer Jason Leigh, es imposible no sentir curiosidad. Y la imagen es atractiva, como es costumbre en este género: la cámara juega siempre con el espectador, hay movimientos ágiles, otros abruptos y otros incluso extraños, que le aportan un gran ritmo a la historia, acompañados de la música típica y muy necesaria que genera la tensión, en este caso a cargo del experimentado compositor Danny Elfman.

Con movimientos circulares de la cámara y diferentes ángulos, es emocionante involucrarse visualmente en la historia de Anna y preguntarse para dónde va todo, aunque —para mí— se empiecen a ver «las costuras» con las que se han unido los retazos de historia, evidenciando ciertas sospechas sobre qué es lo que sucede en esa casa y en la cabeza de la protagonista. Pero hay una dinámica visual que propone, que involucra, que entretiene, sumado al uso que le dan a la tecnología, una gran herramienta que le da ritmo y tensión a la historia, llevando al espectador a generar una expectativa que desafortunadamente cae en picada con un solo punto de giro.

La historia tiene una resolución extraña, una serie de coincidencias perfectamente acomodadas para que todo funcione, pero forzadamente. Todo lo que se ha construido en una hora y treinta, toda la atención que ha logrado tener del espectador, se pierde en confrontaciones ridículas, efectos especiales baratos y movimientos de cámara exagerados, algo decepcionante en un director que nos ha entregado anteriormente piezas como Expiación. Más allá de la pasión (Atonement, 2007), El instante más oscuro (Darkest Hour, 2017) y la adaptación de Orgullo y prejuicio con Keira Knightley (Pride & Prejudice, 2005).

Y más aún, me niego a creer que Tracy Letts, el autor de Agosto (August: Osage County, 2013), ganadora del premio Pulitzer y adaptada a cine por él mismo, sea el responsable de este guion. Al quitar personajes que no están en la versión original y modificar los que quedaron, la historia pierde fuerza y no se sostiene en su versión audiovisual, debilitando la importancia de Ethan (Fred Hechinger), el extraño hijo de los vecinos, que en el libro de A.J. Finn tiene una mayor importancia. Pero eso no hace que la fuente de esta historia, todo un éxito en ventas, sea lo suficientemente bueno para convertirlo en un largometraje.

Me atrevería a decir que los elogios de Stephen King acerca del libro tienen que estar influenciados de alguna manera. Basta pasar por la página de Goodreads o Amazon para ver lo duro que le dan las críticas de los lectores, los que se han gastado su dinero para comprar el libro y han invertido su tiempo en leerlo, sin ningún interés más que entretenerse. Y aún así, Netflix decide pagar millones para convertirlo en una película. ¿Estará perdiendo el gusto esta empresa que busca mandar la parada en lo que se refiere al mundo audiovisual?

A pesar de haber sido reeditada por los comentarios que recibieron en las proyecciones de prueba que hicieron, el resultado es decepcionante. Sin embargo, el filme sí cumple su función de entretener, al fin y al cabo me quedé sentado esperando a saber qué era lo que pasaba —y no solo para hacer esta reseña—, y por alguna razón en su semana de estreno llegó al primer puesto en varios países. Lo importante son esos números, supongo, y de alguna forma se logra el objetivo, al menos para Netflix. Tal vez a muchos les parezca una maravillosa de película y piensen que estoy equivocado en lo que he escrito. Eso sigue siendo lo maravilloso del cine y las artes en general: cada uno es libre de opinar lo que quiera.

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